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domingo, 14 de febrero de 2016

Enrique Aristeguieta Gramcko: Estamos viviendo un gobierno de facto



Enrique Aristeguieta Gramcko abogado y político venezolano, amante de los perros. Fue el miembro más joven de la Junta Patriótica que derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, junto con Fabrico Ojeda, Guillermo García Ponce y Silvestre Ortiz Bucarán.

Con sus 82 años de edad posee una prodigiosa memoria y la misma fuerza en su voz de cuando a los 24 años luchaba por Venezuela hasta ver derrocado al dictador Marcos Pérez Jiménez.


- Aquella dictadura puede tener algún paralelismo con el régimen actual al que usted califica también como dictadura.

- En aquel momento había una dictadura, el presidente estaba usurpando el cargo, el poder y tenía que haber convocado a elecciones y no lo hizo, violó la Constitución; inventó un plebiscito que no estaba en la Constitución, además no fue sincero, no hubo tal plebiscito, fue una especie de pantomima, de teatro para decir que la gente había ido a votar y nadie fue, sólo los empleados públicos obligados. Obviamente, había un descontento muy grande no sólo en los sectores políticos sino en gran parte de la población, porque aunque la dictadura de Pérez Jiménez, hay que reconocerlo, fue una dictadura desarrollista, hizo una serie de obras importantes de infraestructura, se había olvidado del problema social de Venezuela que era en aquel momento muy severo. Nadie hablaba de eso porque por la censura no se podía hablar de nada, pero ese problema social era de tal magnitud que la primera voz que se levantó para criticarlo fue la del Arzobispo de Caracas, Monseñor Arias Blanco, en una Pastoral que publicó el día 1° de mayo, Día del Obrero. Eso ocasionó una fricción entre el régimen y la Iglesia Católica. Monseñor Arias no estaba inventando nada, la gente lo sabía. A raíz de la Pastoral de Monseñor Arias Blanco se dio otro gesto de inconformidad que fue la huelga universitaria del 21 de noviembre, días posteriores de la aprobación de la Ley que consagraba el plebiscito propuesto por Pérez Jiménez, yo fui parte del comité de huelga. La universidad se levantó y la Seguridad Nacional al día siguiente la tomó y apresó a todo el que encontró ahí adentro del Rector para abajo.

–¿Quiere decir que Pérez Jiménez sí tenía la intención de perpetuarse en el poder?

–Claro, llega la fecha de las elecciones y Pérez Jiménez no tenía ni la menor intención de convocar unas elecciones medianamente aceptables y se lanza por la vía del plebiscito, pero para no dejar dudas de cuál era la intención del régimen a Rafael Caldera, que era una de los líderes importantes de los pocos partidos que quedaban en Venezuela vigilados por la Seguridad Nacional lo ponen preso en el mes de junio, porque Caldera, eventualmente, hubiera podido ser un candidato de entendimiento de los partidos democráticos si había alguna posibilidad de una elección libre como estaba pautada en su propia Constitución.

–Eso hizo desaparecer completamente las esperanzas de una salida constitucional y pacífica ¿Qué se hizo, cuál fue la actuación de los militares?
–Los partidos por muy maltrechos que estuvieran, con muchos dirigentes encarcelados, exiliados, presos, sometidos a vigilancia, sabían que no había posibilidad de salir por la vía electoral. Pero ese malestar también se había producido en un sector de las Fuerzas Armadas porque todas las cosas malas que hacía la dictadura: actos de violencia, violación de los DDHH, de los derechos constitucionales, las torturas que se aplicaban en las cárceles, las prisiones sin fórmula de juicio, los venezolanos que estaban en el exterior arbitrariamente, el silencio que había que nadie tenía derecho de hablar de nada que se refiriera a funcionamiento del Estado ni del gobierno, ese malestar salpicaba a las Fuerzas Armadas con todo y que había muy pocos ministros militares, pero había ese descontento.

–¿En aquella época también había una cúpula militar?

–Mucho más pequeña que la de ahora que también tenía prebendas y beneficios, pero no eran unos narcotraficantes como los de ahora, simplemente cobraban comisiones, se la rebuscaban para hacerse ricos en poco tiempo y mantenían a Pérez Jiménez porque lo necesitaban. También había un fermento en la oficialidad sana, que estaba en los cuarteles, que tenían familiares en las cárceles, en el exilio, en el cementerio y conocían lo que estaba pasando, las desigualdades sociales y, por último, se dieron cuenta de que se estaba violando la Constitución. Ese fermento dentro de las Fuerzas Armadas se tradujo en una serie de conspiraciones paralelas porque había una gran desconfianza tanto en el mundo civil como en el militar. Los tentáculos de la SN penetraban en todas partes, ahí había un policía que fue extraordinariamente eficaz que fue Pedro Estrada que tenía controlados a los propios militares, cosa que los molestaba muchísimo.

–Las intentonas golpistas que se dieron después ¿Estuvieron apoyadas sólo por Acción Democrática?

–En el mundo político civil se abrió paso a la idea de que mientras siguiera un solo partido tratando de participar en un golpe para salir de la dictadura no tendíamos éxito, porque se necesitaba la concurrencia de todas las fuerzas políticas. Entre las Fuerzas Armadas había quienes estaban por el entendimiento con el sector político o los que pensaban en un golpe militar “químicamente puro”.

–¿Cómo nace la Junta Patriótica?

–Se había venido conformando un grupo de entendimiento, de análisis, de acción, de coordinación con gente de los cuatro partidos: Acción Democrática, Copei, URD y el Partido Comunista que se llamó la Junta Patriótica. Eso obedecía a la necesidad de que en la resistencia tratando de entenderse con el sector militar que era imprescindible, hubiera agente de todos los partidos. Había que trabajar con mucho tacto porque en el Ejército había mucho oficial anti adeco y muchos, la mayoría, profundamente anti comunista. En eso el Partido Comunista fue sumamente cauto, sagaz. En la Junta nunca se supo que los panfletos que salían a nombre de la Junta Patriótica estaba metida gente de partidos, en la calle se decía que era gente de distintos sectores públicos, militares, civiles, eclesiásticos. Yo llego ahí porque hubo un momento en que los grandes dirigentes estaban presos o exiliados o vigilados en su casa, entonces a los jóvenes nos tocó la tarea de echar para adelante.

–¿El 1° de enero revienta otro golpe militar?

–Que fracasó, yo creo que químicamente puro. Eso fue revulsivo, revolvió tanto a los militares como a los civiles, porque ahí se vio que Pérez Jiménez no contaba con el respaldo monolítico de las Fuerzas Armadas, inclusive su piloto personal fue uno de los cabecillas del golpe. Ahí comenzó todo el mundo a conspirar, militares y los civiles que ya habían perdido el miedo.

Nos relata Aristeguieta Gramko que esta fue una época de golpes y contragolpes ya que el 9 de enero el Estado Mayor le exige a Pérez Jiménez que saliera de Vallenilla Lanz y de Pedro Estrada y que nombrara un gabinete militar. Pérez Jiménez acepta, pero intenta dar un contra golpe, llama a Rómulo Fernández, Ministro de la Defensa, lo pone preso, lo manda al exilio y nombra otro gabinete donde incorpora a civiles como Fernández Morán y Giacopini Zárraga. Comenzaron a aparecer manifiestos, panfletos, de los gremios condenando la dictadura y pidiendo elecciones libres y Pérez Jiménez comienza a meter presos a los firmantes cosa que lo debilitó aun más.

–¿Cómo se comenzó a gestar el golpe final donde interviene la Junta Patriótica?

–La protesta civil se fue incrementando, pero sabíamos que se venía otro golpe militar con conocimiento nuestro y en sintonía. Los oficiales comprometidos nos piden que convoquemos una huelga general para el día 21 de enero y lo logramos. Ese día la prensa no circuló, a las 12 del medio día la consigna era que todos los carros tocaran corneta y que las campanas de las iglesias repicaran y de los cerros comenzó a bajar la gente a raudales. La policía reprimió y hubo bastantes muertos y heridos. A mí me tocó correr, no lo niego. Pero la huelga fue un éxito.

–¿Qué pasó luego del éxito de la huelga?

–No pasó nada, pensamos que el golpe había sido develado, abortado. Decidimos esperar el día siguiente para llamar a la gente a que se reintegrara y nosotros a pensar qué hacíamos con o sin militares. En la tardecita nos llegó la noticia de que el golpe no había sido develado sino que había tenido que posponerse 24 horas. Llovera Páez le propone a Pérez Jiménez irse y Pérez Jiménez dijo: “Yo no mato cadetes” y huyó en la Vaca Sagrada.

–¿Cuál fue el acuerdo previo de la Junta patriótica?

–Salir de Pérez Jiménez, un gobierno de transición hacia la democracia, la convocatoria a elecciones y libertad política. Esos objetivos se cumplieron. Lo primero que hizo la Junta Patriótica fue darle su respaldo incondicional a la Junta de Gobierno, gobierno de transición.

–¿Hay algún paralelismo entre aquella realidad y la que estamos viviendo hoy en día?

–No se puede comparar aquello con esto. En aquel momento se firmó el Pacto de Punto Fijo que fue un acuerdo de gobernabilidad por el cual los 3 partidos que habían lanzado candidatos se comprometían a gobernar juntos ganara quien ganara y apoyar en el Congreso al presidente que fuera. Se fue a las elecciones ya con un proyecto, acuerdo, compromiso y un programa de gobierno. Cuando Rómulo Betancourt se juramenta nombra ministros de Copei, de Acción Democrática, de URD, militares, independientes, un gabinete realmente interesante. El final del 57 no se puede comparar con esto, se puede comparar en tanto en cuanto estamos en una dictadura, pero con una gran diferencia.

–¿Cuáles son las diferencias del país en ambas épocas?

