Luis Manuel Esculpí mayo de 2015
Pensar que este largo periplo aciago
colmado de incoherencias, torpezas, degradaciones y retrocesos, antes hubiese
abarcado tres períodos constitucionales. La alternabilidad es consustancial a
la democracia. La permanencia en el tiempo de un mismo grupo gobernante tiende
a constituirse en rosca y camarilla promotora de su permanencia en el poder
como finalidad y razón de existencia. Esa tendencia es aún más nefasta cuando
existe la propensión autoritaria, además si se recurre al despotismo para
encubrir la incapacidad y la ineptitud.
El rechazo a los regímenes autoritarios
en tiempos de crisis se convierte necesariamente en fuerza para la
transformación. La aspiración de cambio en la Venezuela actual no es una
expectativa superficial, por ello no constituye una exageración afirmar que ese
anhelo reformador recorre todo nuestro amplio y diverso tejido social.
La inconformidad y la protesta cada vez
se manifiesta con mayor fuerza. De acuerdo al Observatorio Venezolano de
Conflictividad Social el año pasado se registraron 9.286 protestas, un promedio
de catorce diarias. Un aumento considerable en relación al 2013. Todo indica
que este año esa cifra va en aumento y las movilizaciones comienzan -en algunos
casos- a tener carácter masivo, tal como ocurrió recientemente en Boconó y en
el Centro Comercial El Valle.
La procesión va por dentro. Una inmensa
ola de descontento recorre la sociedad desde sus entrañas. La decepción de
quienes antes apoyaron al oficialismo es creciente. Ese fenómeno no puede ser
desestimado, hay que ir a su encuentro con amplitud, sin sectarismo ni
recriminaciones. La nueva mayoría requiere en parte de ese conglomerado para
ampliarse, consolidarse y asumir los desafíos del porvenir.
Las fuerzas del cambio deben aproximarse
al reconocimiento de esa realidad, a mi juicio afirmar: "en este país no
pasa nada" el "conformismo se apoderó de los venezolanos" no
constituye una lectura adecuada. Considerar que la protesta o "la
calle" solo existe cuando suceden movilizaciones multitudinarias como la de
otros momentos, puede conllevar a no analizar correctamente la actual coyuntura
en toda su dimensión. Plantear como una disyuntiva el acompañamiento a la lucha
social versus la participación electoral constituye un falso dilema.
Convertir en expresión electoral la
mayoría política que se ha venido conformando, caracterizada por su rechazo al
gobierno y su identificación con la opción de cambio, es un propósito
fundamental para obtener la victoria en las parlamentarias.
Las elecciones de este año significan la
próxima disputa por el poder, ellas no pueden ser evadidas aduciendo posiciones
favorecedoras de la abstención. La mayoría del electorado opositor tiene
conciencia de la necesidad de participar y no reincidir en el gravísimo error
del 2005. Solo algunas voces aisladas y distantes insisten en reproducir esa
funesta experiencia. Con falsos aforismos, la repetición de frases hechas como
clichés se pretende desconocer las posibilidades de una amplia victoria
electoral. Por supuesto, el gobierno directa o indirectamente les aumenta el
volumen, ya que estimular la abstención del mundo opositor es un componente
principal de su estrategia. Al igual que auspiciar candidaturas supuestamente
disidentes, con el pretendido objetivo de dividir a las fuerzas alternativas.
Ya realizadas las primarias exitosamente
se hace necesario continuar avanzando en el camino de fortalecer la Unidad,
condición sine qua non para obtener el éxito. Cualquier proyecto, aspiración o
cálculo debe estar subordinado al interés supremo. La inmensa oportunidad que
tenemos al frente no debe ser desaprovechada. A las candidaturas únicas hay que
sumarle conducción, campaña y programa unitario.
Denunciar y enfrentar el ventajismo,
exigir el fijar la fecha de las elecciones y señalar la negligencia de la
Presidenta del CNE en el cumplimiento de sus funciones, su parcialidad al
colocar ese organismo al servicio del gobierno y del PSUV no contradice-para
nada- la necesidad de auspiciar y promover la más amplia participación.
En el discurso político a menudo se
abusa de la frase : " el país nos exige" sin poseer asidero real, en
esta oportunidad existen suficientes evidencias que señalan el planteamiento
unitario como una demanda que trasciende el universo partidista hasta
convertirse en un reclamo mayoritario. Ignorarlo puede resultar
contraproducente y favorecer otros planes, no precisamente, ubicados en el
territorio de las fuerzas del cambio.
En las actuales circunstancias se hace
necesario supeditar todo en función del objetivo principal, así es que
podríamos alcanzarlo. Independientemente de las potencialidades existentes, no
todo está resuelto. Incurriríamos en una nueva y lamentable equivocación si
subestimáramos el margen de maniobra que aun posee el adversario, su capacidad
de manipulación y los abusos del poder. Ciertamente nuestras posibilidades de
conquistar un triunfo rotundo hoy están presente como nunca antes, variadas
señales así lo indican, perseverar en la ruta diseñada constituye el factor
clave para lograr ese cometido. Solo con la Unidad es posible y así lo haremos!
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