Daniel Pardo BBC Mundo, Caracas Lunes, 7 de julio de 2014
"¡Siete!", grita la
enfermera. "Nora, por favor, siete, siete", vuelve a gritar. Está en
el séptimo piso. Espera al único ascensor que funciona en el hospital de nueve
plantas. Y el botón para llamarlo tampoco sirve.
La enfermera, que no revela su nombre
a BBC Mundo, tiene la opción de usar las escaleras, aunque dice que le duelen
las rodillas. Pero los pacientes, la mayoría de ellos, no tienen esa
posibilidad.
"El ascensor lleva así desde el
año pasado", asegura, mientras grita de nuevo -"¡siete, siete!"-
y golpea la puerta.
"Así es como tenemos que trabajar
acá", dice, en referencia al Hospital General Dr. José Gregorio Hernández
en el barrio caraqueño de Catia, en Venezuela.
Crisis
El sistema de salud pública de
Venezuela vive actualmente una de las peores crisis de su historia.
Lo que ocurre en el hospital de Catia,
también conocido como el hospital de Los Magallanes, "es un resumen de lo
que pasa en todos los hospitales del país", le dice a BBC Mundo el doctor
Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana, quien es
duro crítico del gobierno de Nicolás Maduro.
"El 90% de 300 hospitales
públicos que hemos analizado", asegura, "cuenta solo con el 3% de los
insumos básicos para responder a las necesidades de los pacientes".
El ministro de Salud, Francisco
Armada, admitió hace un mes que "existen fallas muy importantes a nivel de
atención hospitalaria", a pesar de otras inversiones en salud del gobierno
que según él han sido exitosas, como la red de atención primaria ambulatoria
conocida como Barrio Adentro.
Venezuela acompaña a Paraguay, Bolivia
y Uruguay en la lista de países de la región que no tienen hospitales con
certificación de Joint Commission International (JCI), una organización con
sede en Chicago, EEUU, que establece estándares de calidad de servicio para los
centros de salud.
En el escalafón de la revista América
Economía de los 50 mejores hospitales -tanto públicos como privados-
de América Latina solo hay dos en Venezuela. Y ambos son privados.
Mientras tanto, el público hospital de
Catia no cuenta actualmente con las especialidades de radiología, cardiología y
oftalmología, entre otras.
Y al ser de uno de los seis hospitales
de referencia nivel 4 que hay en Caracas (es decir, que presta servicios de
toda índole), el Magallanes debería tener rayos X, instrumental quirúrgico y al
menos 300 camas habilitadas.
Pero hoy en día, constató BBC Mundo,
solo se atienden urgencias y la mayoría de las habitaciones están fuera de
servicio.
El director del hospital, Darío
González, reconoció en conversación con BBC Mundo que "tenemos fallas que
no puedo negar, que sería ingenuo y deshonesto de mi parte decir que tengo
todo".
Gonzáles explica que el edificio está
parcialmente en "recuperación", por lo que solo 280 de las 505 camas
disponibles están en servicio.
"Este es un hospital que atiende
emergencias, que atiende partos y cesáreas, que atiende cirugías, que tiene
servicios de laboratorios", dice el director.
Inseguridad
Catia es uno de los barrios más
inseguros de Caracas, de por sí una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Rosa Torrealaba es la directora de
traumatología del hospital, un departamento fundamental porque muchos de los
pacientes que entran por emergencias vienen de un accidente de tránsito,
mayormente en motos, o con una herida de bala.
"La semana pasada fue
caótico", dice. "Llegaron seis personas con heridas de bala al tiempo
y fue triste ver como tocaba llevarlos alzados por las escaleras para
cirugía".
Torrealba, que también es presidenta
de la Sociedad Médica del hospital, dice que los doctores trabajan con
"misticismo" porque tienen que "improvisar los insumos para
poder salvar vidas".
Un ejemplo, señala, es que deben
resolver una hemorragia sin un catéter para pasar los líquidos necesarios.
En los pasillos del hospital se ven
doctores suturando pacientes, algunos sentados en el piso, porque no hay
espacio en la sala de emergencias. Hay varios equipos que están reparados con
esparadrapo, entre ellos una lámpara de cirugía. Algunos otros que dicen
"contaminado". Y en los techos, que están descubiertos, se pueden ver
las tuberías.
"Hay cinco áreas en las que
tenemos problemas y estamos trabajando para restaurar", explica el
director Gonzáles.
"Problemas de seguridad y de
infraestructura y falta de personal médico y de servicio, de insumos y de
tecnología en punta".
Escasez
A la crisis hospitalaria se añade que
los medicamentos en Venezuela no se encuentran -como sucede con el papel
higiénico o los repuestos para carros- por la situación de desabastecimiento
que sufre el país hace aproximadamente dos años.
Según la Federación Venezolana de
Farmacéuticos, hay un 50% de escasez de medicinas para enfermedades crónicas,
mientras que la Sociedad Venezolana de Salud Pública (una ONG que promueve la
salud pública) dice que una farmacia promedio no tiene 22 de los 30
medicamentos más comunes para tratar el cáncer.
Algo particularmente delicado en un
país con la mayor tasa de mortalidad por cáncer de la región, donde seis de
cada diez pacientes mueren a causa de esta enfermedad según un informe del
estadounidense director del Centro de Investigación del cáncer de mama del
Hospital General de Massachusetts, Paul E. Goss, que fue publicado en la
revista médica The Lancet el año pasado.
