Por Froilán Barrios
De entrada, el destino
del género humano a todos nos debiera importar sin menoscabo alguno de razas,
ni matices de color de piel, pues el homo sapiens se extendió por los siglos de
los siglos por este pródigo planeta Tierra, aun cuando desde la prehistoria
hasta el presente siglo XXI el relato universal haya registrado una constante:
la discriminación racial como tara de la condición humana.
De tal manera que hoy,
tras 2 décadas del siglo XXI, presenciamos múltiples persecuciones por
xenofobia, como es el caso de la etnia de los uigures, grupo étnico musulmán de
10 millones de personas que durante siglos ha vivido en el noroeste de China,
acusados de extremismo islámico y sometidos por el régimen de Xi Jinping a
campos de reeducación; o los rohingyas, un grupo étnico de alrededor de 1
millón de personas, concentradas en el norte del estado de Rakhine, en
Birmania; en Estados Unidos se ha remarcado el movimiento afroamericano Black Lives
Matter, creado recientemente en el contexto de 2020 para luchar contra el
racismo. Todos estos conflictos raciales han generado condenas de organismos
internacionales entre ellos la ONU y la CPI en procura de los derechos humanos.
Entre tanto, ¿quién procura
acciones en defensa de los migrantes venezolanos? De los más de 6 millones que
componen la diáspora, más de 4 millones partieron a Suramérica y de ellos más
de la mitad deambula a la intemperie a merced de mafias, víctimas de
segregación y desprecio por los caminos que recorren. Si bien es cierto la OEA,
la ONU, la UE, el Grupo de Lima y Estados Unidos se han pronunciado y
suministrado recursos, dichas ayudas no solucionan integralmente la minusvalía
de millones de migrantes en situación de vulnerabilidad y de sobreexplotación
laboral, que llegan incluso a ser tratados como esclavos y a la explotación
sexual.
Considero que la acción
de los gobiernos involucrados, sea en la región andina o el Cono Sur, no
consideran como prioritaria en sus políticas de Estado la atención urgente de
esa inmensa masa humana. Aun cuando reconocemos que cada país tiene sus propios
problemas nacionales, ahora agravados con el covid-19, no es menos cierto que
sus gobiernos reciben explícitamente fondos para atender la migración
venezolana y solo han maquillado sus ejecutorias.
¿Qué vemos en realidad?
Pues a Perú, Ecuador y Colombia reforzando sus fronteras para “frenar a los
migrantes ilegales”. La “valiente acción” de Perú consistió en enviar la semana
reciente 1.200 soldados con carros de combate a su frontera con Ecuador para
impedir el ingreso de venezolanos con la excusa del covid 19; este último país,
por su parte, envió tropas para arrinconar a una población indefensa,
hambrienta, que anda como paria mendigando la subsistencia.
Además de la pandemia,
la otra excusa es que son ilegales, argumento ridículo pues las fronteras están
cerradas para los venezolanos. En América Latina solo hay relaciones formales
con Bolivia, Argentina, México y por supuesto Cuba, con los que se mantienen
vuelos permanentes. La salida del territorio nacional es en todo sentido una
odisea, incluso con visa y pasaporte vigente.
Entonces, ¿a quién
debiera importarle la vida de los venezolanos?
Pronunciar el nombre de
Maduro es un insulto al pueblo venezolano, pues su gestión es la que ha
promovido el éxodo más notorio de la historia continental, solo superado por el
colombiano a Venezuela y el de México y Centroamérica a Estados Unidos. Por
cierto, es tal el cinismo del tirano que recurre a la gesta de nuestros
libertadores para reclamarles la falta de atención de gobiernos extranjeros a
quienes son víctimas del saqueo nacional, rematada con las arengas de diputados
a la fraudulenta Asamblea Nacional, dirigidas a asaltar las viviendas propiedad
de los migrantes.
El gobierno interino
debiera hacerlo, pero no ha asumido integralmente como prioridad la asistencia
a los millones de migrantes en situación vulnerable, que debiera ser coordinada
con la comunidad internacional y los gobiernos de los Estados donde reside la
mayoría de la diáspora venezolana, cuya condición de miseria es, conjuntamente
con el saqueo nacional, la demostración ante el mundo de la condición criminal
de la dictadura que ha expoliado a nuestro país.
03-02-21
https://www.elnacional.com/opinion/la-vida-de-los-venezolanos-importa/
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