Por Tamara Suju
Roa, 19/05/2015
En el marco de la
entrega del Democracy Award 2015, reconocimiento que hizo la Fundación Nacional
para la Democracia en el Capitolio, Washington, EEUU, en honor a los presos
políticos venezolanos, tuve de nuevo la gran suerte y satisfacción de poder
abrazar a dos venezolanas admirables, Lilian Tintori y Mitzy Capriles de
Ledezma, esposas de Leopoldo López y Antonio Ledezma, presos políticos venezolanos.
También estaban con ellas sus hijas, Manuela y Mitzy y los padres de Leopoldo
López. En los rostros de estas dos mujeres, cansancio pero compromiso y
valentía. ¡Qué gran trabajo están haciendo por la democracia y los presos
políticos de nuestro país y qué orgullo siento por la mujer venezolana y el rol
que le ha tocado vivir en este momento histórico de nuestra nación!
Quiero hacerles
llegar a mis lectores mis palabras esa noche, mi compromiso con ustedes y con
mi país, con mis compañeros de lucha, los defensores de Derechos Humanos, con
los presos y los exiliados políticos.
Honorables
Senadores y honorables Representantes al Congreso de los Estados Unidos de
América,
Honorables miembros
de la Junta Directiva de la Fundación Nacional para la Democracia,
Señoras y Señores:
Mi país vive hoy
uno de los momentos más oscuros de toda su historia republicana. Nunca la
represión había sido tan dura, tan cruel, tan bien planificada. Nunca el
sistema de justicia, especialmente la justicia penal, había sido utilizado como
arma de la intolerancia, como la herramienta para imponer un sistema político y
económico dirigido a abolir los derechos de los venezolanos. Después de décadas
de convivencia democrática, nos sentimos indefensos ante un gobierno arbitrario
y opresor, que tortura y trata cruelmente a manifestantes y presos políticos
indefensos, y que mata a sus compatriotas con balas en la cabeza. Ante esto,
las democracias latinoamericanas callan.
Es para mí un
privilegio y un honor recibir, en nombre de todos los defensores de Derechos
Humanos de Venezuela, que abarca no solamente a las organizaciones
no-gubernamentales que todos conocen, sino también a los 77 presos políticos,
que justamente por defender los derechos humanos, hoy se encuentran privados de
su libertad.
Acepto agradecida
este reconocimiento otorgado por la Fundación Nacional para la Democracia, que
se entrega en el lugar donde se congregan los representantes elegidos por el
pueblo estadounidense, y que significa para los venezolanos demócratas una
muestra de su solidaridad para con el pueblo venezolano.
En los últimos 16
años las ONG de Derechos Humanos hemos registrado más de 5000 personas
detenidas y sometidas a procesos penales por motivos políticos, y la cifra de
más de 3700 detenciones ocurridas el año pasado nos habla del incremento sin
freno de la persecución.
Ante esto, las
organizaciones de DDHH hemos acudido reiteradamente a las diferentes Instancias
Internacionales de Protección que han respondido en su mayoría, instando al
gobierno venezolano a respetar los Pactos Internacionales de los cuales es
parte, exigiendo justicia y respeto de los DDHH de las víctimas. Pero el
Gobierno ha hecho caso omiso de sus dictámenes, denunciando además la
Convención Americana de Derechos Humanos para substraerse de la jurisdicción de
la Corte Interamericana. Los pactos internacionales de protección de DDHH son
de obligatorio cumplimiento. El compromiso de los Estados es cumplir de buena
fe y con transparencia con sus fundamentos y principios, y vigilar que los
demás Estados también los cumplan.
Los defensores de
DDHH nos hemos enfrentado siempre con la ley en la mano a este gobierno que la
viola, denunciándolo nacional e internacionalmente. Por ello hemos sido
perseguidos, amenazados y sometidos a supuestas investigaciones penales. Para
los gobiernos de Chávez y Maduro defender los DDHH es un acto de “traición a la
patria”. En mi caso, desde hace seis meses estoy asilada en la República Checa,
baluarte en la defensa de las democracias del mundo y los Derechos Humanos, la
patria de Vaclav Havel, a quien tuve el honor de conocer en el 2007, cuando con
su ejemplo de bondad y constancia en su lucha por sus ideales de libertad y
justicia, fue una de las primeras personalidades del mundo que se interesó en
los presos y perseguidos políticos de nuestro país en aquel entonces. Havel una
vez me dijo que los defensores de DDHH debíamos reconocer cuando pisábamos la
raya amarilla que nos llevaría a la cárcel, y tomar entonces la decisión de
seguir siendo útil para la causa de la libertad, aunque esto significara el
destierro y la lejanía. Yo seguí su consejo.
Venezuela necesita
que los gobiernos de Latinoamérica, y también la OEA y la ONU, asuman su
responsabilidad histórica en defensa de nuestra democracia, ayudándonos a
buscar las vías y herramientas necesarias para la reconciliación y el regreso
al Estado de Derecho y de Justicia en nuestro país. El pueblo demócrata
venezolano ya no puede enfrentarse sólo a un gobierno irracional, armado y
peligroso. No hay paz sin perdón y sin tolerancia entre quienes piensan
distinto, pero tampoco hay paz sin justicia para las víctimas de violaciones de
DDHH. Todas las posiciones son merecedoras de respeto en una democracia,
siempre que se sometan a los principios de convivencia civilizada que consagra
la Constitución respetando los derechos humanos.
Quiero darle las
gracias a través de ustedes, que son sus representantes, al pueblo
estadounidense. A esta gran nación que ha acogido a miles de compatriotas que
han tenido que salir de Venezuela sin boleto de regreso. Gracias por su
solidaridad y por su denuncia de los gobiernos que se transforman en regímenes
opresores y tiranos. Los venezolanos tenemos un compromiso histórico con
nosotros mismos. Reencontrarnos en libertad y en democracia y reconstruir a
nuestra nación. Gracias por tendernos su mano amiga.
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