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domingo, 14 de febrero de 2016

Tolerancia en conflicto, por @felixpalazzi



FÉLIX PALAZZI sábado 13 de febrero de 2016

A pesar de lo complicado y ambiguo que pueda ser la práctica actual de la tolerancia, es necesario reconocer que existen situaciones en conflicto ante las cuales es siempre preferible optar por la tolerancia antes que agudizar el conflicto. El Papa Francisco recordaba hace poco que "hay que hacer una política de unidad, de reconciliación y -es una palabra que no me gusta, pero tengo que usarla- también de tolerancia". El actual panorama nacional es extremadamente complejo y alentar a la población a tolerar la escasez, la inseguridad o la corrupción no puede ser entendido como una virtud, sino como una mofa grotesca ante la gravedad de la situación. Por ello cabe la reflexión sobre cuándo la tolerancia es una virtud.

La tolerancia no es un valor si se entiende como un simple permiso a vivir la propia existencia sin más. Decía Goethe que "el derecho a existir no debe ser tolerado sino reconocido, y quien lo tolera, insulta". Cuando un grupo empieza a ser reconocido y a demandar su espacio en la sociedad, y cuando conquista los medios de poder y lucha por sus derechos, estamos ante un valor. Es preferible esto que la negación o persecución sistemática de una minoría o un grupo social, como en el caso de la aplicación de la pena de muerte a personas de orientación homosexual en países musulmanes.

La tolerancia puede ejercitarse bajo una forma represiva, dejando así de ser una virtud. Por ejemplo, cuando hemos escuchado por parte del gobierno sus llamados constantes al diálogo pero sin intención de rectificar el modelo o aceptar la crítica, o cuando hemos visto la instalación de un poder político electo a través del libre ejercicio del voto y, sin embargo, son diarias las artimañas para desconocerlo y desarticularlo por la vía de los otros poderes públicos. Estamos frente a un ejercicio de tolerancia de parte del gobierno pero que no ha dejado de ser represivo y meramente formal. A esto no lo podemos catalogar de virtud.

Para lidiar en medio de los conflictos se necesita una práctica de la tolerancia asociada a la justicia y a la reciprocidad. En la presente situación, el gobierno debe entender que la tolerancia es el único camino para lidiar con el conflicto, incluso la única herramienta que le permitirá salir airoso y subsistir políticamente en el futuro. El costo político de agudizar el conflicto sólo generará un vencido y un vencedor en un contexto de creciente anarquía. La oposición debe hacerse carne con la crisis que atraviesa el ciudadano común, siendo su voz y su propuesta de cambio.

En este contexto también cabe hablar de reconciliación nacional porque hay que construir un proyecto más complejo y completo. Este implica pasos como la liberación de los presos políticos, recordando especialmente aquellos que viven el infierno de las cárceles comunes. Pero también, pasa por la eliminación de toda forma de discriminación y persecución política sea por la forma de pensar o la de expresarse libremente en los medios de comunicación. Es necesario reconciliar, pues, a un país entero y a sus instituciones, y comenzar a superar las ideologías partidistas.

Más allá de la indiferencia, la resignación, el cansancio y el agotamiento por la supervivencia, hay que generar una convicción verdadera y sólida de solidaridad y reconocimiento mutuo. La capacidad del diálogo abierto y plural junto a la garantía de una justicia que custodie el respeto de los derechos humanos será la vía para caminar hacia una salida pacífica a esta crisis. Sin tolerancia, sólo queda el conflicto permanente y anárquico, que sólo llevará a una mayor destrucción del país.

Felix Palazzi

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