Juan Marcos Colmenares*,
06/01/2014
“Expropiar es robar”. Con estas
palabras María Corina Machado expresó lo que millones de venezolanos sentíamos
en ese momento: A quienes les expropiaron su fundo o su hacienda, producto del
trabajo de varias generaciones. A los empresarios que les quitaron su negocio
familiar que lograron trabajando por décadas. A los constructores que, creyendo
en el país, compraron terrenos para construir casas y que les fueron despojadas
o invadidas. Y todo esto sucedió en los últimos 15 años, con el apoyo del
régimen y sin que se pagara nada o se indemnizara a nadie.
Esa inseguridad jurídica ha
convertido a Venezuela es uno de los países de más alta peligrosidad personal, el
segundo país con más homicidios en el mundo y nos coloca junto a Irak y
Zimbabwe. En el 2014 hubo 24.980 homicidios, 82 muertes violentas por cada
100.000 habitantes. Y en materia económica, a pesar de las grandes reservas de
hidrocarburos que tenemos y de un barril de petróleo con un precio de más de
$100 en los últimos años, estamos peor. En el Índice de Competitividad del
Instituto de Desarrollo Gerencial de Suiza, Venezuela aparece en el puesto 61
entre 61 países analizados; y en del Foro Económico Mundial, Venezuela aparece
en el número 69 entre 101 países. En el Índice de Libertad Económica que
publica Heritage Fundation y el Wall Street Journal, Venezuela es 152 entre 157
países: y en el que publican conjuntamente los Institutos Cato de Estados
Unidos y Fraser de Canadá, Venezuela aparece como 124 entre 127 naciones.
Pero no solo “expropiar es
robar”, robar es también restringir el acceso a las oportunidades, a estudiar
la carrera deseada, a vivir en la ciudad soñada o a un futuro cierto, casarse y
fundar una familia.
Según estudios de la Universidad
Católica Andrés Bello (UCAB) entre 1.500.000 y 2.000.000 de venezolanos que
viven en el exterior, 90% salieron en los últimos 15 años, con un repunte en
los últimos dos años. Son jóvenes 90% graduados universitarios, 40% con
maestrías y 12 % con doctorados, que se han ido debido al deterioro social y
económico, a la inseguridad, por la inflación, la falta de ofertas laborales,
por la incertidumbre y el desaliento en el futuro del país.
Juan-Antonio tiene 27 años, hace
4 años se graduó de Ingeniero en Informática, habla tres idiomas y trabaja en
Cobeca, pero está tramitando sus documentos para emigrar a Canadá porque aquí
ve truncado su futuro. No hay nuevas plazas de trabajo, ni nuevas empresas y
con su salario no puede comprar una vivienda, ni un vehículo nuevo. Esto mismo
le sucede a millones de jóvenes profesionales venezolanos que exigen mejor
calidad de vida y que reprochan que este régimen les haya robado su futuro. Al
preguntarles si están dispuestos a regresar, casi por unanimidad responden con
un NO; pero dejan un margen de posibilidad “si cambian las condiciones”.
Por eso, nuestra lucha es por
cambiar este régimen lo antes posible y expulsar a los ladrones que nos robaron
el futuro.
* jmcolmenares@gmail.com. Abogado.
Miembro de Vente Venezuela
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