Francisco Fernández-Carvajal 13 de junio de
2020
@hablarcondios
— Amor y veneración a Jesús Sacramentado.
— Alimento para la vida eterna.
— La procesión del Corpus Christi.
I. Lauda,
Sion, Salvatorem... Alaba, Sión, al
Salvador; alaba al guía y al pastor con himnos y cánticos1.
Hoy celebramos esta gran Solemnidad en honor del misterio eucarístico. En ella
se unen la liturgia y la piedad popular, que no han ahorrado ingenio y belleza
para cantar al Amor de los amores. Para este día, Santo Tomás
compuso esos bellísimos textos de la Misa y del Oficio divino. Hoy debemos dar
muchas gracias al Señor por haberse quedado entre nosotros, desagraviarle y
mostrarle nuestra alegría por tenerlo tan cerca: Adoro te, devote,
latens Deitas..., te adoro con devoción, Dios escondido..., le diremos hoy
muchas veces en la intimidad de nuestro corazón.
En la Visita al Santísimo podremos
decirle al Señor despacio, con amor: plagas, sicut Thomas, non
intueor..., no veo las llagas, como las vio Tomás, pero confieso que eres
mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame.
La fe en la presencia real de Cristo en la Sagrada
Eucaristía llevó a la devoción a Jesús Sacramentado también fuera de la Misa.
La razón de conservar las Sagradas Especies, en los primeros siglos de la
Iglesia, era poder llevar la comunión a los enfermos y a quienes, por confesar
su fe, se encontraban en las cárceles en trance de sufrir martirio. Con el paso
del tiempo, la fe y el amor de los fieles enriquecieron la devoción pública y
privada a la Sagrada Eucaristía. Esta fe llevó a tratar con la máxima
reverencia el Cuerpo del Señor y a darle un culto público. De esta veneración
tenemos muchos testimonios en los más antiguos documentos de la Iglesia, y dio
lugar a la fiesta que hoy celebramos.
Nuestro Dios y Señor se encuentra en el Sagrario, allí
está Cristo, y allí deben hacerse presentes nuestra adoración y nuestro amor.
Esta veneración a Jesús Sacramentado se expresa de muchas maneras: bendición
con el Santísimo, procesiones, oración ante Jesús Sacramentado, genuflexiones
que son verdaderos actos de fe y de adoración... Entre estas devociones y
formas de culto, «merece una mención particular la solemnidad del Corpus
Christi como acto público tributado a Cristo presente en la Eucaristía
(...). La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico.
Jesús nos espera en este sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a
encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a
reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración»2.
Especialmente el día de hoy ha de estar lleno de actos de fe y de amor a Jesús
Sacramentado.
Si asistimos a la procesión, acompañando a Jesús, lo
haremos como aquel pueblo sencillo que, lleno de alegría, iba detrás del
Maestro en los días de su vida en la tierra, manifestándole con naturalidad sus
múltiples necesidades y dolencias; también la dicha y el gozo de estar con Él.
Si le vemos pasar por la calle, expuesto en la Custodia, le haremos saber desde
la intimidad de nuestro corazón lo mucho que representa para nosotros...
«Adoradle con reverencia y con devoción; renovad en su presencia el
ofrecimiento sincero de vuestro amor; decidle sin miedo que le queréis;
agradecedle esta prueba diaria de misericordia tan llena de ternura, y fomentad
el deseo de acercaros a comulgar con confianza. Yo me pasmo ante este misterio
de Amor: el Señor busca mi pobre corazón como trono, para no abandonarme si yo
no me aparto de Él»3.
En ese trono de nuestro corazón Jesús está más alegre que en la Custodia más
espléndida.
II. El Señor
los alimentó con flor de harina y los sació con miel silvestre4,
nos recuerda la Antífona de entrada de la Misa.
Durante años el Señor alimentó con el maná al pueblo
de Israel errante por el desierto. Aquello era imagen y símbolo de la Iglesia
peregrina y de cada hombre que va camino de su patria definitiva, el Cielo;
aquel alimento del desierto es figura del verdadero alimento, la Sagrada
Eucaristía. «Este es el sacramento de la peregrinación humana (...).
Precisamente por esto, la fiesta anual de la Eucaristía que la Iglesia celebra
hoy contiene en su liturgia tantas referencias a la peregrinación del pueblo de
la Alianza en el desierto»5.
Moisés recordará con frecuencia a los israelitas estos hechos prodigiosos de
Dios con su Pueblo: No sea que te olvides del Señor tu Dios, que te
sacó de Egipto, de la esclavitud...6.
Hoy es un día de acción de gracias y de alegría porque
el Señor se ha querido quedar con nosotros para alimentarnos, para
fortalecernos, para que nunca nos sintamos solos, La Sagrada Eucaristía es
el viático, el alimento para el largo caminar de la vida hacia la
verdadera Vida. Jesús nos acompaña y fortalece aquí en la tierra, que es como
una sombra comparada con la realidad que nos espera; y el alimento terreno es
una pálida imagen del alimento que recibimos en la Comunión. La Sagrada
Eucaristía abre nuestro corazón a una realidad totalmente nueva7.
Aunque celebramos una vez al año esta fiesta, en
realidad la Iglesia proclama cada día esta dichosísima verdad: Él se nos da
diariamente como alimento y se queda en nuestros Sagrarios para ser la
fortaleza y la esperanza de una vida nueva, sin fin y sin término. Es un
misterio siempre vivo y actual.
