Por Julio Castro Méndez
En semanas recientes, en el
contexto sobre el déficit de medicamentos que sufre Venezuela, la
Ministro de Salud, la doctora Luisana Melo, declaró que el consumo de
medicamentos en el país era mayor en comparación a otros países de América
latina. Para ello, utilizó datos de IMS (International Marketing Service), la
cual es una compañía cuya principal área de negocio es el estudio de los
patrones de consumo en varios sectores, sobre todo el sector farmacéutico.
Para entender el mercado de
consumo de medicamentos es importante explicar que el consumo de medicamentos
global de un país se obtiene de la suma de dos grandes grupos: el consumo
privado que se hace a través de farmacias y droguerías y que el ciudadano
costea de su propio bolsillo; y el consumo público de los medicamentos que se
dispensan en ambulatorios, hospitales y otros establecimientos de salud
relacionados con programas de tratamiento estatales que el paciente no paga de
manera directa.
Las proporciones entre estas
dos áreas de consumo son variables según cada país. Según datos de Organización
Mundial de la Salud, en México el 75% del gasto de medicamentos proviene del
sector público, representando la mayor cobertura pública de la región. En
Venezuela, en cambio, las proporciones son opuestas: sólo 25% proviene del
sector público y el 75% es gasto privado o gasto de bolsillo, representando la
peor cobertura pública de la región.
Haciendo un ejercicio para
tratar de explicar, hay muy pocas formas de que el consumo de medicamentos en
Venezuela per cápita sea mayor del promedio. Eso sólo sería posible con
base en mayor frecuencia, menor intérvalo o mayor tiempo total de tratamiento.
Y, en este sentido, parece ilógico que los padres de un niño que tome un
medicamento para la epilepsia le den más medicamento del que necesita; o que
una mujer que toma pastillas anticonceptivas tome más pastillas por día; o que
los pacientes con enfermedades crónicas como diabetes, quienes, requiriendo una
dosis de una o dos veces al día, usen sistemáticamente más dosis de las
indicadas.
En el caso de enfermedades
agudas la gran mayoría de las veces el paciente toma tratamiento sólo los días
recetados, por lo cual parece poco lógico imputar la causa del alto consumo a
estas causas. Una de las formas en las que otros países han corregido estas
posibles causas es la dispensación del número exacto de medicamentos
prescritos. Ésta es un área donde la normativa de Estado sobre la compañía
farmacéutica puede rendir algún beneficio, haciendo que la prescripción de los
medicamentos (por ejemplo los antibióticos) se hagan con base en la dosis
habitual (7 o 10 días) que no necesariamente es la presentación con las que
habitualmente se expenden los antibióticos. Otro ejemplo puede ser la de uso de
unidosis en farmacias de expendio, pudiendo generar alguna forma de ahorro y
evitar que haya medicamentos sobrantes en la despensa, un problema frecuente al
cual se enfrentan los sistemas de entrega de medicamentos con sistemas
socializados.
¿Qué significan los
datos de consumo de IMS?
IMS es una empresa
transnacional que se dedica a recuperar la información de los datos de venta
privada. Para eso entrevistan a farmacéuticos y recogen los récipes
que los pacientes llevan a las farmacias. Es importante aclarar que los
datos de IMS representan única y exclusivamente los consumos del sector privado
de venta detallada en farmacias y no toma en cuenta el consumo del sector
público ni del sector hospitalario tanto público como privado.
En un país como Venezuela,
donde la mayoría del expendio de medicamentos es a expensas del mercado
privado, estos datos del IMS son de alguna manera un reflejo de las fallas del
sistema público.
Si utilizamos este índice para
medir el consumo total de medicamentos de un país, mientras más alto es el
consumo privado, más bajo es el consumo del sector público. Un ejemplo claro de
esto es México, donde la fracción del consumo de medicamentos de uso público ha
venido creciendo gracias a programas con mayor cobertura nacional y, por ende,
disminuyendo el consumo privado, debido a que casi el 80% de los medicamentos
que consumen los ciudadanos están incluidos en los diferentes programas de
cobertura estatal, como el Instituto Mexicano del Seguro Social, el ISTE y el
Seguro Popular.
La fórmula es simple: mientras
el Estado mejora su cobertura de medicamentos, es menor el gasto directo
privado o de bolsillo tienen que hacer los ciudadanos. Y mientras más gasto de
medicamentos hay en el sector privado, menos eficiente es el Estado para cubrir
las necesidades en salud, en especial de medicamentos.
