Susana Seleme Antelo (Bolivia) 13 de julio de 2015
Para algunos, fueron revolucionarios, no
violentos si partimos de la base que toda revolución lo es, sino por innovadores, como su encíclica
Laudato Si, para cuidar la tierra, nuestra
“casa común”, no la mera ‘Pachamama
utilitaria’ de Evo Morales.
Para otros, a los mensajes les faltó énfasis en la mención
a temas importantes referidos al quehacer de la crispante realidad
sociopolítica y económica boliviana, y
otros que no tocó como el narcotráfico, el TIPNIS y la violación a Derechos
Humanos. Y aunque habló en términos muy fuertes sobre su concepción del
“cambio”, el régimen de Evo Morales y algunos comentaristas creen que con esta
visita recibió un ‘espaldarazo’ del Papa
o que hay consonancia entre los mensajes de ambos. La duda más que razonable es
lo único que aquí cabe, por la utilización política que hizo el gobierno de la
visita, antes y durante la misma. Las palabras de Francisco nada tienen en
común con los autoritarios y represivos y antidemocráticos que gobiernan
Bolivia, izquierdistas, oportunistas, populistas, sindicalistas cocaleros y otros ‘istas’. Menos con la hoz y el
martillo, símbolo de uno de los peores totalitarismos, que soporta a Cristo crucificado, aunque
hubiese sido concebida por un mártir de la dictadura, hace 35 años.
Los mensajes de Francisco tocaron el
corazón de miles y miles de personas,
aún de las escépticas como yo, por su
auténtica trasparencia y sencillez. Esas virtudes provocaron la devoción sin
límites reflejada en los rostros de mujeres, hombres, jóvenes, niñas, niños,
voluntarias/os y gente de la tercera edad. Dicen que siempre es así en cada
visita papal, en cualquier parte del mundo. Pero son una muestra desbordante de
la necesidad de arroparse en la fe de la Iglesia y de recuperar esperanzas no
perdidas ante los embates pasados y presentes.
En mi criterio, todos sus mensajes,
invocando a Jesús, al Evangelio y al
pueblo santo de Dios, tienen un remate político. Se remiten a la doctrina social de la Iglesia,
al cambio que significó el Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla, Aparecida
bajo la voz del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y son el ‘pepe
Grillo’ que habla a la conciencia política de los pueblos y a los políticos.
A mi entender, el principal mensaje de
Francisco en Bolivia es “no a la lógica
del descarte”, a la lógica que excluye y desecha. En ese “no a la lógica del
descarte”, inscribo su saludo “a los que no están”, a “los que por múltiples razones no están aquí
y que han tenido que buscar otras
tierras que les posibilite la vida”, como dijo apenas pisó suelo
boliviano. Hacía referencia a las y los
miles y miles de exiliados económicos y al millar de exiliados políticos, que
aquí solo reprodujo el matutino El Día de Santa Cruz de la Sierra. Francisco lo
repitió en la multitudinaria misa a los pies del Cristo Redentor: “no es
necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles de comer”. ¿Eligió por eso a Ecuador, Bolivia y
Paraguay, países sumidos en la pobreza y que expulsan a su gente porque no encuentra un lugar entre los suyos?
El
Cambio
En Ecuador, el Papa había pedido a los
gobernantes latinoamericanos que inspiren sus leyes en la inclusión y el
diálogo para que “la represión, el control desmedido y la merma de libertades”
queden “en el doloroso recuerdo”. En Bolivia,
ese mensaje pasó desapercibido. Pero fue el anuncio de lo que Francisco
entiende por la palabra ‘cambio’.
“Empecemos por reconocer que necesitamos un cambio… aquí he escuchado una frase
que me gusta mucho: proceso de cambio”, para luego aclarar sin ambages, cuál
cambio. “Sabemos que un cambio de
estructuras, concebida por imposición de una u otra opción política o
porque se instauró tal o cual estructura social, que no viene acompañado de una
sincera conversión del corazón, termina
por burocratizarse, corromperse y sucumbir”.
Ese cambio debemos asumirlo como un “no” a la dominación política, a la
concentración del poder, a la imposición de cualquier “dictadura ideológica” en “la lógica del
descarte”, sin diálogos, sin transparencia. El proceso de cambio para Francisco
es “sembrar cambio, es regar
serenamente lo que otros verán
florecer”, calmando la ansiedad “por ocupar todos los espacios de poder
disponibles y ver resultados inmediatos”.
Definió “vivir bien”, que no es “pasarla bien”, como oportunidades
para acceder a la educación, a la salud, a tener una infancia sin carencias,
una juventud que haga suyas esas oportunidades,
mirar a las mujeres-madres, que “llevan sobre sí la vida y el futuro de
su gente”; a los ancianos para que
tengan una vejez “venerable”, porque son “quienes logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo”.
