Ma. Denisse
Fanianos de Capriles, 20/05/2015
Los niveles de
mentalidad y actuación corrupta a los que se está llegando en un sector del
país son tan grandes que el olor a podrido ha empegostado a muchos, y lo que
más dolor da es que está empegostando también a niños y jóvenes.
Sé que mi artículo
de hoy comienza con palabras muy duras pero es que no hay nada más ¡asqueroso!
que ver a una persona embarrándose las manos, la conciencia, el alma… con dinero
mal habido. Y es que el problema es que la corrupción en la sociedad actúa como
la fruta podrida en el guacal, esa fruta que va pudriendo a las otras que tiene
a su alrededor.
Cada día vemos más
ejemplos de corrupción, a todos los niveles, y lo peor es que a esas personas
no les da vergüenza hablar de “sus negocios” (ellos se llaman exitosos), ni
vivir ostentosamente mostrando a los demás como derrochan su dinero mal habido.
Y lo más insólito del asunto es que se creen personas honestas, intachables y “buenas”.
¡Insólito!
¡Ah! Y quien les
diga algo es porque es envidioso ¡Qué risa! Quién puede envidiar a esa gente.
Lo que dan es lástima.
Yo pienso que es
preferible pasar hambre antes que ensuciarse las manos con corrupción; antes
que ensuciarte el nombre sabiendo que el rabo de paja luego es muy difícil de
quitar, a menos que se conviertan y devuelvan ¡todo! lo robado; antes que
ensuciarte la conciencia sabiendo que el dinero “mal habido” ha destruido
¡hasta vidas! Y si no que lo digan los enfermos en nuestro país que se están
muriendo por falta de medicinas o equipos médicos, o las madres a las que les
han matado un hijo. Todo eso producto de la corrupción.
El papa Francisco
dijo: “Cuando una persona se apega al dinero, se destruye a sí misma, destruye
su familia… El dinero sirve para sacar adelante tantas cosas buenas, muchos
trabajos para desarrollar la humanidad… Lo que hace daño es la codicia en mi
relación con el dinero. Tener más, tener más, tener más… Te lleva a la
idolatría, destruye tu relación con los demás. No el dinero, sino la actitud,
que se llama codicia. Y luego, esta codicia también te enferma, porque te hace
pensar todo en función del dinero. Te destruye, te enferma…”. Esto que el Papa
describe lo estamos viendo en nuestro amado país en personas que por tener más
y más son capaces de hacer lo que sea, no les importa ni su propia familia y
mucho menos el futuro del país.
Pero para que este
artículo no quede con mal sabor voy a decirles también que conozco muchos casos
de personas honestas ¡de una sola pieza!, que no se dejan corromper, así estén
atravesando graves problemas en sus familias o en sus empresas. Algunas de
estas personas han tenido la oportunidad de hacer los “negocios de su vida” y
no lo han hecho.
Esas personas creen
verdaderamente que la honestidad es parte vital en la construcción de una
sociedad justa y plena. Y hay bastantes así, aunque algunos los consideren
“tontos”.
Otro mundo donde se
está transmitiendo la pudrición de la corrupción es el estudiantil. Sabemos de
jóvenes “enchufados” que creen que pueden comprar a los demás, para lo que
ellos quieran o necesiten, por unos bolívares o dólares, eso es lo que
acostumbran ver en sus casas lamentablemente.
Por eso es tan
importante que los padres estemos bien pendientes de nuestros hijos y de
quienes los rodean. Que les enseñemos bien claro los valores a nuestros hijos y
no permitamos ¡nunca! que ellos se conformen con ser mediocres y mucho menos
que crean que los “vivos” son los que hacen dinero fácil y rápido, porque esos
de vivos no tienen nada, están muertos en vida.
Hace días
conversaba con un bachiller quien me decía que un compañero del salón le dijo
que no importaba raspar o repetir porque uno puede hacer mucho dinero sin
estudiar. Yo sentí en ese momento que me retrocedía en el tiempo y veía a mi
abuelo sentado en la butaca de su estudio cuando me decía que la excelencia y
la honestidad son dos valores que hacen a un hombre verdaderamente Grande,
valores que son los que pueden dar desarrollo y estabilidad a una nación.
Creo que ha llegado
el momento en nuestra amada Venezuela que quienes tenemos esa conciencia clara
sobre la corrupción, hagamos como una especie de campaña para rescatar el valor
de la honestidad. El mejor lugar para empezar es en el propio hogar. No permitamos
que nuestros hijos, sobrinos, nietos, amigos, etc., se pudran en la corrupción.
Eduquemos exigiéndoles y no les demos todos sus caprichos, sino que aprendan lo
que cuesta ganarse el dinero, que aprendan a vivir desprendidos de lo material
para que la codicia no llegue a convertirlos en seres insaciables.
Hablen claro ¡sin
pelos en la lengua! Díganles ¡y sobre todo den ejemplo! que el dinero se gana
trabajando honestamente; y que el trabajo de ellos (de los niños y de los
jóvenes) es estudiar, y que deben estudiar intensamente para ser ¡excelentes!
¡No criemos hijos mediocres ni corruptos por favor! Esta es la mejor manera de
contribuir a que nuestra amada Venezuela no siga pudriéndose con la corrupción.
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