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martes, 16 de junio de 2020

Leandro Buzón: “Todo lo que apunte a preservar la vida lo aplaudo y lo celebro” por @prodavinci



Por Hugo Prieto


La historia personal de cada uno de nosotros parte de un episodio que, sin importar su origen o naturaleza, nos marca para siempre. En el caso de Leandro Buzón*, fue una conversación con su primo hermano David, quien terminó en la cárcel luego de que se vengara de unos sujetos que le pegaron dos tiros para despojarlo de una moto. «Me di cuenta que la cárcel era un cementerio de hombres vivos. Me dije a mí mismo y también a los chamos del barrio que ése no era el camino. Que el lugar de donde venimos no nos iba a marcar. Que el estudio y la formación es la vía para ganarse el respeto». 

Sin duda, se trata de una motivación, de un poderoso motor de búsqueda, pero el barrio es un mundo complejo y una realidad muy distinta a la que comúnmente denominamos ciudad. La relación entre el barrio y la alcaldía, a lo sumo, es disfuncional y espasmódica. Quizás porque los servicios públicos llegan a cuenta gota o no se cobran. Quizás porque la seguridad es la inseguridad. 

Lo cierto es que después de la elección al cargo que sea, el rostro de un político, en forma de afiche, se convierte en una sonrisa espectral adosada a la pared. A Buzón, que apoyó la candidatura de Henrique Capriles en 2012, en cada caminata, en cada concentración, le decían mentiroso. «¿Por qué me dicen así? Yo no he sido alcalde, yo no he sido gobernador. Yo sólo creo en una causa». 

Después de recorrer los 335 municipios de Venezuela junto con Roberto Patiño, ambos deciden fundar Caracas Mi Convive. «Lo hicimos con la visión de promover liderazgos de base —reales, genuinos—, con capacidad de incidir y transformar la realidad de su entorno. Valga decir, de sus comunidades». Su misión: reducir los índices de violencia y criminalidad, promoviendo la convivencia. Una de las clave de su trabajo. 

El mundo popular siempre ha defendido su autonomía, sus códigos, su jerga, y manifiesta ante la política grandes reservas, dudas, sospechas. Es una relación inestable, llena de fricciones. ¿Es posible establecer alianzas? ¿Explorar problemáticas o soluciones?

Eso es parte de una discusión apasionante que sostuve con uno de mis profesores de la universidad, José Luis López, quien lamentablemente partió de este mundo. Él daba clases de Sociología política, casualmente la materia que yo doy ahora. Pareciera que uno tuvo o tiene la oportunidad de estar en ambos mundos. Por un lado, la política y por el otro mi historia, mi origen, el barrio (Monte Piedad, en el 23 de Enero). Por un lado, la soberbia del ilustrado. «Aquí vengo yo a decirte cómo tienes que vivir, cómo tienes que organizarte, incluso, cómo tienes que hablar o plantarte». Y por el otro lado, la profunda desconfianza que manifiesta la comunidad, quizás porque ha sido traicionada una y mil veces. La convivencia se logra a través de la construcción mutua de confianza. La convivencia, además de ser la copa de cristal necesaria para beber el agua, puede ser la copa de cristal para tomar decisiones y para echar a andar procesos de organización. Gracias a la confianza, que muchos líderes y personas de la comunidad han puesto en nosotros, hemos podido acceder a los testimonios de víctimas de la violencia, hemos podido montar juntos un comedor y establecer planes de formación para un equipo y líderes de base. Esa confianza no se decreta, se teje, se construye, se arma. 


Socialmente hay prácticas excluyentes. Hay como una suerte de espejo que proyecta prejuicios y descalificaciones, que pudieran ser equivalentes y se contraponen. ¿Qué reflexión haría alrededor de ese planteamiento? ¿Cómo se podría romper ese esquema binario, cuya característica es el rechazo mutuo?

Pareciera que tuvimos una suerte de élites que desconocían el mundo popular. Y esas élites políticas, por así decirlo, están presente en los estudios del Centro de Investigaciones Populares, en el pensamiento del padre Alejandro Moreno y, más recientemente, a finales de los 80, en Moisés Naim, El País sin Élites. Esa relación conflictiva posibilitó, con base en un discurso y a una narrativa desde el poder, que el señor Hugo Chávez —a través de la polarización— consolidara su proyecto político. La forma de tender puentes, creo yo, es partiendo del hecho de que ambos mundos son necesarios para construir sociedad. Esa idea de soberbia, de desprecio, de pretender que tú eres mejor que yo, a lo único que nos ha llevado es a enfrentarnos como ciudadanos, unos contra otros. Yo creo que la convivencia entre personas de procedencias distintas, que comúnmente se da en la universidad, puede ser una gran oportunidad para que las élites entiendan que el mundo popular sólo se va abrir, siempre que no se vean discriminados o marcados por su lugar de origen. Ésa es una de las razones de por qué hago lo que hago. 

