Demetrio Boersner 21
de mayo de 2015
Se acelera el desmoronamiento del
régimen autoritario venezolano por
efecto de su incapacidad administrativa,
su corrupción, y su política económica
autodestructiva, que liquidó al sector
privado sin crear un sector público o social capaz de reemplazarlo. Por
la creciente parálisis de la producción interna, la fuga de divisas y la
inflación galopante, el país ha llegado a un nivel de desabastecimiento crítico
y al colapso hasta de las “misiones” asistencialistas, todo lo cual comienza a
traducirse en protestas incontrolables de un pueblo airado y desesperado..
Ante este panorama, el régimen ya no tiene siquiera la posibilidad del
recurso a una mayor estalinización
con represión más total y un
racionamiento más drástico de los bienes de consumo. No sólo le faltan los rescursos y la habilidad para ello, sino también se enfrenta a una
reprobación cada vez más firme del entorno exterior, y ya no puede contar
siquiera con la ayuda experta de represores cubanos, ya que el gobierno de La
Habana ha escogido el encomiable rumbo de la reforma y la reconciliación con el
mundo liberal. Por ello, nunca antes ha sido tan prometedor el
ambiente para una oposición democrática decidida a andar con espíritu unitario
y con coraje hacia la conquista del poder,
principalmente por la vía electoral.
El indudable éxito de las primarias de la MUD, celebradas el 17 de mayo
en algunas circunscripciones con la participación de más de 640 mil electores,
fortalece grandemente la probabilidad de un contundente triunfo de los
demócratas en las elecciones parlamentarias de fines del presente año. La alta participación en las primarias despeja
la tesis pesimista, o patrocinada por el chavismo, de que el pueblo, si bien
repudia la mala gestión del gobierno, no por ello estaría dispuesto a dar su
voto a los opositores. El cuadro actual
más bien hace pensar que la Unidad Democrática podría triunfar por mayoría
arrolladora, aunque sólo fuere por el imperioso anhelo popular de castigar al
régimen indigno.
Pero la victoria de la oposición podría quedar frustrada si no se
fortalece y se mantiene su unidad, con la superación de ambiciones o resentimientos
personales. A estas alturas no son excusables, ni los radicales de derecha que
desde el confort del “exilio” denigran a quienes luchan dentro del país,
predican la abstención y propagan ilusiones golpistas, ni tampoco los
divisionistas que, por motivos inconfesables o por rencores mezquinos, atacan a
la MUD y los partidos políticos que la integran, y pregonen “terceras
alternativas” que no tienen ningún asidero en una realidad obviamente bipolar.
Por otra parte, es importante que la MUD no se deje ilusionar por sus
comienzos de éxito electoral hasta el punto de olvidar que no estamos en
democracia sino bajo la férula de una “dictadura del siglo XXI” que oculta su
naturaleza despótica bajo una fachada de
formalismos leguleyos. Ante un régimen
que amenaza con eliminar los cuadernos de votación y que de día en día inventa
nuevas “sorpresas” para desconcertar a la ciudadanía, los demócratas deben
evitar cualquier “electoralismo” excluyente y recordar que toda liberación
requiere un pueblo alerta y capaz de movilizarse eficazmente en defensa de sus
derechos.
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