Por Simón García
La sociedad venezolana no se
rendirá, aunque rondan motivos para el desaliento. Ahora requiere no solo
luchar sino escoger la mejor forma de hacerlo. Hay cinco puntos de partida a
tomar en cuenta: 1.) la estrategia del derrocamiento violento del régimen llegó
a su nivel de fracasos. 2.) El proceso de aglutinación de fuerzas de cambio
debe tener como eje intereses de país y no la hegemonía de una parcialidad.
3.)La realidad impone asumir la lucha dentro y contra las restricciones
autocráticas. 4.) Es clave favorecer el encuentro con sectores del bloque
dominante que puedan aceptar un acuerdo constitucional. 5.) La indispensable
presión internacional debe hacerse compatible con la autonomía nacional.
El gobierno está resolviendo
el lado político del conflicto de poder a su favor. Aprieta sus tuercas hacia
el totalitarismo y no hacia una liberalización. Sabe que su permanencia no
depende de la legitimidad que invoca la oposición sino en evitar, por todos los
medios, que el rechazo del 90 % de la población se convierta en votos que lo
derroten. Intenta trasladar el monolitismo económico, social y del Estado al
terreno electoral y de los partidos.
Estamos perdiendo la lucha
por la democracia, no sólo porque el gobierno sea más represivo, sino porque la
oposición se debilita constantemente. Hay cuatro evidencias de esta mengua: 1)
Casi nula capacidad de movilización ante la agresión contra AD y PJ. 2) El país
observó con indiferencia ese nuevo atropello a la CN. Y más de fondo, 3) No
toda la población que está contra el gobierno se identifica con la oposición.
4) Bajan las expectativas hacia un cambio a mediano plazo y crece la adopción
de conductas adaptativas al régimen.
Cada día estamos más cerca
de llegar, con crecientes dificultades de reversa, al modelo cubano. La única
posibilidad de no hundirnos en ese colapso exige abandonar salidas
insurreccionales. Un viraje que requiere crear un nuevo consenso estratégico,
una nueva coalición entre todas las expresiones de la oposición, partidista y
social. También, reconfigurar roles en el equipo dirigente.
Toda decisión táctica, toda
iniciativa política tiene sentido según la estrategia transicional que se
adopte, la eficacia comunicacional con el país, la recomposición de vínculos
con los intereses de la gente, la capacidad de prefigurar una alternativa y
asentar valores éticos y humanistas.
Sin cambio de la estrategia
más ciudadanos se apartarán de la política porque dejarán de creer en ella. El
camino pasa por conquistar derechos, garantías, condiciones, espacios, tejido
económico y calidad de vida dentro de la comarca autocrática que hay que dejar
atrás.
Más luchas solo son posibles
con mejores luchas. Acciones que sustituyan fracasos por logros, errores por
aciertos, que fortalezcan partidos y organizaciones sociales, que promuevan
conciencia y abran puertas inéditas a nuevos actores no partidistas como la
Iglesia, los empresarios no rentistas, los productores de conocimientos y
cultura o las Fuerzas Armadas. Una alianza incluyente, emprendedora de cambios
de civilización y con sinergia para una reconstrucción estable y consolidada de
la economía, la democracia y un paradigma no populista de bienestar.
Ahora falta que emerjan los
rostros del viraje. Las victorias necesitan a los dirigentes que se decidan a
poner toda su pasión en ellas. La política es el equilibrio entre la prudencia
y la osadía para desafiar y vencer al poder dominante.
21-06-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico