Por Piero Trepiccione
Desde hace un tiempo existe
cierta creencia en la población venezolana: “un proceso comicial resolverá
todas las dificultades que estamos atravesando”. Esta idea ha sido apuntalada desde
diferentes frentes. Lo trágico del asunto es que ha sido más un factor de
propaganda que de realidad.
En 2019 tuve la oportunidad
de asistir, gracias a la invitación del Observatorio Global de Democracia,
a un seminario con Francisco Diez, un argentino que ha dedicado su vida a los
procesos de negociación y que tuvo la oportunidad de trabajar en Venezuela
desde el 2003 hasta el 2005 con el Centro Carter. Nos refería Diez que él en
2005 jamás se imaginó “que la situación de Venezuela podía deteriorarse más y
que en 2019 lamentablemente pensaba lo mismo. Es decir, podíamos estar en
peores condiciones”.
Y Diez no se equivocó.
También afirmaba que “una elección no iba a resolver nuestros problemas
cotidianos en economía, servicios públicos o funcionamiento de la justicia como
no los resolvió en 2005”. Tuvo razón de nuevo. Y es que las elecciones son un
instrumento para procesar las diferencias que existan en las pugnas.
No cabe duda de que la gran
mayoría de los venezolanos desea una solución pacífica al conflicto político
que nos afecta. Éste realmente ha dejado enormes secuelas en la
cotidianidad de la gente. El camino más buscado ha sido el electoral. Pero, hay
que tener en cuenta que las elecciones deben ser justas, transparentes y por
sobre todas las cosas, reconocidas y creíbles para todas las partes en disputa.
Cuando una elección es sesgada o se hace en un ambiente de hostigamiento y
falta de competitividad, sus resultados suelen ser más bien una exacerbación de
los conflictos. En muchas partes del mundo lo hemos visto paulatinamente.
En nuestro caso, si tienes
una autoridad electoral que no responde a la confianza de todos los actores en
disputa, provocas un cóctel explosivo que empeora los escenarios que a corto
plazo tendremos. Y en tal sentido, terminas profundizando la enorme crisis
económico-social que nos afecta.
Las elecciones deben servir
para procesar adecuadamente las diferencias. Nos deben permitir escuchar
calmadamente cuáles son los principales planteamientos que los candidatos
tienen para reimpulsar la economía del país. Deben ser para un amplio debate
que como sociedad debemos dar sobre la Venezuela que queremos para la post
pandemia. Deben marcar la pauta para la reconciliación y la unión como.
Para ello es preciso
hacerlas como herramienta fundamental para la interpretación de la voluntad
general del pueblo venezolano. Si se pretenden hacer a “trocha y mocha” solo
para satisfacer intereses minúsculos, van a ser más bien una catapulta hacia
peores circunstancias tal como lo preveía Francisco Diez. “Estamos mal, pero
podemos estar peor”.
La élite que controla el
poder actualmente debe entender que el poder no es para siempre y menos, si
éste ha sido la principal razón por la que millones de venezolanos hoy en día
viven una cotidianidad espantosa. La necesidad de construir gobernabilidad y
estabilidad política es lo que nos ayudará en el inicio de la recuperación del
país.
21-06-20
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