Por Carlota
Salazar, 22/05/2015
En la radiografía
social de la Venezuela actual que escribió Luis Pedro España,
podemos encontrar un análisis, basado en estudios realizados por centros
especializados, que refleja que no somos tan iguales como
creíamos. Que somos diferentes aún viviendo en el mismo sector o
localidad, que esos intereses disímiles nos refugia en el
individualismo y lo más importante: cómo la debilidad institucional fomenta
la informalidad, al vivo criollo, a incumplir la norma, saltar la talanquera,
sobornar, el amiguismo… y todas las perversiones que se han anidado en nuestra
cultura social y política, tiene como consecuencia que la gente para
ascender socialmente se apoya en la familia y no en el Estado. En efecto,
el estado venezolano, ha sido incapaz en el fortalecimiento de la
institucionalidad, que permita dar respuesta a los problemas y canalizar
las demandas sociales. Hay un problema institucional agravado en grado
superlativo por este gobierno que se dice socialista, pero que realmente es
militarista y autoritario.
Esta extraordinaria
pieza de compilación documentaria y de campo, me trajo a la memoria la figura
del caudillo y cómo ha reemplazado la institucionalidad venezolana.
La cultura del
caudillo comienza desde los tiempos de la colonia, cuando los bandidos y
aventureros del Sur de España comenzaron a venir a las tierras conquistadas en
busca de fortuna. El caudillo es un ser de cualidades físicas e
intelectuales que le permite reclutar partidarios para emprender
aventuras, tomar por la fuerza las haciendas y robar los bienes de
fortuna, que encontraran a su paso. Es un tipo de liderazgo con características
propias: en una relación de ordeno y mando, control absoluto de la situación,
que elimina a sus adversarios y la relación con sus aliados es de sumisión e
incondicionalidad.
El liderazgo
caudillista se ha ido ajustando al zeitgest al espíritu de los tiempos:
vandalismo - guerra – montoneras – dictadura – democracia.
Este reemplazo
comienza cuando los héroes independentistas actuaron como caudillos para
enfrentar al poderío español. Lo hereda la Venezuela
republicana (1830), con poder político y económico (oligarquía), continúa
en el seno de la corriente liberal, adquiere esplendor con la actuación de los
dictadores de principio del siglo XX y por último lo asumen los partidos
políticos con la democracia (1959), hasta la actualidad. En estos tiempos
se ha expresado en grado superlativo la debilidad institucional y la informalidad,
exponiendo al caudillo a la “n” potencia.
La debilidad
institucional se expresa cuando los poderes públicos responden a los
intereses del partido de gobierno (PSUV) y es el partido el que actúa en
los espacios de la organización ciudadana. De tal suerte que en las Comunas, no
mandan sus representantes, sino, los jefes políticos de la UBCH y los recursos
bajan a través de las empresas de producción social dirigidas por funcionarios
jerarcas de PDVSA y ejecutados por las UBCH, salvo honrosas excepciones. De
allí que la gente no se sienta identificado con las instituciones públicas y
buscan los caminos verdes, para todo, así se bachaquea desde la
harina pan hasta los carros y apartamentos de lujo, todo en la calle, sin
recibo, sin garantía y lo más grave sin vergüenza, es un descaro total y
absoluto.
Los venezolanos, para
sobrevivir a la crisis generada por una comiquita o remedo de revolución
socialista, hemos sacado nuestro peor lado humano.
Es una paradoja
pero el antídoto está en la sociedad misma, en su capacidad de organización
para el logro de objetivos comunes, “justicia social” en términos de Rawls, “construcción
de ciudadanía” en mí concepto de sociedad, y mientras esto no
ocurra: continuaremos siendo desiguales entre iguales y más desiguales
cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico