Andreína Itriago 10 de junio de 2020
@inaitriago
Los
que retornan se enfrentan a quedarse varados en la frontera y a ser
estigmatizados.
La
odisea de las dos hijas y seis nietos de Íngrid González comenzó hace más de
dos semanas, cuando emprendieron la caminata desde Barranquilla hasta Maicao,
con una meta: volver a Venezuela,
algo que se ha convertido en un drama para muchos venezolanos.
Las
hijas, en sus 30, y que se desempeñaban desde hacía seis y dos años
respectivamente como empleadas domésticas, se quedaron sin trabajo durante
la cuarentena por el covid-19 y sin poder costear sus arriendos, dice
Íngrid desde Venezuela.
En
Maicao, las hijas y los nietos esperan desde el 29 de mayo para poder cruzar la
frontera. Cuando lo logren, pues en La Guajira no se ha podido establecer aún
un corredor humanitario formal y el paso es esporádico, engrosarán la cifra
de los más de 74.000 venezolanos que, según Migración Colombia, han regresado a
su país en el marco de la pandemia.
Muchos
más se les unirán hasta llegar a los 330.000 retornados, según estimó el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID). La cifra, sin embargo, es ínfima, si se
compara con los alrededor de 5 millones de venezolanos que se calcula han
salido de su país.
“Que se hayan regresado 50.000 personas (según el régimen de Nicolás Maduro) es un número interesante, quizás un número complicado para el Gobierno de manejar, porque a muchos de los retornados han tenido que aislarlos (…) Pero 'grosso modo' es un número insignificante, comparado con el de personas que se han ido”, le dijo a EL TIEMPO Gerardo González, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración y gerente de proyectos de la firma de investigación de mercados Consultores 21. Para febrero, antes de la llegada de la pandemia, Migración Colombia estimaba que en este país había más de 1’700.000 venezolanos.
“Que se hayan regresado 50.000 personas (según el régimen de Nicolás Maduro) es un número interesante, quizás un número complicado para el Gobierno de manejar, porque a muchos de los retornados han tenido que aislarlos (…) Pero 'grosso modo' es un número insignificante, comparado con el de personas que se han ido”, le dijo a EL TIEMPO Gerardo González, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración y gerente de proyectos de la firma de investigación de mercados Consultores 21. Para febrero, antes de la llegada de la pandemia, Migración Colombia estimaba que en este país había más de 1’700.000 venezolanos.
“El
problema no es la cantidad sino la dimensión que tiene este retorno,
lo mal que ha sido este retorno forzado. Se da en condiciones igual de
vulnerables, igual de peligrosas que cuando ellos salieron de Venezuela”,
agregó la socióloga venezolana Claudia Vargas.
Para la familia de Íngrid, volver no ha sido fácil. Una de esas noches, mientras dormían sobre unos sacos de arena en un balcón que les habían cedido, unos hombres amenazaron con echarles querosén y prenderles fuego. A situaciones como esa se suma el hecho de que el régimen venezolano redujo el flujo de migrantes autorizados para retornar.
Para la familia de Íngrid, volver no ha sido fácil. Una de esas noches, mientras dormían sobre unos sacos de arena en un balcón que les habían cedido, unos hombres amenazaron con echarles querosén y prenderles fuego. A situaciones como esa se suma el hecho de que el régimen venezolano redujo el flujo de migrantes autorizados para retornar.
Según
Migración Colombia, el tránsito de personas solo se puede realizar los “lunes,
miércoles y viernes, en grupos que no superen las 300 personas para el
puente Simón Bolívar, en Norte de Santander, y 100 para el puente José Antonio
Páez, en Arauca”.
Javier
Tarazona, director general de la Fundación Redes, confirmó que ayer no hubo
ingresos a través de la frontera con Táchira. “No solo se fueron del país
por emergencia, sino que se ven forzados a regresar y no los dejan ingresar”,
aseguró.
Antes
de la pandemia, Consultores 21 ya medía el retorno de muchos venezolanos, no
solo por motivos económicos sino también por discriminación. Íngrid fue de las
que intentó establecerse en Colombia, hace un par de años, y solo aguantó
cuatro meses, justo por esta última razón. Ahora –asegura– sus hijas vuelven a
Venezuela también para quedarse. “Dicen que más nunca se van para allá”,
insiste, al tiempo que asegura que otros tres hijos que están radicados en
Colombia tienen planes de regresar, una vez superada la pandemia.
Pero,
según los expertos locales, esto no será lo que hará la mayoría. “A medida
que vayan levantando las cuarentenas o flexibilizando los mecanismos para la
prevención de la pandemia en los países receptores, estas personas van a
regresar de Venezuela”, acotó Vargas, quien insistió en que esto no será
inmediato y quizás tampoco en grandes masas, pero que incluso podrían arrastrar
a otros familiares o nuevos migrantes con ellos.
“La
gente va a seguir probando suerte (en otros países), por dos razones: la
económica (…) y que hay una demanda fuerte de que esas personas sigan mandando
remesas. Lo que pasó en estos últimos cuatro meses fue que se cortó la
reunificación familiar”, dijo Gerardo González, quien destacó que esta vez no
será tan fácil salir debido a las restricciones que han impuesto otros países.
Y
hay un tercer factor que también provocaría esta nueva salida, a juicio de
Vargas: la manera en la que los ha recibido el régimen, con restricciones,
en refugios que han sido comparados con campos de concentración y
estigmatizándolos como traidores focos de contagio. Hace poco el secretario
de Gobierno del estado fronterizo de Zulia, Lisandro Cabello, dijo que quienes
retornan son “armas biológicas” y el lunes la vicepresidenta Delcy Rodríguez
afirmó que la amenaza para Venezuela hoy es el “regreso” de sus migrantes.
Pero
la voluntad de volver a su tierra ha vencido los temores que tienen las hijas y
los nietos de Íngrid de enfrentarse a todo eso y de volver a un país con
condiciones mucho peores que las que dejaron.
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