De esta manera, el aumento del
consumo privado de medicamentos responde a una política sanitaria insuficiente
que no permite el acceso a los tratamientos por medio de instituciones o
programas del Estado.
Los datos de IMS y del Banco
Mundial revelan un comportamiento que debería movernos a la reflexión: los
países más desarrollados consumen menos medicamentos comparados con los países
en una escala menor de desarrollo, pero a expensas de la disminución del
consumo del sector privado: el gasto llamado “out of pocket”. Puede sonar
paradójico, pero los países con más recursos y desarrollo son los que tienen
coberturas estatales de medicamentos más amplias, con un consumo total menor.
También es llamativo que el
histórico de gasto en medicamentos en Venezuela haya presentado una tendencia a
la disminución si comparamos 2009 con 2014, a diferencia del resto de los
países de América Latina. También sorprende que algunos voceros gubernamentales
utilicen esta información (ese consumo alto) para explicar las carencias,
cuando en tiempos recientes se usaba este mismo argumento (el mismo consumo
alto) como una variable de riqueza y poder adquisitivo del venezolano.
Existe una asociación clara
entre el consumo de medicamentos per cápita y el ingreso medido en Producto
Interno Bruto, según los datos del Banco Mundial. Siendo Venezuela uno de los
países con mayor ingreso per cápita de la región, es lógico que se correlacione
con un consumo mayor de medicamentos medido en gasto per cápita en dólares.
¿Puede el control del expendio racionalizar el consumo?
Ya existe alguna experiencia
acerca del control de expendio como forma de racionalización de consumo: hace
algunos años, el propio gobierno trató de normalizar el uso antibiótico en
Venezuela obligando a la venta de los antibióticos a través de un récipe
médico. Y la mayoría de los médicos del área y asociaciones científicas
agradecimos la medida. El objetivo era disminuir la automedicación y, por ende,
el consumo. Estudios realizados posteriormente revelaron que no bajó el
consumo de antibióticos ni se modificó el patrón de consumo en relación al tipo
antibióticos. La moraleja es clara: la indicación y el consumo de medicamentos
obedece a razones complejas y multifactoriales. Y si se quiere ordenar, es
necesario incluir todos los factores involucrados.
La conclusión es que los datos
de consumo privado son una expresión de la incapacidad de los programas
gubernamentales para satisfacer la demanda de medicamentos, aunado a la
posición privilegiada del alto ingreso producto de la renta petrolera, que
presiona para un mayor consumo a expensas del mercado privado, que en el caso
venezolano indica lo que el ciudadano paga de su propio ingreso. Eso es lo que
reflejan los datos del IMS. Por ende, no luce para nada razonable que el alto
consumo sea la razón de la escasez de medicamentos de estos tiempos. Además,
este consumo medido por IMS ha tenido la misma tendencia en Venezuela desde
hace más de veinte años.
Si bien la mayoría de los
médicos estarían de acuerdo en que una racionalización del uso de los
medicamentos conllevaría a un uso más equitativo y adecuado por los pacientes y
una capacidad de atender mayor número de ciudadanos, la racionalización tiene
que tener una lógica basada en indicaciones de los médicos, balance de
costo-efectividad y estudio de protocolos de tratamiento que, hasta el momento,
o no se tienen o no se usan en Venezuela de manera extensa.
El gobierno nacional utiliza
la excesiva demanda como la explicación de la escasez que tenemos en rubros como
electricidad, agua, medicamentos y comida, siendo la debilidad del
mantenimiento de la oferta lad dificultades con materias primas y divisas.
¿Cual es la solución a corto
plazo?
Para el rubro medicamentos,
donde la carencia absoluta de la lista de medicamentos esenciales alcanza 62% y
la escasez llega al 91%, se necesitan medidas urgentes que garanticen el acceso
a ellos de forma inmediata.
En este sentido, debe haber
una priorización de la asignación de divisas hacia aquellos medicamentos de
necesidad imperiosa. Además de una aceleración del trámite burocrático que
supone para los mecanismos habituales la cadena de producción. Todo esto
requiere el concierto de asociaciones científicas médicas y entes
gubernamentales, junto al sector farmacéutico en su totalidad.
Ya no hay margen para
discusiones teóricas ni declaraciones maniqueas.
Los pacientes esperan y el
saldo hasta ahora sigue siendo negativo para la ciudadanía.
11-02-16
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