Rosalía Moros de Borregales 16 de mayo de 2015
@RosaliaMorosB
Es muy difícil hablar sobre protección
en un país marcado por la inseguridad; son múltiples los análisis hechos al
respecto, hablando de su origen, sus causas y sus posibles soluciones. Sin
embargo, cuando el tema se aborda desde la individualidad de cada familia, no
queremos hablar más sobre lo que ya causa dolor en nuestros oídos, por no
hablar de todo el dolor que ha causado en nuestras almas. Queremos soluciones,
queremos que nuestras familias estén seguras, y después de tomar todas las previsiones
y precauciones necesarias, después de implementar todas las medidas a nuestro
alcance solo nos queda nuestra fe, nuestra confianza en Dios expresada en una
oración que quiere abarcar el Cielo, pero que titila como una luz débil abatida
por todo lo que cada día vemos y escuchamos.
Los tiempos que atravesamos nos retan a
vivir en una dependencia cada vez más absoluta de Dios. Como lo expresa el
Señor en el Sermón del Monte: _ “a cada día su propio afán”_ . No quiere decir
esto que nos vamos a cruzar de manos, pues Dios nos ha capacitado con sabiduría
e inteligencia. El quiere que seamos precavidos y sagaces, “mansos como
palomas, pero astutos como serpientes”. Que anticipemos el mal antes de que
llegue, y actuemos con prudencia; pero siempre, aunque humanamente hagamos lo
mejor posible, no podemos cubrirlo todo en todo tiempo y pareciera que al igual
que el latido incansable de nuestro corazón, una callada angustia latiera
constantemente dentro de nosotros.
La solución humana a esta terrible angustia,
a toda esta situación que la produce y que sufrimos cada día la
desconozco. Pero un pensamiento que leí hace mucho tiempo llena mi
mente: “La imposibilidad del hombre, es la posibilidad de Dios para hacer sus
milagros”. Así como no tenemos la capacidad de ver el futuro, sencillamente no
podemos entender como todas estas oscuras circunstancias pueden redundar para
algo bueno. Los propósitos de Dios son mayores que las circunstancias
inmediatas que nos rodean, El tiene la capacidad infinita de hacer el bien, de
transformar nuestras adversidades en bendiciones. Entonces, nuestro reto es
CONFIAR en El, nuestro trabajo es la oración.
No culpemos a Dios, o resintamos de El,
como muchos actualmente lo hacen, pensando que no le importamos, que se ha
olvidado de nosotros. No nos dejemos apoderar del miedo, no permitamos que nos
desanime, no nos concentremos en las malas circunstancias. Seamos sabios, los
tiempos que vivimos son duros. Hay lugares y momentos que debemos evitar, si
caminamos por el fuego nos quemará. Pero no caigamos en la tentación de perder
nuestra fe, acudamos a Dios con la certeza de su amor por nosotros, con la
confianza de hijos, enfrentando cada día con la fortaleza que proviene de vivir
en amistad con El.
Al caminar en comunión con El vamos
discerniendo los tiempos y los lugares. Aprendemos a ser prudentes, pero al
mismo tiempo entendemos que nuestra seguridad no depende de donde nos
encontremos o de la ausencia de peligro. Nuestra seguridad depende de Dios. A
veces Dios nos indica a través de su palabra, de las circunstancias y de
personas específicas que debemos cambiar nuestro rumbo. Otras veces pareciera
que nos deja en medio de la tormenta, donde lo estamos arriesgando todo. Lo
importante es estar siempre con El, porque si El es por nosotros, ¿quién podrá
contra nosotros?
"Porque en Mí ha puesto su amor, Yo
entonces lo libraré; Lo exaltaré, porque ha conocido Mi nombre. Me invocará, y
le responderé; Yo estaré con él en la angustia; Lo rescataré y lo honraré; Lo
saciaré de larga vida, Y le haré ver Mi salvación."
Salmo 91:14
@RosaliaMorosB
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