El deseo es que los barrios se integren a la ciudad o la ciudad a los barrios. Es algo que tenemos que ver en ambas direcciones. ¿Cómo nos integramos en el bien común? ¿Cómo logramos resultados eficaces? ¿A través de casos modélicos? ¿Identificando prioridades? 
Partiendo de nuestra experiencia comunitaria, diría que hablando con la verdad. Ser muy honestos y transparentes con lo que se pueda o no se pueda hacer. Una intervención —a través de un proyecto— lo primero que tiene que calibrar y medir es la participación de la comunidad. Y, por supuesto, de sus principales líderes, los responsables de ir a ese proceso de organización, de promoverlo, de tener una comunicación directa con sus habitantes y con los respectivos apoyos en comunidad. En Mi Convive tenemos experiencia en la recuperación de espacios púbicos y eso, por lo general, arranca con un taller de prevención de violencia. De algún modo, categorizar e identificar los puntos calientes del barrio. Posteriormente, a través de discusiones y asambleas, en conjunto con la comunidad, podemos establecer tareas y roles. Ésa es la forma de alcanzar el objetivo, no hay otra. 

                                                          Fotografía de Kenny Jo | RMTF

¿Cuáles son los valores que le dan continuidad y sentido a esa experiencia?
La solidaridad. Sin lugar a dudas, el trabajo en equipo, como herramienta esencial. El respeto y el reconocimiento de cada uno de nosotros, porque todos somos importantes para generar el cambio. 

¿Qué caracterizaría a esos espacios?

Las prácticas democráticas, tan necesarias para el país. Los marcan, principalmente, la no discriminación política, y voy a una experiencia concreta. Recientemente, recuperamos en conjunto un espacio público en Chapellín. En esa gran asamblea, promovida por la comunidad y por nosotros, teníamos a un dirigente del PSUV, quien mostró su desacuerdo, porque «en esa plaza no iba a haber normas de convivencia y cada quien iba a hacer lo que le daba la gana», pudo exponer públicamente su opinión. Ambas partes se sentaron a conversar y llegaron a un acuerdo, a un consenso. La diferencia no significa odio ni violencia ni maltrato. El espacio de deliberación fortalece. Diría que el país necesita eso para poder superar muchas de sus trabas. Pero ese espacio de deliberación, en principio —y es fundamental en nuestra práctica—, tiene que estar marcado por el respeto.    

El chavismo ha fracasado como modelo de organización social. Su gestión de la economía ha resultado desastrosa. ¿A cuenta de qué tendría yo que sentarme para buscar una forma de convivencia con los señores del PSUV? 
Por la sencilla razón de que lo que está en riesgo es la vida. Si me tengo que sentar con alguien del PSUV o del CLAP lo voy a hacer. Me remito, una vez más, a una experiencia concreta. Recientemente, tuvimos una reunión con las comunas en Artigas y esos compañeros nos respetan porque hemos podido construir un trabajo de base real. Y como saben que hay una crisis alimentaria, ellos están dispuestos a buscar soluciones y alternativas. Incluso, enemistándose con los más radicales y fanáticos de su organización. Todas las cosas que apunten a preservar la vida, yo las aplaudo, las celebro. La vida es una sola y mientras podamos disfrutarla y convivir sanamente, pues adelante.  
A la gente se le da la oportunidad de transformar su realidad. Eso, creo yo, cambia conciencias y actitudes. ¿Han evaluado esos parámetros, digamos, en las experiencias que han emprendido en los barrios?
Sí, como coordinador de la Red Solidaria, el equipo que reúne a 28 líderes comunitarios, me he podido dar cuenta de que cuando uno de ellos logra recuperar, por ejemplo, una cancha deportiva que había sido tomada por el micro tráfico de drogas, se convierte en alguien que es capaz de relatar su experiencia ante otras audiencias, incluso ante líderes políticos que no piensan como él, y lo comunica como alguien que ha incidido de forma notable y positiva en su comunidad. Es un cambio cualitativo. Esa sola experiencia contribuye a que sus seguidores crean en él, porque viene de una experiencia verificable y concreta. Incluso, son vistos como referentes, como el ejemplo a seguir porque son líderes de base.

                                                         Fotografía de Kenny Jo | RMTF

¿Cómo poner en marcha experiencias productivas en los barrios, digamos, proyectos que tengan valor económico y social? ¿Eso es posible? ¿Podría mencionar algunos ejemplos tangibles?

Sí, siempre es algo que tenemos en mente. A partir del programa Alimenta la Solidaridad hemos seleccionado a las madres más destacadas para formarlas en gastronomía con los mejores chefs del país. Esa experiencia la hemos denominado “Sustento” y la comida que ellas preparan y venden les permite tener un ingreso. Quienes adquieren esta comida, digámoslo así, están alimentando una experiencia de avance, de superación de la pobreza y de generación de oportunidades. Apoyan, además, el programa Alimenta la Solidaridad, que brinda una comida diaria a 14.000 niños en toda Venezuela. En paralelo estamos desarrollando el programa Vamos Convive, orientado a los jóvenes que están ingresando a la adultez. Jóvenes que están en riesgo de caer en la delincuencia pero que, a través de Vamos Convive, tienen la opción de armar un portafolio de sus capacidades para insertarse en una empresa productiva o en lo poco de empresa privada que queda en el país. Hemos querido darle este enfoque de productividad porque sabemos y estamos muy conscientes de que mientras no exista independencia económica para los jóvenes y las comunidades en general, va a resultar mucho más compleja la posibilidad de que puedan crecer social y económicamente y que puedan tener un proyecto de vida real en libertad. 

¿Qué valoración hace sobre la destrucción de capacidades y oportunidades? ¿Cuál es el impacto de la pérdida de tejido social en nuestros barrios? ¿Qué diría de la implantación del proyecto totalitario en Venezuela?

La ideología del socialismo del siglo XXI ha tratado de implantar en nuestras comunidades lo que se conoce como la lógica del sapeo. Es decir, ése es opositor, vamos a perseguir a éste, niégale la bolsa a aquél. Nosotros, como venezolanos —tanto los que estamos en el país así como aquellos que están fuera, experimentando un proceso migratorio traumático, unos más, unos menos—, enfrentamos una pérdida, una ruptura, del tejido social que no sólo pretende acabarnos culturalmente, sino construir a otro venezolano que no somos. A nosotros nos marcan profundamente los lazos de solidaridad. Hay experiencias incansables en tiempos de pandemia. Siguen poniendo el pecho, siguen ayudando a quien más lo necesita. Nos han querido hacer ver como unos pedigüeños, pero yo creo en todo lo contrario, a nosotros nos moviliza el trabajo. Se pretende construir a un venezolano mezquino, sapo, a través de la lógica del patriota cooperante, cuya única pregunta es: ¿quién  está en contra y quién está a favor? Quieren construir algo que borre nuestra capacidad de comunicarnos y expresarnos. Pero tenemos que aferrarnos a lo que somos culturalmente para poder derrotar la vocación totalitaria de este proyecto. Y apelar a nuestros valores para poder construir una democracia más sólida, más sana, con verdaderas posibilidades de liberar más que de controlar. 

¿En qué medida la pandemia ha impactado la naturaleza relacional y marcadamente afectiva de los venezolanos? ¿Somos o no somos más solidarios a raíz de la pandemia? 

Creo que somos mucho más solidarios en tiempos de pandemia. Y lo ilustro con dos casos concretos. Saray Figueredo, joven madre, líder del Cementerio y de la Cota 905, no ha parado de hacer sus visitas para promover la convivencia y el apoyo a sus chamos, obviamente, con todas las medidas de bioseguridad correspondientes. Incluso, sabiendo que hay un virus que amenaza nuestras vidas, hay personas dispuestas a seguir colaborando y contribuyendo. Me quito el sombrero ante mi equipo de trabajo Alimenta la Solidaridad. Con escasez de gasolina, de agua y de gas, no ha parado en la distribución de insumos a todos y cada uno de nuestros comedores (76 en la región capital), en estas 13 semanas de confinamiento. Nuestras madres, del equipo de Sustento, tampoco han descansado. ¿Que nuestra capacidad relacional y afectiva se han visto afectada? Sí. ¿Que los abrazos y los besos en los cachetes espontáneos se han visto mermados? Sí. Pero gracias a las nuevas tecnologías hemos podido tener un acompañamiento comunitario, hemos podido desarrollar espacios de conferencia a través de los cuales estos líderes han podido comunicarse. Creo que vienen tiempos de un activismo que movilice a nuestra ciudadanía. Y una de las claves va a ser la solidaridad en tiempos de pandemia. 

Dijo que había que hablar con la verdad. ¿Vale la pena correr el riesgo de hablarle a la gente con la verdad, digamos, ahora que es vista como algo subversivo y peligroso?

Yo creo que sí, porque es lo que nos ha permitido transitar por este camino social, con todos los riesgos que eso implica. Sin que nadie nos señale, sin que nadie nos persiga, por el trabajo que estamos haciendo. Es la visión de un equipo que cree en el liderazgo colectivo, que cree en la promoción de los liderazgos de base para transformar la sociedad. Hablar con la verdad, creo que forma parte de la solución y de la salida no violenta al conflicto de la sociedad venezolana, que bastante mal la está pasando. 

*Sociólogo por la UCAB. Gerente general Movimiento Caracas Mi Convive.

14-06-20




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