Trino Márquez 18 de junio de 2020
@trinomarquezc
La
designación del nuevo CNE por parte del TSJ frustró la posibilidad de que
hubiese un acuerdo negociado entre el gobierno y la oposición, con miras a
comenzar a resolver la inescrutable crisis política mediante elecciones
transparentes: primero de la Asamblea Nacional y luego de las otras autoridades
públicas.
El
CNE nombrado por el TSJ es igual, o peor, que el presidido por Tibisay Lucena,
que ya es mucho decir. La mayoría está integrada por figuras que a lo largo de
su trayectoria pública han sido fichas del oficialismo. Una fue Presidente del
TSJ y antigua militante del MVR y del PSUV. Otra, ha formado parte desde hace
años del cuerpo de rectores liderado por Lucena. La tercera, fue la encargada de
decapitar a los diputados opositores del estado Amazonas. Con esos antecedentes
llegan al CNE. Por el otro lado, se encuentran un simpatizante del grupo de
adecos que acaba de pactar con el gobierno la confiscación de los símbolos del
partido blanco; y un historiador vinculado con el chavismo en sus orígenes.
Queda por agregar que entre los suplentes se halla un señor que dice que el
Holocausto es una mentira fraguada por los sionistas. Me imagino que ahora dirá
que acusar a Chávez y a Maduro de autoritarios es una calumnia. Así luce el
panorama.
Cuando
hace algunos meses la AN designó el Comité de Postulaciones de común acuerdo
entre la bancada opositora y la del PSUV, parecía que podría transitarse la
ruta constitucional. En medio del ambiente tan crispado existente, lucía
factible que predominase la sensatez. El régimen, de un plumazo, trituró esa
posibilidad.
Se
nota que a la nomenclatura del régimen no le interesa avanzar hacia comicios
transparentes. Sabe que los perdería por abrumadora mayoría. Tampoco le importa
la suerte del país. La selección aberrante de los rectores del CNE aísla aún
más al régimen de Nicolás Maduro en el plano mundial. Los factores
internacionales de poder saben que es competencia exclusiva de la AN designar
los rectores principales y suplentes del órgano electoral. La ‘omisión
legislativa’ declarada por la Sala Constitucional constituye un exabrupto, solo
explicable como parte de un libreto escrito por el gobierno y los miembros de
la Mesa de Nacional de Diálogo, mejor conocida como la ‘mesita de noche’.
Felipe
Mujica, miembro destacado de la ‘mesita’, tenía que haber sabido, cuando elevó
a la consideración de los magistrados la consulta acerca de la ‘omisión
legislativa’ en la que supuestamente habría incurrido la AN, que el trabajo del
Comité de Postulaciones estaba en curso, que se había detenido por la pandemia
del Covid-19 y, en consecuencia, que no existía tal ‘omisión’. Se necesitaba un
catalizador para cortar de cuajo la ruta legal emprendida por el Parlamento.
Mujica fue ese factor. Un veterano de tantas lides quiere aparecer ahora como
un humilde ciudadano, interesado en destrabar un proceso que no marchaba por
culpa de la ineficacia opositora.
El
mismo dictamen del TSJ en el cual se nombra a los rectores, le confiere competencias
legislativas al nuevo CNE, con el fin de que pueda ampliar el número de
diputados de la AN, reduciendo la base demográfica sobre la que se eligen los
representantes populares. En términos más precisos, para que a las
organizaciones que forman parte de la ‘mesita’ les sea más fácil obtener
representantes populares. El acuerdo con el gobierno les quedó redondo: como
esas minúsculas agrupaciones carecen de apoyo popular, el régimen les permite
que consigan diputados con pocos votos. Todo, en el marco de la nueva
legalidad. Los grupos de la ‘mesita’ no se preocupan por la existencia de
presos políticos, partidos y líderes inhabilitados, en el exilio o refugiados
en embajadas. Lo que les quita el sueño es ver cómo, con un puñado de votos,
pueden conseguir una curul.
Con
el asalto a las legítimas autoridades de Acción Democrática y Primero Justicia,
el logro se les facilita. Queda claro que el gobierno busca convocar unas
votaciones a las cuales concurra una oposición domesticada e inofensiva. El
régimen se ocupa de que pueda conseguir algunos diputados.
Quien
sorprende con su candor es Rafael Simón Jiménez. En una de sus primeras
declaraciones a la prensa dijo que aspiraba conseguir las mismas condiciones
que la oposición pedía en 2017, en Noruega y en República Dominica. ¿Cómo
logrará ese milagro?
Los
demócratas no pudieron obtenerlas a pesar de ir a una ronda de conversaciones
concertada con el gobierno y con la sólida presencia de un grupo de
observadores internacionales. Jiménez, actuando solo en un mar saturado de
tiburones, pretende alcanzar lo que no obtuveron la oposición unida y la
comunidad internacional. ¿Alguien puede explicar en qué mundo vive?
El
nombramiento del CNE debilita todavía más la opción electoral. Le resta mayor
credibilidad a la autoridad electoral y sume al voto como instrumento de lucha
en un abismo del cual resulta muy difícil rescatarlo. El régimen promueve la
abstención con un grupo de socios muy pequeño, pero muy activo. Ese es un mal
concejo.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico