Por Bernardo Kliksberg
Son tiempos muy
difíciles. La pandemia cobra víctimas, particularmente ente los más pobres, la
naturaleza cruje por el calentamiento global, y los ataques depredadores, y ha
vuelto el gran debate sobre cómo erradicar realmente el racismo.
Parece más útil que nunca tener presentes a los que mostraron que puede haber un mundo de otra calidad ética. Entre ellos están los “justos”. Es una nómina de honor que creó Yad Vashem (el Museo del Holocausto de Israel) para honrar a personas no judías, que enfrentaron el genocidio nazi que quería exterminar a todo el pueblo judío, y junto a él a los gitanos, los homosexuales y los discapacitados.
Arriesgaron todo para salvar vidas, y su ejemplo es “sanador”. Estimula a tener esperanza en el ser humano, y forjar un mundo postpandemia, equitativo, libre de discriminaciones, y con oportunidades para todos.
El Papa Francisco rindió homenaje a un “justo”, cuando celebró “La jornada de la conciencia” (17/6/20). Fue creada en memoria de Aristides de Sousa Mendes. Era el Cónsul de Portugal en Burdeos cuando los nazis ocuparon Francia. Tenía 13 hijos. Debía cuidarlos y representaba un país, gobernado por un dictador pronazi, Salazar. Pero cuando centenares de judíos desesperados fueron a su consulado para implorar un documento que les permitiera escaparse, de Sousa no dudó. Ferviente católico, su compromiso espiritual y moral lo impulsó a correr todos los riesgos, y les entregó visados de tránsito. Trabajó frenéticamente sin dormir varios días haciéndolo. En cuanto las noticias llegaron a Portugal, fue destituido. En su viaje de retorno, pasó por otro consulado dependiente del anterior, el de Bayone, y logró que también se dieran visados. Le costó muy caro. Fue expulsado del servicio exterior. Quedó en la pobreza más absoluta y se convirtió en un paria. Explicó “si miles de judíos están sufriendo por un cristiano, Hitler, no hay duda de que un cristiano puede sufrir por tantos judíos”. Se estima que salvó más de 20.000 judíos. El Papa Francisco dijo en la celebración “dio ejemplo de coherencia con una conciencia recta e Iluminada por la palabra de Dios”.
Parece más útil que nunca tener presentes a los que mostraron que puede haber un mundo de otra calidad ética. Entre ellos están los “justos”. Es una nómina de honor que creó Yad Vashem (el Museo del Holocausto de Israel) para honrar a personas no judías, que enfrentaron el genocidio nazi que quería exterminar a todo el pueblo judío, y junto a él a los gitanos, los homosexuales y los discapacitados.
Arriesgaron todo para salvar vidas, y su ejemplo es “sanador”. Estimula a tener esperanza en el ser humano, y forjar un mundo postpandemia, equitativo, libre de discriminaciones, y con oportunidades para todos.
El Papa Francisco rindió homenaje a un “justo”, cuando celebró “La jornada de la conciencia” (17/6/20). Fue creada en memoria de Aristides de Sousa Mendes. Era el Cónsul de Portugal en Burdeos cuando los nazis ocuparon Francia. Tenía 13 hijos. Debía cuidarlos y representaba un país, gobernado por un dictador pronazi, Salazar. Pero cuando centenares de judíos desesperados fueron a su consulado para implorar un documento que les permitiera escaparse, de Sousa no dudó. Ferviente católico, su compromiso espiritual y moral lo impulsó a correr todos los riesgos, y les entregó visados de tránsito. Trabajó frenéticamente sin dormir varios días haciéndolo. En cuanto las noticias llegaron a Portugal, fue destituido. En su viaje de retorno, pasó por otro consulado dependiente del anterior, el de Bayone, y logró que también se dieran visados. Le costó muy caro. Fue expulsado del servicio exterior. Quedó en la pobreza más absoluta y se convirtió en un paria. Explicó “si miles de judíos están sufriendo por un cristiano, Hitler, no hay duda de que un cristiano puede sufrir por tantos judíos”. Se estima que salvó más de 20.000 judíos. El Papa Francisco dijo en la celebración “dio ejemplo de coherencia con una conciencia recta e Iluminada por la palabra de Dios”.
En 1966, fue nombrado Justo entre las Naciones.
Otro “justo” fue Raoul Wallenberg, que llegó a Budapest como enviado sueco en julio de 1944. Los nazis y sus colaboradores húngaros habían deportado a la muerte entre mayo y junio 400.000 judíos, la operación conducida por Eichmann, se proponía acabar con los 230.000 restantes. Wallenberg (33 años) forjó pasaportes falsos, abrió casas para ocultarlos, sobornó, se montó en los trenes en donde los llevaban para repartir visados. Salvó decenas de miles. Hay calles a su nombre en todo el mundo.
También fue declarada justa Miep Gies, la secretaria de Otto Frank. Con su marido, arriesgaron sus vidas ocultando a Anna Frank, sus padres, su hermana, y otros cuatro judíos, durante 25 meses en un pequeño sobrepiso oculto en Ámsterdam. Cuando los descubrieron salvó el diario que había escrito la adolescente de 15 años. Esos cuadernos que cantan a la esperanza son hoy material educativo básico en muchísimos países.
Y está entre los justos, un país, Dinamarca, que rescató a 7000 de sus 8000 judíos en una gran operación clandestina llevándolos a Suecia.
En su diario Anna Frank escribe un llamado a la solidaridad activa que puede servir a todo el género humano que la necesita hoy más que nunca: “Que maravilloso es que nadie debe esperar siquiera un solo momento antes de empezar a mejorar el mundo”.
Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires,
Doctor Honoris Causa de
la Universidad Hebrea de Jerusalem
kliksberg@aol.com
24-06-20
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