–Venezuela en esa época era un país que a partir de la muerte de Gómez venía en alza, todos los gobiernos que pasaron después le dejaron algo positivo al país: López, Medina, la Junta Revolucionaria de Betancourt, la Junta Militar que tumbó a Gallegos, el gobierno militar de Pérez Jiménez, todos habían dejado algo positivo para el país. El país no estaba destrozado, no se debía ni un centavo al exterior, desde que Gómez pagó la deuda no se había vuelto a endeudar Venezuela. Venezuela no era un país endeudado como estamos ahorita, no era un país en manos del hampa, los ministros eran de una dictadura, pero sabían lo que tenían entre manos no los escogieron entre los menos educados, menos capacitados, que hoy en día parece que escogen la gente de acuerdo a su mayor incapacidad.

–¿Y diferencias en cuanto a la manera de gobernar?

–Pérez Jiménez fue una dictadura desarrollista y un gobierno autoritario, pero no totalitario, no fue un gobierno que vino a perseguir a grupos sociales o económicos, perseguía a los políticos; aquí se persigue a todo el mundo y al tratar de imponer un sistema político totalitario la economía colapsó, un gobierno tiene que generar empleo que lo generan las empresas. Aquí hay que volver a restablecer una economía sana de mercado en un régimen de preocupación por el problema social, que regule las relaciones de las empresas y los empleados.

–Usted dice que de este régimen hay que salir por las buenas o por las malas ¿Cuáles son las buenas y cuáles las malas?

–Las buenas: que Maduro entendiera que no puede con esto, que renunciara y vamos a elecciones en 30 días; que lo hagan renunciar de alguna manera porque él tiene que demostrar que es venezolano. Están hablando de una enmienda constitucional, un revocatorio, pero todo eso requiere la anuencia del CNE y de los propios afectados y toma tiempo y los que están ahí tienen que estar de acuerdo en no poner trabas, pero están aferrados porque saben que no tienen para donde correr. En todos los gobiernos se ha robado, lamentablemente, pero el narcotráfico no era la forma de enriquecerse. Las malas: yo siempre he dicho que el artículo 333 de la Constitución establece la obligación a todos los ciudadanos, investidos o no de autoridad, de restablecer la plena vigencia de la Constitución cuando ella ha dejado de aplicarse por actos de fuerza o de cualquier otro medio y la Constitución ha dejado de aplicarse, el desconocimiento de la Asamblea a cada momento por el Ejecutivo es un golpe de Estado, en consecuencia todos los ciudadanos tenemos la obligación de restablecer el funcionamiento de la Constitución chavista que nos serviría para regresar a la democracia.

–¿Y qué papel jugarían los militares en esta circunstancia?

–Entre los investidos de autoridad están los señores militares que, teóricamente, son los únicos que tienen el uso legítimo de las armas en el país. El día que la gente se desespere y salga a la calle a saquear, a quemar, a destruir, a buscar la comida a como dé lugar, entonces los militares van a tener que intervenir en peores condiciones porque van a tener que matar a un poco de gente para restablecer el orden porque si no se los llevan a ellos por delante también. ¿Por qué esperar que las cosas lleguen a su punto más crítico, por qué no actuar antes de que esto se ponga más difícil? Mientras más tiempo pase va a ser más difícil.

–¿No teme que lo cataloguen como golpista?

–No temo, pero si quieren lo pueden hacer, pero de lo que sí tendrían que catalogarme es de anti golpista, porque lo que estoy pidiendo es que se dé un contra golpe porque el golpe está dado, porque cuando dejas de aplicar la Constitución estás dando un golpe. Estamos viviendo en un gobierno de facto que no le obedece al Poder Legislativo que es absolutamente legítimo y esto lo estoy diciendo desde hace muchísimo tiempo y nadie me lo ha refutado.

–¿Qué sería para usted lo ideal que sucediera?

–Aquí tendría que venir un gobierno de transición que tome una serie de medidas que puedan parecer impopulares, pero que hay que hacerlo porque el mal ha llegado muy profundo. La economía venezolana se puede restablecer, se puede regenerar con un poco de inteligencia, de buena voluntad y de honestidad porque este es un país que tiene recursos. No puedo vaticinar qué va a pasar aquí, porque este es un país de acontecimientos no de instituciones y no se sabe lo que va a pasar. Aquí puede pasar cualquier cosa en cualquier momento, pero hay que estar mentalmente preparado y que todos aportemos para que lo que venga sea mejor. Este debe ser el año de la liberación porque este país no aguanta más.

–¿El chavismo no ha tenido nada bueno?

–Lo único bueno que le veo al chavismo es que ha hecho despertar a los jóvenes universitarios, intelectuales y se volvieran a interesar en la política. Con el desprestigio de los partidos los jóvenes se apartaron de la política. Tengo esperanza en la gente joven, idealista, que piense que lo más importante en la vida no es hacerse rico. Creo que las nuevas generaciones van a tomar el relevo y lo van a hacer bien y a los viejos nos tocará siempre contar la historia para que no se repitan los mismos errores.

13-02-16




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