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viernes, 29 de mayo de 2015

A Frankenstein se le fue de la mano, por @EdgarRiveroUNT

Edgar Rivero mayo de 2015

Días atrás tuve la gratificante oportunidad de recibir un libro, obsequiado por un gran amigo venezolano, radicado desde hace varios años en España. El mismo se titula: A Frankenstein se le fue de la mano, escrito por el periodista y teatrista argentino Fabián Sevilla. Un texto agradable, conjugado entre sus capítulos por varios cuentos y comedías teatrales, para degustar a través de la lectura; sin dudas, una puerta abierta al humor y la imaginación, para disfrutar de un experimento que logra transformar la narrativa en teatro.

Fue inevitable que, al imbuirme circunstancialmente en la lectura del mismo, surgieran de inmediato algunas analogías vinculadas a un Frankenstein venezolano. Un personaje surgido de un erróneo experimento, sin ninguna experiencia para conducir un país y que se empeña en cazar una disputa con nuestro principal socio comercial y quien le da los necesarios petrodólares, como es Estados Unidos, igual que con España y con todo país que opine diferente sobre la realidad económica, social y política venezolana. Pero todo es para distraer la atención de un pueblo, que sufre los embates de su incapacidad e improvisación.

Sin dudas, a este Frankenstein se le fue el país de las manos y para muestra un botón: existe un desabastecimiento creciente, que afecta las necesidades alimenticias, de salud e higiene del venezolano y en particular del portugueseño. Si comparamos los niveles de producción actuales con los del año 2012, estamos a la mitad de entonces, pues aún con el dinero en mano, no se consiguen los productos que necesitamos.

Existe entonces una distorsión que no ha podido controlar el régimen, ni restringiendo por número de cédula, ni con captahuellas: hay un grave desabastecimiento general de productos, mientras crece la economía informal, ofreciendo de todo, con un costo de hasta ocho veces su precio regulado. Por otro lado, mientras, a los empresarios venezolanos se les niega las divisas necesarias para la importación de materia prima o componentes necesarios para producir, tenemos una alta dependencia de las importaciones de productos terminados, hechos en otros países. Por supuesto, los guisos dan mejores dividendos que el autoabastecimiento. Esto nos demuestra la compleja situación que nos afecta y el Frankenstein insiste en ocultar.

Aunado a ello las constantes alerta emitidas por el sector agropecuario, agroindustrial e industrial venezolano han caído en el saco roto del desentendido régimen. No hay capacidad para la debida y necesaria respuesta, en los organismos públicos responsables de tomar las decisiones, que permitan reactivar el aparato productivo; situación que no solo afecta a los privados sino al entarimado empresarial público, que luce más afectado. A Frankenstein no le importa golpear al sector privado, pues siendo indocumentado tiene su propia teoría de no superar, sino agravar esta crisis, en aras de profundizar el comunismo en el país.

Con una mermada producción nacional, el gobierno es el que realiza las mayores importaciones de manera directa. A propósito de este punto de las importaciones, comparto una triste anécdota, sobre una de las tantas reuniones que solicitaran los agricultores, con un ministro de alimentación, para pedirle un necesario aumento en el precio de sus cosechas y mientras hacían antesala, el ministro en cuestión decía a sus allegados que no podía otorgar lo que pedían porque entonces “¿qué voy a importar yo? les vamos a dar la mitad y punto”.

Por otro lado, el régimen de Frankenstein promueve el SIMADI como alternativa, supuestamente para frenar el alza del dólar, pero el mismo no cuenta con un abastecimiento suficiente de dólares que permita cubrir las necesidades de importaciones, tampoco es posible aumentar la producción interna. Con un dólar oficial inexistente, un paralelo cerca de los 400 bolívares, sin ser un experto en la materia económica estimo a simple vista que este 2015 estará sujeto a altos niveles de escasez y alto costo de vida.

Por todas estas razones es crucial pararle el trote a este Frankenstein. Lo ideal sería que reconozca sus errores, se rodee de verdaderos expertos que saquen al país de la ruina, en lugar de hacer “enroques” con los mismos incapaces y corruptos funcionarios de siempre. Está más que claro que la realidad del país no está para caricaturas, viajes con derroche, ni chistes de pajaritos que hablan. Es indispensable trabajar para la reconstrucción de esta Patria y el escenario ideal son las elecciones parlamentarias; las que al parecer no les convienen, porque desde ya se da por descontado el voto castigo. Por eso, ahora más que nunca, la vía es constitucional, cero arrebatos, cero caer en provocaciones, cero errores, cero Frankenstein.

Edgar Rivero

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