Recalcó que “Cada uno de nosotros es parte de los pueblos
que luchan por una significación, por un destino, por vivir bien”, que apuesta
por “una convivencia entre diversos. Para Francisco, hay otra globalización frente
a la que excluye: “la globalización de la esperanza que nace de los pueblos”
para poner “la economía al servicio de los pueblos, en el camino de la paz y la
justicia social”. Cambio también para “poner fin a la dictadura del dinero” y a
la imposición de “austeridad financiera”, y pensé en Grecia hoy acorralada.
Cambio para que el crecimiento económico
llegue a todos “y no se quede en las estadísticas macroeconómicas”, como
acostumbra el régimen de Morales, cuya danza de millones, no termina ni
terminará con la “lógica del descarte”.
Y ahí están las tres “T” de Francisco para cambiar esa
lógica: “tierra, techo y trabajo”, bajo el principio del respeto a la dignidad
de la gente. El Papa subrayó que el
trabajo debe ser “estable”, no
transitorio, ni con más o menos bonos como hace Morales, “lejos de la
arbitrariedad del más fuerte (que) ha
propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencias”. Y ahí marcó la
distancia con el cambio de Evo Morales, quien ha ocupado todos los espacios de
poder de manera autoritaria y
antidemocrática para quedarse en el
ejercicio de ese poder ilimitado sin transparencia y sin
contrapesos, ahora “para toda la vida” como pretende con una cuarta
re-re-reelección.
Morales se vanagloria de haber creado
más de un millón de miembros de una nueva clase media, pero no ha bajado en
índice de informalidad laboral, que
abarca del 70% hasta 80% de la población
económicamente activa (PEA). Es, sin dudas, una estrategia de supervivencia,
siempre precaria, ante la ausencia de
trabajo formal, estable y con seguridad social, que parece una especie en
extinción en Bolivia.
El “descarte” del régimen de Morales a
los ‘otros’, empezó en la ciudad de El Alto,
apenas llegado el Papa a Bolivia. La televisión del gobierno, más que
estatal, no emitió las imágenes de la alcaldesa de esa ciudad, Soledad
Chapetón, ni la del Alcalde de La Paz, Luis Revilla, ambos de oposición. En
Santa Cruz evitó que los indígenas que defienden el TIPNIS, puedan llegar al
Papa. Antes de que la comitiva papal abandone el país, el régimen reprimía con
su acostumbrada violencia a representantes de Potosí, llegados a la sede de
Gobierno con sus añejas demandas nunca escuchadas.
El
infierno carcelario
El mensaje de “no al descarte”, fue
reafirmado en la cárcel de Palmasola: “reclusión no es exclusión”. Ahí
corroboró las precarias condiciones de una de las cárceles más violentas y
sórdidas de Bolivia, denunciadas por la Pastoral Social Penitenciaria de la
Iglesia: corrupción rampante, extorsión, pugnas de poder, hacinamiento,
retardación de justicia, ausencia
de políticas de rehabilitación, entre
otras miserias. El Papa escuchó tragedias humanas de mujeres y hombres privados de libertad y les dijo “No se
achiquen… no se rindan, la convivencia depende de ustedes”.
La preocupación del Papa por ellos es una constante, pues visitaba las cárceles en su
diócesis en Buenos Aires, siendo ya Papa, estuvo en la de Nápoles, y lo hará
cuando esté en Nueva York, en septiembre
próximo. En la visita a Palmasola hubo menos rigor de su guardia personal y anduvo
saludando, dando la mano, abrazando, besando a infantes y bendiciendo. Pudo
hacerlo, gracias a la labor Pastoral Carcelaria de la Iglesia que cumple allí
una invaluable labor de asistencia y
solidaria. Ahí se inscribe el pedido de la Iglesia por “extirpar la
parcialización y la corrupción de la justicia” como afirmó Monseñor Sergio
Gualberti, Arzobispo de esta capital, en
la misa oficiada en el Cristo Redentor .
La retardación de justicia abraca el 85%
de la población interna sin sentencia,
amén de los atropellos que sufren ellos
mismos y sus familias. Como el sufrido por los tres cruceños del complot
terrorismo-separatismo contra la demanda autonómica cruceña, en calidad de
‘preventivos’ desde hace 6 años. La madrugada de la vista papal, fueron sacados
de sus celdas y confinados al régimen de máxima seguridad, por el temor de que
se acercaran a Francisco para denunciar los abusos que sufren y le expresaran de viva voz el pedido de una
amnistía, pues ellos no han cometido delito alguno. Conocida la canallada,
el acto fue difundido en la redes
sociales y mediáticas nacionales y extranjeras, tras lo cual el régimen les
permitió participar del acto, a marcada
distancia. El hijo de uno de esos presos
políticos, que sí existen, un niño de siete años, escribió una carta a
Francisco, donde le pedía que interceda para que su papá vuelva a su casa, de
la que está ausente hace 6 años, cuando
él apenas tenía uno.
¿Habrá escuchado-entendido el gobierno el
clamor de la sociedad boliviana y los mensajes del Papa Francisco? No parece,
primero porque no es creyente, y porque siendo sordo, persiste en su soberbia del “descarte”
autoritario y represivo, que impide el diálogo como medio de convivencia entre
diferentes.

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