Ismael Pérez Vigil 13 de junio de 2020
Se
está presentando con fuerza la discusión política de opciones para que la
oposición defina su estrategia con relación a la vía para salir de la crisis
del país y este régimen de oprobio. Claramente se perfilan dos opciones, que no
son nuevas; una es la vía que implica un proceso de negociación que desemboque
en un proceso electoral; y la segunda es la conformación de una coalición
internacional que despliegue una Operación de Paz y Estabilización en
Venezuela. Para decirlo en dos platos: una vía electoral y una intervención
militar.
Sobre
lo electoral, no voy a argumentar más de lo mucho que ya he argumentado; iré de
lleno sobre las objeciones. No se me escapa considerar que las condiciones
actuales, en lo interno, la fuerza interna de la oposición, no son las mismas
que en 2015, cuando se ganaron los 2/3 de la AN; aparte de otras
consideraciones –migración, desmotivación, liderazgo débil y unipersonal y
otras– hoy nuestra fortaleza es más precaria, a pesar del mayor apoyo
internacional, y es mayor el riesgo de que el fraude sea mayor y nuevamente sea
imposible “ejercer” el resultado electoral y que la AN pueda asumir cabalmente
y cumplir su papel, como no lo pudo hacer, en 2015. Pero tampoco se me escapa
que la electoral sigue siendo la alternativa más factible, a la que es posible
incorporar a la gran mayoría de los venezolanos y es la única opción en la que
hemos logrado éxitos importantes y prueba de ello es que es la opción que más
teme y combate el régimen.
La
otra opción, que edulcora la intervención militar, es la propuesta de una
“coalición internacional” que intervenga en Venezuela, formulada por Maria
Corina Machado (MCM) –que denominaré Propuesta Machado– y que tiene algún
tiempo sobre el tapete; incluso ya el 11 de mayo de este año fue presentada en
la página Web de su organización, pero fue concretada con mayor precisión en un
artículo firmado por la misma dirigente, aparecido en el diario español El
Mundo, el 8 de junio de este año y que denominó: Venezuela: El desafío
ineludible para Occidente, y que esta semana ha recorrido un buen camino en
redes sociales y grupos de WhatsApp.
La
Propuesta Machado ha sido respaldada por el presidente de GANA, Enrique
Aristeguieta Gramcko, en una carta dirigida al presidente Juan Guaidó, reseñada
el 12 de mayo en el Noticiero Digital y publicada el 10 de junio en El
Bogotano. También ha sido aclarada, explicada y apoyada por otros voceros y
analistas, entre ellos Carlos Blanco, (El desafío ineludible, El Nacional,
junio 10, 2020) y se resume en una Operación de Paz y Estabilidad (OPE),
mediante la conformación de una fuerza internacional, a través de una coalición
de aliados para rescatar las instituciones e imponer el orden y otras tareas
que se enumeran en la Propuesta.
Considero
que la exposición de la Propuesta Machado sobre la situación del país es
magistral y la comparto; el análisis crítico que hace de las alterativas que se
han desplegado en Venezuela en estos 22 años, aunque es bastante completo, ya
no lo comparto tanto; y obviamente la propuesta final, no la comparto en
absoluto.
Al
margen de los temas éticos, morales, de principios o valores – que no
consideraré–, en cuanto a la vía violenta o pacífica para resolver la compleja
crisis en Venezuela, no creo que ni MCM, ni Aristeguieta Gramcko, ni Carlos Blanco, sean ingenuos y no se hayan
paseado por el análisis de si esa propuesta tiene alguna factibilidad, después
de que los principales países que podrían llevarla adelante –los EEUU, Brasil,
Colombia, Canadá, Argentina, Chile, Perú, entre otros– han dicho claramente que
se oponen a la conformación de una fuerza militar internacional o a cualquier
intervención externa, que vaya más allá de las sanciones contra personas o
empresas del estado. Tampoco veo valida la invocación de algo tan abstracto
como el Derecho a Proteger (R2P), ni al TIAR, pues incluso se han realizado dos
reuniones en la OEA en el marco de este acuerdo en 2019 –la última el 3 de
diciembre– que han rechazado esa propuesta; y en este año, febrero de 2020, hay
una declaración expresa y una propuesta de los EEUU sobre la salida que ellos
proponen para Venezuela, que coincide con los expresado hace más de un año ya,
por la UE y lo dicho en enero 2020 por la AN y Juan Guaidó.
