Por Fernando Facchin B., 22/05/2015
Luego de cada evento electoral o político, corresponde
al ciudadano de a pie: “juzgar la política”. Pero hay varias formas de
juzgarla: la social, la jurídica, la lógica o filosófica y la vivencial,
aclarando con que visión se va a juzgar y asumir la responsabilidad del
raciocinio y no caer en lo que Montaner llama “la ruidosa imbecilidad”.
El reto inmediato es abrir el campo de las interpretaciones y críticas
constructivas, sin caer en el desmedido afán de criticar por criticar sin
fundamentos lógicos. Hay que abandonar la acción política de corto plazo y
arriesgarse a una transformación profunda, capaz de romper las inercias y los
miedos que atenazan a la sociedad.
Para juzgar la política basta la fuerza de las ideas, la convicción,
los principios y valores morales y democráticos que pueden generar una voluntad
política sincera en garantía de lo que se busca, la libertad, el bienestar y la
seguridad, amén de todo aquello que es justo.
La sociedad está llena de preguntas que el espacio no me permite
transcribir, pero recordemos, más importante son las respuestas y éstas las
tienen los políticos de oficios.
La sociedad lejos de juzgar a los culpables, carga colectivamente con
la culpa política y ese sentimiento no debiera estar presente en nuestra
sociedad. Voltaire dijo: "Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero
daría la vida por defender tu derecho a decirlo".
Fernando Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@ffacchinb
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