Luis Ugalde 29 de enero de 2016
Venezuela
renacerá con la sinceración en tres dimensiones: la reconstitucionalización del
país, el profundo cambio de la política económica social del gobierno y el
nuevo espíritu de reconocimiento mutuo y cooperación entre venezolanos.
Lo ocurrido el 6-D en Venezuela es de tal
magnitud y trascendencia que no acabamos de entender y menos de digerir.
Venciendo todas las coacciones, amenazas, trampas y obstáculos, la gente
descubrió que la inmensa mayoría clama por un cambio serio y a fondo. Es lógico
que el gobierno luzca aturdido y se enrede en sus propias trampas. A muchos les
resulta imposible admitir que ya no son dueños del poder, cuya perpetuación la
creían asegurada, a base de zanahoria y palo. Despreciaron al pueblo y
sobrevaloraron el poder que da temporalmente el dominio de los medios para
silenciar y para vender realidades inexistentes:
1-La
reconstitucionalización de Venezuela pasa por la urgente eliminación de las
violaciones sistemáticas y programadas de la Constitución vigente, como el
atropello de la separación y autonomía de poderes, de la no militancia
partidista de la Fuerza Armada y la conversión de todo adversario en
delincuente político, agente del imperio y enemigo del pueblo venezolano. En
consecuencia, estos no merecen vivir en libertad y los presos políticos y
exiliados no son accidentes, sino creados para implantar la exclusividad del
poder. La nueva Asamblea Nacional viene decidida a recuperar la Constitución y
redemocratizar el país, luego de década y media dedicada a imponer una
dictadura más militar que cívica con control de la economía y del pensamiento e
información. La Asamblea Nacional, recogiendo el clamor del país, recuperará el
respeto a la Constitución.
2-Cambios
de la actual política económica causante de la inmensa catástrofe nacional.
Impusieron un modelo fracasado con la vieja idea de que la felicidad de un país
solo es posible con la eliminación de la propiedad privada de los medios de
producción y de la empresa privada. Este sueño, tras muchas décadas de
imposición totalitaria, fracasó en múltiples países por la sencilla razón de
que es contra natura. Hoy ni Rusia, ni China, ni Vietnam piensan en semejante
disparate. Cuba está buscando inversión privada extranjera… pero aquí, la
“revolución” no quiere enterarse. Hoy en día en Venezuela reina la
desesperación socioeconómica en una población atrapada por la mayor inflación
del mundo, descenso dramático del PIB y de la productividad, desabastecimiento,
ineficiencia y corrupción en empresas y servicios públicos.
Ahora
con el decreto de “emergencia económica” quieren reforzar las causas que
produjeron el desastre, bajo la dirección de un ministro para quien no existe
la inflación como hecho económico, sino como maldad de los empresarios;
bastaría la buena voluntad de estos para bajar la inflación de 200% a 2%. Para
reparar el crimen económico que cometieron contra la agricultura venezolana, al
estatizar Agroisleña, ponen una ministra con la idea de sembrar un par de matas
en porrones y latas del balcón urbano. Nadie sensato propone resolver el mal
reforzando las causas del desastre y con los mismos médicos. El Ejecutivo debe
tomar en serio la crisis y sus causas y dejar de repetir el cuento de la
“guerra económica” con la idea de cambiar sin tener que cambiar. No somos ni
analfabetos, ni niños, para que el presidente, con aparente seriedad, nos diga
que no hay más alternativa a esta política económica de desastre que el
neoliberalismo. El mundo está lleno, desde China a Uruguay, pasando por
Noruega, Canadá, Vietnam o Dinamarca, de notables éxitos que no son ni
neoliberales, ni perseguidores de la empresa privada. Hay que recordar que en
el siglo XX Venezuela vivió y disfrutó muchas políticas económico-sociales
exitosas que no eran neoliberales ni maduristas y durante más de medio siglo
logró, con diversos gobiernos, un impresionante crecimiento sostenido, sin
inflación y con avances sociales en salud, educación, empleo, leyes sociales…
3-Nuevo
espíritu. Para que las duras medidas y los exigentes cambios tengan éxito,
necesitamos el renacer de un nuevo espíritu. Gobierno y oposición deben
sincerarse, superarse a sí mismos y acordar soluciones con poca retórica y
mucho realismo y resultados. Nuevo espíritu que como fuerza arrolladora barrerá
todo liderazgo que no esté a la altura: si en las familias, asociaciones,
iglesias, centros educativos… todos nos convertimos en cultivadores del
“nosotros”, del reconocimiento y solidaridad del otro, del que es distinto, del
que ayer era excluido por mí con identificación y convicción de que nuestro
bien pasa por su bien y que si a él le va mal, a la larga también a mí y a
todos nos irá mal.
Jorge
Olavarría era un político inquieto y de extraordinario talento que contribuyó
al triunfo de Chávez, convencido de que con el militar llegaría el cambio y el
castigo a los culpables. A los pocos meses cayó en la cuenta de la siembra
destructiva que con aires mesiánicos se estaba haciendo desde la cúpula del
poder. El 5 de julio de 1999 como orador de orden en la solemne celebración de
la Independencia, ante el presidente de la República y altos representantes de
todos los poderes, Olavarría se atrevió a denunciar con claridad, elocuencia y
presentimiento la siembra antirrepublicana. Intentaron callarlo y no pudieron.
Completó su alerta concluyendo. “He dejado hablar al venezolano angustiado que
tengo dentro. Porque no somos pocos los venezolanos que estamos angustiados por
las tempestades que van a provocar los vientos de odio, de ilegalidad y de
violencia sin razón ni sentido que hoy están sembrando”. Aquella siembra –lo
sabía Olavarría– conducía inexorablemente a la actual ruinosa cosecha. Ahora
hay que revertirla por todos los medios y en todas las instancias por otra de
reconocimiento, solidaridad e inclusión.
El
papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este comienzo
de este año nos pide que enseñemos a gustar a niños y grandes la alegría que
brota de vivir día a día el amor, la solidaridad, la compasión por el prójimo y
que participemos activamente en la construcción de una sociedad más humana y
fraterna. Es el renacer de Venezuela.
DEDICATORIA:
Al profesor Demetrio Boersner, honesto y consecuente socialdemócrata de sólida
formación marxista, amigo entrañable y confidente espiritual durante más de 40
años, que inesperadamente se nos fue en los días navideños.
“Quien
cree en mí, aunque haya muerto vivirá”, dice Jesús.
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