Descartando
entonces la ingenuidad y una intención demagógica, como algunos sostienen, ¿Qué
mueve a MCM a formular una propuesta, que depende de la decisión de un tercero
y cuyas probabilidades que se realice parecen nulas? No me queda sino pensar
que lo que busca la Propuesta Machado es “diferenciarse” para un mejor
posicionamiento en el cuadro opositor. Algunas personas durante los últimos
años, han venido manteniendo posiciones –que algunos denominan “radicales” y
otros “valientes”– porque son “populares”, para mantenerse en el candelero como
“líderes”. No digo que ese sea el objetivo de MCM con su propuesta, pero en
todo caso, ese es ya un objetivo logrado.
Algunos
analistas y periodistas ya hablan de tres fracciones opositoras y las
consideran en “pie de igualdad” –cosa que dista mucho de ser cierta, a tenor de
encuestas y resultados electorales–; las tres fracciones son una encabezada por
MCM; dos, la encabezada por Henry Falcón y los integrantes de la Mesa de
Diálogo, o “mesita” de diálogo y tres, la encabezada por la AN, Juan Guaidó y
los partidos del llamado G4, que son más de 4. Ese es entones, como dije, ya un
logro de la Propuesta Machado; pero lo que también logrará esa propuesta –en mi
opinión– es generar falsas expectativas y confundir más a una población
opositora, de por sí ya bastante decepcionada y confundida.
Así
como hay serias dudas con respecto a la vía electoral, surgen varias dudas con
relación a la Propuesta Machado. Comentaré solo algunas.
No
obstante, que lo del carácter militar de esa fuerza es explicado por Carlos
Blanco, al señalar que sería: “…sin tropas extranjeras de infantería dentro de
Venezuela. Las tareas militares internas les corresponderán a los tenientes,
capitanes, mayores, comandantes, coroneles, soldados venezolanos que están
dentro y fuera del país”. (¿remembranzas de “la planta insolente del
extranjero…” de Cipriano Castro?) Pero, sí la fuerza que interviene no es
militar, entonces no será una fuerza comparable a la del régimen y puedo sino
preguntar –sin ningún dejo de ironía– ¿Cómo se logra “sin tropas extranjeras…”,
de manera teledirigida y desde el exterior, que se consolide “una fuerza
superior a la que controla el país”?
Siendo
inevitable entonces la intervención militar en algún momento del proceso, ¿Cómo
nos garantizamos que esos militares, extranjeros o nacionales, estén dispuestos
a deponer las armas y entregar el poder a los civiles? Otras preguntas son: ¿Es
válido buscar al vecino mayor para que se “agarre” por nosotros? ¿Estará
dispuesto el vecino? ¿Qué pedirá a cambio? ¿Estaremos preparados para pagar el
precio que pida?
La
Propuesta Machado, como decía un amigo en una discusión reciente, parte de dos
falacias: una, haber intentado las vías de negociación y electoral y al no
haber sido exitosas –cosa discutible–, están agotadas; y dos, que asume que
como somos incompetentes para manejar nuestro país, debemos llamar a otros para
que vengan a hacerlo.
Creo
que la discusión entre las dos vías debe plantearse en términos de la
factibilidad de desarrollar una política de incorporación de la población a la
lucha por la democracia y no en términos de la mayor eficacia –teórica– de una
u otra vía. La vía electoral, con sus deficiencias, al menos es algo que
podemos decidir localmente; la vía de una intervención externa, no depende de
nuestra decisión, ni su convocatoria, ni su desarrollo, ni sus resultados.
Por
último –y este es un punto muy álgido–, está la discusión sobre la
compatibilidad de ambas opciones o la posibilidad de integrar a quienes las
promueven en una sola. Desde luego creo que teóricamente es posible pensar en
una intervención externa que después conduzca a un proceso electoral; y otros
dirán que, logrado un triunfo electoral contundente, si es arrebatado –y
precisamente por eso– será posible considerar que se abran otras vías. Todo es
pensable; pero no creo que los actores que promueven ambas vías, especialmente
la OPE, estén dispuestos a ceder, para buscar esa integración.
Como
dice otro amigo, lo que pasa es que la oposición –la que representan la AN, el
G4 y Juan Guaidó– le teme más a lo que opinen las “redes sociales” que al
propio régimen, pero creo que estamos ya en el punto en el cual cada quien en
la oposición debe seguir sus propias propuestas, sin empeñarse en una “unidad”
que no tiene un asidero firme, al menos en este momento. Es necesario sortear o
superar esta hondonada en la que nos hemos metido y continuar camino con
aquellos que podamos hacerlo juntos; y con los que no se pueda, que continúen
cada quien el suyo, haciendo lo que les sea posible.
Ismael
Pérz Vigil
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