Por Jesús Alexis González, 13/07/2015
Desde Aristóteles—regímenes políticos
virtuosos y degenerados—pasando por la Rusia del siglo XIX—movimiento
Narodnichestivo: pueblo—y luego a partir del siglo XX cuando florece la
“defensa de los intereses del pueblo” se ha venido sucediendo una degeneración de la democracia donde
convergen demagogia y populismo. Lademagogia apela a las
emociones y halagos, incentivando las pasiones y los miedos en aras de ganar
apoyo popular haciendo uso de la retórica basada en promesas aparentemente
válidas, que luego muestran un bajo
cumplimiento y resultados mayormente simplistas; mientras que el populismose corresponde con una democracia no responsable caracterizada
por una atención al “pueblo”—no a todos los gobernados—con ofertas que se
traducen en una distribución
complaciente del ingreso nacional en procura de conseguir favores
electorales para alcanzar el poder—y
luego preservar la hegemonía política—con la intención subyacente de destruir el capitalismo, induciendo en
el colectivo menos favorecido socialmente la imaginación que llegarán al poder ¡derrotando a la oligarquía!.
La dinámica política-partidista, se
“anima” en un ambiente polarizado entre
el conflicto y el consenso creándose las condiciones para
la aparición del populismo como una adulteración de la democracia, que
implícitamente alienta la percepción sobre el “líder necesario” en un escenario donde estratégicamente se fomenta
la confrontación interna al tiempo de desviar la atención ciudadana hacia las“deudas de la democracia” para hacer
prevalecer la figura de ese líder que, señalan,
encarna la verdad única y por ende debe afianzarse en la voluntad del
pueblo ya que es el predestinado para
mejorar la condición social de la gente hasta devolverles la dignidad que sienten les han quitado,
para luego hacerlos sentir socialmente importantes. Al populismo, lo hacen ver como una necesidad que emerge como
consecuencia de un supuesto fracaso de las instituciones democráticas
existentes, que se han desestabilizado en razón, sostienen, al agotamiento de los partidos políticos tradicionales
induciendo en simultaneo la antipolitica—antipartidismo—y
la incertidumbre la cual, afirman, solo puede reducirse con el
accionar de un líder carismático que impulse la vinculación emocional entre el líder (agente fundamental del
populismo) y lavoluntad del pueblo (sujeto pasivo), quien actuará para entregarle el poder al pueblo (¿?)a la
luz de la construcción de un nuevo orden
social incluida, de ser necesario, la aprobación de una nueva Constitución.
El líder populista, hará “conocer” su pretensión de satisfacer las
“aspiraciones del proletariado”—no de la globalidad de los gobernados--
haciendo frente a los obstáculos,
restándole importancia al costo de los recursos para “alcanzarlas”; o lo
que es lo mismo sin saber—ni le interesa saberlo—cuánto cuesta lo que piden, al
extremo de perfilar una sociedadde
muchos ciudadanos con derechos pero ¡sin deberes¡ y poco dados a desatar su
energía productiva, hasta convertir el empleo público y las pensiones en la figura moderna de la “justicia social”. Tal
irracional de “igualdad de logros”, se
ha traducido en lo que al caso
venezolano se refiere, que del total de los ingresos petroleros 1999-2015 (US$
880.000 millones) cerca del 41% se
destinó a remuneraciones del sector público, pensiones y deuda.
El populismo, en lo político es un régimen autoritario y en
lo económico asume un “modelo”
centrado en el mercado interno en
presencia de un aparato productivo anti
exportador que se desenvuelve en el marco de una cúpula burocrática marcadamente corruptaque arrastra a
cualquier país más allá de una crisis hasta llevarlo a una decadencia económica en marcha hacia la pobreza ante la ausencia de
generación de riqueza como consecuencia de una insignificante acumulación de
capital; con el agravante que tal distorsionado modelo sólo “funciona” cuando
existe un alto nivel de ingreso nacional resultante del trabajo creador,
distinto a una irresponsable “facultad” para emitir dinero inorgánico y/o de
asumir una deuda relativamente alta con relación al PIB. Lo más perverso del
asunto, es que esos fondos públicos son utilizados a discrecionalidad por el
“líder” quien, dice, emplearlo en
bien del pueblo para luego cobrarle con la ¡obediencia! Vale citar, que en el
contexto de la Venezuela de 1999 la pobreza
ya reflejaba un 45% de los hogares en tan indeseable circunstancias, hasta
moverse a un 48,4% en el presente, a pesar de haber ingresado en los últimos 15
años (1999-2015) más de US$ 880.000
millones por exportaciones petroleras, unos US$ 770.000 millones por
tributos, unos US$ 260.000 millones por emisión de Bonos y unos US$ 107.000
millones por emisiones inorgánicas de dinero ( más del 40% de la liquidez
monetaria), para un total de unosUS$ 2.017.000 millones.
Finalmente,
algunos países populistas--latinoamericano
especialmente--, con posterioridad al fallecimiento del “líder” estructuran un populismo institucionalizado con eje en
su “figura eterna”, soslayando su
obvia ausencia física y vinculo
hipnótico mostrándolo permanentemente
“vivo” (estatuas, bustos, murales, afiches, etc) e instrumentando en “su
nombre” una política de “mano extendida”
como herramienta para mantener elementos afectivos que obnubilen el
pensamiento de muchos ciudadanos y burócratas al extremo de “secuestrarles el pensamiento”hasta
hacerlos subordinados de un liderazgo de
museo que permiteadjetivar el presente con “ismos” como p.ej. “peronismo”,con
la finalidad de, por una parte, atenuar fallas gubernamentales mediante la “lealtad obligatoria”, y por la otra convertirlo en el gran elector.


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