El ministro Armada aseguró en abril,
en declaraciones a medios locales, que los problemas en la importación de
insumos y equipos médicos se están solucionando en reuniones con integrantes
del sector salud.
Mientras el gobierno sostiene que la
crisis de desabastecimiento tiene que ver con una "guerra económica"
del "imperialismo" en contra de Venezuela, analistas de oposición
dicen que la escasez se debe a la falta de divisas que hay en el país donde
rige un control estatal del cambio.
Según la Federación de Farmacéuticos
el gobierno debe -en un caso parecido al que ocurre con las aerolíneas- unos
US$4.000 millones a las empresas de medicamentos, del que solo ha pagado el 10%.
Dólares
Jesús Escalante ha llegado al hospital
de Catia dos veces en los últimos dos meses con ataques de tensión que los
médicos han calificado de preinfartos.
Le recetan un antihipertensivo llamado
Diovan que cuesta 600 bolívares (unos US$12 a la tasa de cambio oficial de 50
bolívares por dólar). Pero en Caracas no lo consigue.
Parte de la razón de la escasez de
medicamentos es que importarlos no resulta rentable para las farmacéuticas,
pues los precios están regulados por el Estado.
Escalante tiene un amigo que le trae
el Diovan de Colombia, donde los medicamentos no están regulados, a diez veces
el precio.
"Tengo que racionarlos",
cuenta, "porque a ese precio me toca escoger entre la comida de la familia
y el mal humor y el acelere que me da la hipertensión".
Algo parecido ocurre con los demás
insumos médicos que se necesitan en el hospital: como no los hay, la gente los
debe comprar en el mercado negro.
Por eso en la esquina del hospital de
Catia, así como en otros hospitales de Caracas, venden gasas, vendas y agujas.
– ¿Y qué pasa con los pacientes que no
tienen plata para comprar afuera los insumos?, le pregunto a Torrealba.
– Pues imagínate. O nosotros
reemplazamos la venda con papel higiénico o ellos se consiguen a alguien que
les preste la plata.
Sin embargo, el director Gonzáles dice
que hay una resistencia a utilizar los insumos que importa el gobierno a través
de acuerdos con China porque "les afectan sus intereses".
Y añade: "No podemos poner todos
los insumos a disponibilidad de todo el mundo, porque son altamente costosos
(...) No es que no los tengamos, sino que los tenemos resguardados con alguien
responsabilizado de eso".
Revolución
Muchos culpan a la llamada revolución
bolivariana del fallecido presidente Hugo Chávez de la crisis sanitaria que
vive Venezuela.
Sin embargo, el gobierno asegura que
la Misión Barrio Adentro -que es una inversión en centros de medicina
ambulatoria, a diferencia de la medicina integral que suponen los hospitales
públicos- ha sido un avance para el país en materia de salud.
El programa ha instalado, con la
colaboración de 17.000 doctores cubanos, 10.000 módulos de atención primaria en
barrios, urbanizaciones y caseríos de todo el país, según cifras oficiales.
En la celebración de los 11 años de
este programa social en abril pasado, el vicepresidente, Jorge Arreaza, destacó
que "se han ofrecido 617 millones de consultas médicas gratuitas y se han
salvado más de 1.750.000 vidas".
Pero, para León, esto es parte de una
"política partidista efectista pero no efectiva que destruyó la salud
pública en general y acabó con los recursos y la infraestructura que se
necesita para resolver los casos realmente graves, de urgencias", dice
sobre la supuesta falta de inversión en salud pública.
"El gobierno ha dicho mucho pero
ha hecho poco", dice. Y eso es lo que parece haber ocurrido hasta ahora en
el hospital de Catia, donde el gobierno ha lanzado varios programas de
revisión, rectificación y reimpulso -un programa lanzado por Chávez conocido
como "las tres erres"- pero ninguno se ha llevado a cabo.
"Guarimbas"
En las paredes de las escaleras del
hospital de Catia hay varias consignas escritas a mano que atacan a los
médicos. Una de ellas dice "médicos guarimberos adecos", en
referencia a los opositores que arman barricadas o guarimbas en las calles en
forma de protesta y al partido opositor Acción Democrática.
Los residentes del hospital, así como
Torrealba, no han ocultado su insatisfacción con sus condiciones laborales y el
tratamiento que el gobierno le ha dado al sector salud.
Y a cuenta de su protesta, aseguran,
han sido amenazados y amedrentados por seguidores del gobierno.
Lo mismo han hecho cientos de doctores
en el país que, en protestas en la calle y a través de las redes sociales, han
denunciado el mal estado de los hospitales.
Otros médicos venezolanos han decidido
irse. Según el Colegio de Médicos, que es donde procesan la documentación
profesional para su salida del país, más de 7.000 doctores se han ido al
exterior desde el 2001 hasta este año.
La fuga de cerebros, según el director
Gonzáles, es precisamente una de las razones por las que no hay médicos
especialistas en el hospital de Catia.
"Hay una satanización de la salud
pública que ha hecho que nadie quiera trabajar acá", asegura.
Pero, para Torrealba, el problema es
otro: "No hay futuro para los jóvenes que salen ahora. Por eso se quieren
ir. Todos nos queremos ir ya".
– Pero, ¿y qué va a pasar con toda la
gente que está dejando de recibir tratamiento?, le pregunto a la doctora.
– Pues se van a morir. O se están muriendo,
responde.
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