Por Andrés Cañizalez
La industria del
entretenimiento, con Hollywood como meca de este sector, parece atrapada en la
lógica de lo políticamente correcto. Si bien es loable que cualquier
sector empresarial vele hoy porque se respeten los derechos humanos, y eso
debería aplicar principalmente con sus empleados, resulta un exabrupto que
se condene a una película de hace 80 años con los parámetros éticos actuales.
Hablamos de la decisión
anunciada por la empresa HBO, dada a conocer este 10 de junio, de que ha
retirado de su catálogo en línea (streaming) a la película Lo que el
viento se llevó, un clásico del cine estadounidense, estrenada en 1939; ya que
según HBO, este filme ofrece “una visión idealizada de la esclavitud” y con
ello ayuda a “perpetuar estereotipos racistas”.
Que una empresa de
entrenamiento mantenga una política de respeto a los derechos laborales, que
tenga para sus producciones actuales un código de conducta; por ejemplo, para
que las películas de esta época no promuevan el racismo, son prácticas
entendibles dentro de una sana interacción entre industria y derechos
humanos.
Es muy distinto que, en
medio de una ola, en la cual la opinión pública de Estados Unidos está
escandalizada por un caso de abuso policial contra un afrodescendiente que le
llevó a su muerte, una empresa aproveche tal coyuntura para limpiar su imagen
cargando contra una película.
Lo que el viento se
llevó no sólo fue una película ampliamente premiada en su momento, sino
que a su vez refleja justamente un momento histórico de ese país, ya que la
historia en el filme gira en torno a la Guerra de Secesión 1861-65, que
justamente tenía como tema principal la esclavitud y el racismo.
El racismo no había
sido abolido legalmente en Estados Unidos en 1939, cuando se filmó la película.
Más bien era un grave problema en el momento histórico que retrata el filme. De
esa forma mal se puede acusar, retrospectivamente, a Lo que el viento se
llevó de perpetuar estereotipos racistas o de presentar una visión
idealizada de la esclavitud. Es la visión que existía en 1939, sobre sucesos
del siglo anterior, no la podemos evaluar con los anteojos éticos de 2020.
Lo políticamente
correcto, ¿una trampa?
El presentismo, me ha
señalado el amigo historiador Tomás Straka, se trata de tomar el presente como
óptica. Sostener que, bajo los parámetros de hoy, es inaceptable un contenido
artístico o creativo, o un hecho histórico. Es decir, evaluar el pasado
con los ojos de nuestro presente.
Lo correcto, creemos,
sería entender que ese pasado, incluyendo toda su producción cultural, se regía
por unos parámetros éticos propios de su época, y no de la nuestra. Esto es un
asunto clave para podernos acercar, valorar y conservar el acervo histórico y
artístico.
La trampa de lo
políticamente correcto envuelve a la industria del entretenimiento. Tal vez
Hollywood necesita expiar sus culpas por los abusos sexuales que sí se
cometieron, y que tienen en el productor Harvey Weinstein un
claro ejemplo de lo que debía sancionarse y, sin embargo, se permitió.
Anunciar que se
proscribe una película de un catálogo, siendo ésta un clásico del séptimo arte,
es una decisión que seguramente traerá consecuencias. Puede ser el inicio de
una ola escrutadora para aplicarle medidas de tono similar a otras películas.
Si esto ocurre sería sumamente grave.
O puede ocurrir que
diversas voces se levanten para hacerle ver a la empresa HBO que ha cometido un
error. Que le hace un flaco favor a la lucha contra el racismo al
condenar a un filme de otra época, y que la verdadera lucha contra el racismo
debe estar en los guiones y producciones actuales.
Se trata, sin más, de
aplicar los parámetros éticos de nuestro tiempo a las prácticas culturales
actuales.
12-06-20
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