Por Jesús
Alexis González, 25/05/2015
La predicción en el campo de la ciencia
económica, resulta difícil y complicada habida cuenta de basarse en supuestos
subjetivos que al superar la frontera de los 6 meses se convierte en un deseo de quien la formula, razón por la
cual los planteamientos cara al futuro deben vincularse con hechos económicos concretos (¡eso
intentaremos!); sin aislarse de realidades como que el gasto público impulsa (o
restringe) la popularidad gubernamental herramienta utilizada, p.ej. en la
Venezuela del 2002cuando se “lanzaron” las Misiones hasta convertirlas en una ilusión de poder popular mediante la
oferta de mecanismos de participación, en cuyo fondo prevalecía (prevalece) la
pretensión de construir espacios
atomizados para reforzar el poder central del Presidente de la República en
función de retornar a la centralización
política y a la concentración administrativa bajo la aspiración soterrada
de “construir” un Estado protagonistaque
asume unilateralmente la “representación” del pueblo (¿gendarme necesario?)
separado del pensamiento ciudadano, en orientación distinta a la debida
participación a la luz de la Constitución de 1999. Tal forma de hegemonía
Estatal, en conjunto con una creciente presencia militar en el “comando” de la
administración pública, ha conducido al
país hacia una situación socio-económica similar a la de 1988 muy concretamente
en lo que al desequilibrio macroeconómico se refiere, ampliado en el presente
como respuesta a la utópica aspiración de “revolucionar”, con apresurada e
improvisada inmediatez y aislado de un modelo de transición, el modo de
producción y la propiedad de los factores productivos (tierra, trabajo y
capital); como bien se desprende (en el contexto del presente artículo) del
deficiente desenvolvimiento de la denominada economía comunal y de sus complementarias iniciativas de producción
cuasi-estatales.
Estabilizar
la economía y disminuir su vulnerabilidad, tiene como fin ulterior apuntalar el
crecimiento económico respondiendo a la interrogante: ¿para qué el crecimiento económico? cuya obvia respuesta es ¡¡para que la gente viva mejor!!,incrementando
su bienestar o al menos manteniendo lo alcanzado en el tiempo de donde emana
otra verdad incontrovertible: no hay
consumo sin producción y no hay producción sin inversión ya que se
codeterminan, siendo un binomio indispensable para alejarse de un colapso económico (disminución brusca o
paralización de las actividades) validando que la familia debe contar con un
nivel de ingresos que le permita no solo comprar bienes (incluida la “soberanía
alimentaria”) sino también disfrutar de determinados servicios que le hagan
confortable su existencia.
Es
notorio que Venezuela está sumergida en un agujero
económico y productivo, visualizado por la estática resolución de los
problemas que en tres lustros no ha superado el marco de las promesas sin
rendición de logros configurando un “país
atrapado” entre paredes de obsoletos
conceptos ideológicos y económicos que están impidiendo la aplicación concreta
de acciones en pro del desarrollo, y que al propio tiempo ha situado la gestión
gubernamental en un punto de no retornoque
le impide “reflotar” el enfoque económico revolucionario, y muy por el
contrario los está impulsando (sin desearlo) a refundar un modelo distinto,
previo proceso de reflexión en aras de “descubrir” ¿cómo llevaron a Venezuela a esta situación?, que les facilite (de
ser posible) una visión de cómo salir de ella con planteamientos más creativos
que combatir la guerra económica y al imperialismo; más aún cuando el país
enfrentará por varios años una disminución en el ingreso nacional (más de US$
25,000 millones solo en 2015) en razón a la baja de los precios petroleros y a
la presencia de un aparato productivo nacional (no exportador) que adolece de
la posibilidad de generar alto valor agregado; escenario que se complica ante
el debilitamiento político-partidista y del tejido productivo que imprime el desajuste
económico, con la consecuente alteración
del régimen socio-político-económico. A tenor de ello, se hace impostergable la
instrumentación de un proceso de
estabilización de la economía con epicentro en el tipo de cambio en su
condición de variable determinante para procurar que la economía nacional se
haga competitiva, dando por sabido que el mercado cambiario (y el monetario) es
extremadamente sensible al manejo de los temas sociopolíticos y a las
declaraciones públicas de voceros del alto gobierno que en el presente ha
motivado un tránsito hacia una brecha
cambiaria (2015) superior al 3.200% (dólar
oficial y el paralelo), en demostrativo rechazo al bolívar como medio de cambio
y de reserva de valor (preservar el patrimonio),así como delabsurdo anclaje de la paridad sin
contar el BCV con suficiente disponibilidad de divisas para sostenerlo; todo lo cual condiciona la percepción que
asumen los ciudadanos en relación al comportamiento macroeconómico nacional
inmediato (en los precios básicamente) y de su bienestar futuro.
El programa de ajuste (PA), debe
conceptualizarse como un conjunto de medidas de política económica orientadas
al restablecimiento estructural del equilibrio
oferta-demanda, que desde el lado de la oferta consistirá en su distribución por intermedio del mercado con
participación determinante del sector privado bajo una adecuada supervisión del
Estado, en el marco de una desregulación de la economía; mientras que por el
lado de la demanda se debe ajustar
el consumo interno a la capacidad de producción nacional (revitalizada) en un
lapso no superior a los 2 años, empleando
instrumentos de política monetaria (restricción
de la oferta monetaria interna) y fiscal
(disminución del déficit público sin monetizarlo con emisión de dinero
inorgánico); en un escenario de un plan
de austeridad que, irremediablemente, causará una caída del consumo (que en
todo caso hoy se está viviendo con la
escasez y el desabastecimiento pero sin
horizonte de solución) y del PIB
antes de retomar el sendero del crecimiento autosostenido al mejorar la
estructura productiva y elevar la productividad (y el bienestar), desarreglo
que en su ínterin deberá ser enfrentado con un obligante plan de choque
integral conrostro humano (programas
sociales especiales) para garantizar la protección y justicia social en
aquellos estratos más vulnerables de la
población.
El PA, ha de complementarse con otras
medidas como restituir la autonomía al BCV; devaluación explicita para corregir
la sobrevaluación y desestimular las importaciones no prioritarias al tiempo de
aproximar los precios internos al mercado internacional para estimular
iniciativas en el sector exportador no petrolero; reforma cambiaria para
establecer un sistema de cambio único y flotante; desmontaje progresivo de los
controles (cambio y precios); apoyo a un programa de inversiones nacionales y
extranjeras; elevación de las tasas de interés pasivas; reducción de la
cantidad (42) de productos regulados; activa política de “descongelamiento” de
los precios regulados por largo tiempo; subsidio directo a los productos
de la canasta básica; paralización de
los ingresos a la administración pública; una concreta política
antinflacionaria; entre otras alternativas.
Finalmente,
y ante la permanente duda (incredulidad) de la población en cuanto a si el
Gobierno se “atreverá” a correr con el denominado “costo político”(y electoral) de aplicar un programa de ajuste, asumimos que no le queda otro camino ya que mucho más daño le causa a la
población y a sus intenciones de permanecer electoralmente en el poder
la desesperanza, indignación y frustración rabiosa que se genera en el
ciudadano al experimentar la actual economía del desastre signada por la
escasez y el desabastecimiento. Es claro, que ante la bien ganada desconfianza
que existe hacia la “política económica” gubernamental, se requiere, para
adelantar cualquier PA,una previa
explicación pedagógicamente sencilla en lenguaje comprensible al venezolano de “a pie” sobre su
alcance y consecuencias como condición para asumir anímica y formalmente un pacto nacional de estabilidad y crecimiento
con soluciones pactadas (de carácter voluntario entre las partes), que
incluya una irreversible decisión de devolver a la sociedad su economía, y que no se convierta, como
ha sido la tradición venezolana, en “papel
mojado” al surgir con inmediatez dañina la huidiza pretensión de “¡arreglar los problemas con más
problemas!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico