Edgar Rivero mayo de 2015
Días atrás tuve la gratificante
oportunidad de recibir un libro, obsequiado por un gran amigo venezolano,
radicado desde hace varios años en España. El mismo se titula: A Frankenstein
se le fue de la mano, escrito por el periodista y teatrista argentino Fabián
Sevilla. Un texto agradable, conjugado entre sus capítulos por varios cuentos y
comedías teatrales, para degustar a través de la lectura; sin dudas, una puerta
abierta al humor y la imaginación, para disfrutar de un experimento que logra
transformar la narrativa en teatro.
Fue inevitable que, al imbuirme
circunstancialmente en la lectura del mismo, surgieran de inmediato algunas
analogías vinculadas a un Frankenstein venezolano. Un personaje surgido de un
erróneo experimento, sin ninguna experiencia para conducir un país y que se
empeña en cazar una disputa con nuestro principal socio comercial y quien le da
los necesarios petrodólares, como es Estados Unidos, igual que con España y con
todo país que opine diferente sobre la realidad económica, social y política
venezolana. Pero todo es para distraer la atención de un pueblo, que sufre los
embates de su incapacidad e improvisación.
Sin dudas, a este Frankenstein se le fue
el país de las manos y para muestra un botón: existe un desabastecimiento
creciente, que afecta las necesidades alimenticias, de salud e higiene del
venezolano y en particular del portugueseño. Si comparamos los niveles de
producción actuales con los del año 2012, estamos a la mitad de entonces, pues
aún con el dinero en mano, no se consiguen los productos que necesitamos.
Existe entonces una distorsión que no ha
podido controlar el régimen, ni restringiendo por número de cédula, ni con
captahuellas: hay un grave desabastecimiento general de productos, mientras
crece la economía informal, ofreciendo de todo, con un costo de hasta ocho
veces su precio regulado. Por otro lado, mientras, a los empresarios venezolanos
se les niega las divisas necesarias para la importación de materia prima o
componentes necesarios para producir, tenemos una alta dependencia de las
importaciones de productos terminados, hechos en otros países. Por supuesto,
los guisos dan mejores dividendos que el autoabastecimiento. Esto nos demuestra
la compleja situación que nos afecta y el Frankenstein insiste en ocultar.
Aunado a ello las constantes alerta
emitidas por el sector agropecuario, agroindustrial e industrial venezolano han
caído en el saco roto del desentendido régimen. No hay capacidad para la debida
y necesaria respuesta, en los organismos públicos responsables de tomar las
decisiones, que permitan reactivar el aparato productivo; situación que no solo
afecta a los privados sino al entarimado empresarial público, que luce más
afectado. A Frankenstein no le importa golpear al sector privado, pues siendo
indocumentado tiene su propia teoría de no superar, sino agravar esta crisis,
en aras de profundizar el comunismo en el país.
Con una mermada producción nacional, el
gobierno es el que realiza las mayores importaciones de manera directa. A
propósito de este punto de las importaciones, comparto una triste anécdota,
sobre una de las tantas reuniones que solicitaran los agricultores, con un
ministro de alimentación, para pedirle un necesario aumento en el precio de sus
cosechas y mientras hacían antesala, el ministro en cuestión decía a sus
allegados que no podía otorgar lo que pedían porque entonces “¿qué voy a
importar yo? les vamos a dar la mitad y punto”.
Por otro lado, el régimen de
Frankenstein promueve el SIMADI como alternativa, supuestamente para frenar el
alza del dólar, pero el mismo no cuenta con un abastecimiento suficiente de
dólares que permita cubrir las necesidades de importaciones, tampoco es posible
aumentar la producción interna. Con un dólar oficial inexistente, un paralelo
cerca de los 400 bolívares, sin ser un experto en la materia económica estimo a
simple vista que este 2015 estará sujeto a altos niveles de escasez y alto
costo de vida.
Por todas estas razones es crucial
pararle el trote a este Frankenstein. Lo ideal sería que reconozca sus errores,
se rodee de verdaderos expertos que saquen al país de la ruina, en lugar de
hacer “enroques” con los mismos incapaces y corruptos funcionarios de siempre.
Está más que claro que la realidad del país no está para caricaturas, viajes
con derroche, ni chistes de pajaritos que hablan. Es indispensable trabajar
para la reconstrucción de esta Patria y el escenario ideal son las elecciones
parlamentarias; las que al parecer no les convienen, porque desde ya se da por
descontado el voto castigo. Por eso, ahora más que nunca, la vía es
constitucional, cero arrebatos, cero caer en provocaciones, cero errores, cero
Frankenstein.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico