Por Marco Negrón
Asediada por la pertinaz
hostilidad del Ejecutivo Nacional y sus aliados en el ámbito local llevada
hasta el extremo del encarcelamiento arbitrario del Alcalde, la Alcaldía
Metropolitana de Caracas a través del Instituto Metropolitano de Urbanismo
Taller Caracas (IMUTC) entregó a la ciudadanía en julio de 2012 el primer
avance del Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020.
Tres décadas antes, en
octubre de 1983, la desaparecida Oficina Metropolitana de Planeamiento Urbano
de Caracas (OMPU) había presentado el Plan Rector del Área Metropolitana de
Caracas y el Litoral Vargas, un documento de gran valor que sin embargo terminó
diluyéndose en el aire por el efecto conjunto de la injustificable liquidación
de la OMPU, paradójicamente perpetrada por los primeros alcaldes del AMC
electos democráticamente, y la profunda y prolongada crisis económica nacional
iniciada en aquellos mismos años. Pero quizá también por la rigidez de su
diseño.
El PECM2020 vino a llenar
ese peligroso vacío, convirtiéndose en la hoja de ruta que demanda la capital
para empezar a navegar, lamentablemente con gran retardo, en las turbulentas
aguas del siglo XXI venezolano. Sin embargo, hay quien se pregunta de qué sirve
ese plan cuando es descaradamente ignorado por el oficialismo: remitido a las
autoridades nacionales, regionales y locales con competencias sobre el AMC, es
emblemático el caso de un alto funcionario cuya necia soberbia (¿o soberbia
necedad?) le aconsejó devolverlo al remitente sin siquiera abrir el sobre que
lo contenía.
Ya en la década de 1960 el
crítico e historiador de la arquitectura Giulio Carlo Argan definía el plan
como work in progress, obra abierta, hecha en la misma medida en que
está-en-proceso-de-hacerse, cuyo real objetivo es modificar y reformar la
metodología del proyectar: “el plan”, afirmaba, “no es el proyecto de una
acción futura, sino un actuar en el presente según un proyecto.
La ideología no es abstracta
imagen de un futuro-catarsis, es la imagen del mundo que tratamos de construir
luchando: planificando no se planifica la victoria sino el comportamiento que
se propone tener en la lucha”.
A diferencia de este enfoque
aunque en concordancia con el estado del arte entonces predominante, el plan de
1983 -no casualmente definido como Plan Rector- concluía en
una imagen-objetivo que se proponía alcanzar para el final de siglo;
en cambio el plan de 2012, no en vano precedido del término avances,
enfatiza seis líneas estratégicas, es decir, formas de comportarse en una lucha
cuyo objeto es la reforma de la estructura de lo real; como dice Argan, “se
proyecta contra la resignación frente a lo imprevisible, al caso, al desorden,
a los golpes ciegos de los eventos, al destino”.
Por supuesto, un plan urbano
terminará siempre concretándose en elementos físicos -calles y avenidas,
edificios, espacio público- pero que con toda seguridad, porque las ciudades no
son objetos sino procesos, serán bastante diferentes de los pensados por sus
proponentes.
Y es precisamente en la
reforma de esos procesos donde se centra el interés del PECM2020, una reforma
que trasciende a las instituciones formales para permear todo el cuerpo social
de la metrópoli, sentando una sólida base de partida para actuar (producir
nuevos avances) en el momento mismo en que termine la remoción de los agentes
perturbadores que hoy, inútilmente, pretenden ignorarlo.
26-07-16
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