Por SS Alejandro Moreno
Cuando un fenómeno, un
acontecimiento, un movimiento de grupos sociales es dejado al desarrollo de su
propia dinámica, tiende a crecer, a proliferar, a profundizarse en los
intersticios de la sociedad y a ir ocupando progresivamente todos los espacios
de la sociabilidad. Si el movimiento fomenta mejores y más altos niveles de
conciencia ciudadana, justicia, respeto a los derechos humanos y pacífica
convivencia produce un mejor estado de la cultura, fluidez de las relaciones
humanas y superiores condiciones de paz.
Si, en cambio, se pone en marcha toda
una tendencia criminal, fuera y en contra de la ley, esta se irá concretando en
los más diversos modos de actualización y en todos los lugares y espacios a los
que pueda tener acceso con sus métodos y procedimientos delincuenciales, que
cada día serán más amplios y profundos.
Nuestro estado actual es de
tal naturaleza, que lo que globalmente podemos llamar el malandraje, dejado
como ha sido desde los años de esta revolución a su libre juego y albedrío, no
solo ha ocupado todo posible lugar del delito, sino que ha despedido tentáculos
hacia las instituciones del poder oficial y se ha enlazado con los que estas, a
su vez, también han emitido para él, de modo que están ambos intrincados en una
madeja de complicidades, intereses y crímenes casi imposibles de desentrañar.
Mientras esta enmarañada madeja se mantenga, no habrá ninguna esperanza real
para la tranquilidad y seguridad ciudadanas. Ya no tenemos, en lo que a la vida
cotidiana de los ciudadanos se refiere, un Estado civil ni militar, con un
centro de decisiones políticas al servicio de todos. Ha sido totalmente vaciado
de contenido y se ha convertido en un cascarón hueco. Lo que tenemos, de hecho,
en las calles, en las casas y en las obras es un Estado constituido por poderes
dispersos de bandas, macrobandas, pranatos, sindicatos del crimen, que a veces,
solo a veces, llegan a enfrentarse entre ellos, pero siempre perjudicando a la
población pacífica a la que asesinan, roban, extorsionan, violan y no sigamos
enumerando porque los horrores son interminables.
Ahí está el verdadero poder
sobre toda la sociedad. Lo que hace un tiempo señalé que se estaba construyendo
como un Estado subyacente al Estado oficial, ya no subyace; muestra su horrenda
cara a la luz del día y por encima de las instituciones distorsionadas.
Si no se cambia el sistema que
nos domina, Venezuela desaparecerá no solo como convivencia ciudadana, sino
como Estado. Caerá en la más violenta anarquía.
09-02-16
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