Señor, gracias por haberte quedado. ¿Qué hubiera sido
de nosotros sin Ti? ¿Dónde íbamos a ir a restaurar fuerzas, a pedir alivio?
¡Qué fácil nos haces el camino desde el Sagrario!
III. Un
día que Jesús dejaba ya la ciudad de Jericó para proseguir su camino hacia
Jerusalén, pasó cerca de un ciego que pedía limosna junto al camino. Y este, al
oír el ruido de la pequeña comitiva que acompañaba al Maestro, preguntó qué era
aquello. Y quienes le rodeaban le contestaron: Es Jesús de Nazareth que
pasa8.
Si hoy, en tantas ciudades y aldeas donde se tiene esa
antiquísima costumbre de llevar en procesión a Jesús Sacramentado, alguien
preguntara al oír también el rumor de las gentes: «¿qué es?», «¿qué ocurre?»,
se le podría contestar con las mismas palabras que le dijeron a Bartimeo: es
Jesús de Nazareth que pasa. Es Él mismo, que recorre las calles recibiendo
el homenaje de nuestra fe y de nuestro amor. ¡Es Él mismo! Y, como a Bartimeo,
también se nos debería encender el corazón para gritar: ¡Jesús, Hijo de
David, ten piedad de mí! Y el Señor, que pasa bendiciendo y haciendo
el bien9, tendrá compasión de nuestra ceguera y de tantos males como a
veces pesan en el alma. Porque la fiesta que hoy celebramos, con una
exuberancia de fe y de amor, «quiere romper el silencio misterioso que circunda
a la Eucaristía y tributarle un triunfo que sobrepasa el muro de las iglesias
para invadir las calles de las ciudades e infundir en toda comunidad humana el
sentido y la alegría de la presencia de Cristo, silencioso y vivo acompañante
del hombre peregrino por los senderos del tiempo y de la tierra»10.
Y esto nos llena el corazón de alegría. Es lógico que los cantos que acompañen
a Jesús Sacramentado, especialmente este día, sean cantos de adoración, de
amor, de gozo profundo. Cantemos al Amor de los amores, cantemos al
Señor; Dios está aquí, venid, adoremos a Cristo Redentor... Pange, lingua,
gloriosi... Canta, lengua, el misterio del glorioso Cuerpo de Cristo...
La procesión solemne que se celebra en tantos pueblos
y ciudades de tradición cristiana es de origen muy antiguo y es expresión con
la que el pueblo cristiano da testimonio público de su piedad hacia el
Santísimo Sacramento11.
En este día el Señor toma posesión de nuestras calles y plazas, que la piedad
alfombra en muchos lugares con flores y ramos; para esta fiesta se proyectaron
magníficas Custodias, que se hacen más ricas cuanto más cerca de la Forma
consagrada están los elementos decorativos. Muchos serán los cristianos que hoy
acompañen en procesión al Señor, que sale al paso de los que quieren verle,
«haciéndose el encontradizo con los que no le buscan. Jesús aparece así, una
vez más, en medio de los suyos: ¿cómo reaccionamos ante esa llamada del Maestro?
(...).
»La procesión del Corpus hace presente a Cristo por
los pueblos y las ciudades del mundo. Pero esa presencia (...) no debe ser cosa
de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús nos trae a la
memoria que debemos descubrirlo también en nuestro quehacer ordinario. Junto a
esa procesión solemne de este jueves, debe estar la procesión callada y
sencilla, de la vida corriente de cada cristiano, hombre entre los hombres,
pero con la dicha de haber recibido la fe y la misión divina de conducirse de
tal modo que renueve el mensaje del Señor en la tierra (...).
»Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser
almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría,
en serenidad, en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea de
reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las
actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús: Yo, cuando sea
exaltado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí (Jn 12,
32)»12.
1 Secuencia Lauda,
Sion, Salvatorem. —
2 Juan
Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 24-II-1980. —
3 San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 161. —
4 Antífona
de entrada, Sal 80, 17. —
5 Juan
Pablo II, Homilía, 4-VI-1988. —
6 Primera
lectura. Ciclo A. Cfr. Dt 8, 2-3; 14-16. —
7 Cfr. Evangelio
de la Misa. Ciclo C. Lc 9, 11-17. —
8 Lc 18,
37. —
9 Cfr. Hech 10,
38. —
10 Pablo
VI, Homilía, 11-VIII-1964. —
11 Cfr. J.
Abad y M. Garrido, Iniciación a la
liturgia de la Iglesia. Palabra, Madrid 1988, pp. 656-657. —
12 San
Josemaría Escrivá, o. c., 156.
*Esta Solemnidad se remonta al siglo xiii.
Primero fue establecida para la diócesis de Lieja, y el Papa Urbano IV la
instituyó en 1264 para toda la Iglesia. El sentido de esta fiesta es la
consideración y el culto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía. El
centro de la fiesta había de ser, según describía ya el Papa Urbano IV, un
culto popular reflejado en himnos y alegría. Santo Tomás de Aquino, a petición
del Papa, compuso para el día de hoy dos oficios en 1264, que han alimentado la
piedad de muchos cristianos a lo largo de los siglos. La procesión de la
Custodia por las calles engalanadas de muchos lugares testimonia la fe y el
amor del pueblo cristiano hacia Cristo que vuelve a pasar por nuestras ciudades
y pueblos. La procesión nació a la par que la fiesta.
*En los lugares donde esta Solemnidad no es de
precepto, se celebra -como día propio- el domingo siguiente a la Santísima
Trinidad.
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