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sábado, 13 de febrero de 2016

Cambio o catástrofe, por @garciasim



SIMÓN GARCÍA 11 de febrero de 2016

Los militantes oficialistas, aunque algunos se resistan a ver la realidad y a sacar las correspondientes conclusiones, sufren el desabastecimiento de alimentos y medicinas; los aumentos de precio y  la misma inseguridad que padecemos todos. Sólo una mínicúpula de enchufados vive rodeada de privilegios tan insultantes, que sus indicios brotan de sus autos, relojes, anteojos o carteras.

El descontento y la inconformidad con Maduro también son visibles en la base popular que aún brinda su apoyo al gobierno. Entre dirigentes del PSUV y funcionarios del gobierno comienza a surgir, aún débil y parcialmente,  no sólo la admisión de la crisis y de su gravedad, sino la urgencia de un viraje para adoptar medidas que implican una fuerte corrección o abandono del modelo. En la calle comienza a propagarse la rabia y la desesperación.


La mayoría democrática vive una disyuntiva similar, la crisis también se come a su estrategia. Afortunadamente, la reconquista del poder legislativo, una victoria cuya importancia aún el cuerpo social no ha digerido, ha creado un clima emocional positivo. Pero la afirmación de la autoestima colectiva y la sensación de hartazgo frente a la indecisión presidencial están oxigenando una fuerte presión de ir, como sea, por Miraflores.

Al menos en esta ocasión, todo parece indicar que la mayoría no está equivocada sobre el dilema principal: o se produce un cambio o se nos viene una catástrofe arrasadora. Esta premisa conduce a otra que se está generalizando como un imperativo: si el gobierno no cambia hay que cambiar el gobierno.

Pero en la conclusión hay que pasar revista a cuanta fuerza política e institucional se  necesita tener, con cuáles alianzas, con que mecanismo constitucional, en cuanto tiempo y con cual programa común es posible relanzar la democracia, reconstruir la economía y restablecer la plena vigencia de la Constitución de 1999. El Presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos, se comprometió a dar la respuesta de esa instancia antes del 5 de julio de 2016.

Hay un conjunto de circunstancias favorables para abordar esa tarea acumulando condiciones y resultados antes de pasar a su realización. Entre ellas: 1. Ampliar el consenso en torno a las formas y medios de lucha aplicables a la sustitución pacífica y constitucional del actual gobierno. La valoración, crítica o exaltante, de lo que se llamó La Salida es pasado. Ahora existe una conjunción de fuerzas políticas unidas en una estrategia con unos objetivos comunes. 2. El centro de dirección de las luchas ha pasado a la Asamblea Nacional, ensanchando una vanguardia institucional, legitimada electoralmente y con extraordinaria capacidad de iniciativa dentro del marco de la Constitución, sin necesidad de los delirios sobre poderes paralelos o la repugnancia sobre un parlamentarismo social y alternativo. 3. Existe un colectivo dirigente exitoso, uno de cuyos componentes son los 224 parlamentarios, capaz de asumir la orientación de los ciudadanos, servir de cauce de expresión y movilización para las demandas sociales y nutrir de fuerza y pluralidad los escenarios a futuro.

No hay un recetario para las transiciones. La que está emergiendo puede sorprender más que los pasados resultados electorales. El deber de todos es empeñarnos en el avance y la calidad del cambio, con mucha calma para la reflexión y mucha audacia para la acción.

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