Javier Yuste 23 de julio de 2016
Desde
nuestro rincón del planeta, esa pequeña extremidad europea que es España, es
difícil valorar en su justa medida lo que nos ocurre como sociedad. Hay
problemas que nos preocupan y acechan como la corrupción, la desigualdad, los
desencuentros políticos… Pero no es tan fácil establecer hasta qué punto estas
dificultades son el resultado de nuestra idiosincrasia y no el producto de
procesos globales en un planeta hiperconectado. Por eso el trabajo de observadores
como Moisés Naím (Libia, 1952) es de un gran valor, ya que nos ayudan a
interpretar lo que nos ocurre con la distancia adecuada. Naím ha ejercido a lo
largo de su carrera de profesor universitario, ministro en el gobierno de
Venezuela y director de su Banco Central (antes de Chávez), director ejecutivo
del Banco Mundial, director de la revista internacional Foreign Policy y,
además, ha escrito varios libros. En 2007 comenzó a publicar su columna ‘El
Observador Global’ en El País y desde entonces esta actividad se ha convertido
en su auténtica dedicación profesional. Ahora recopila parte de este trabajo en
Repensar el mundo. 111 sorpresas del siglo XXI (Debate).
JY-
Lleva desde 2007 escribiendo esta columna y de hecho se define principalmente
como columnista…
Respuesta.-
Este trabajo domina mi vida. La introducción del libro se titula ¿De qué voy a
escribir este domingo? y esa es la pregunta que me hago todos los días desde
2007. La columna me obliga a pensar en qué voy a decir que otros no han dicho
ya o cómo voy a arrojar una perspectiva diferente sobre temas candentes. Pero
quizá la pregunta que me hago con más frecuencia es la siguiente: ¿Qué temas no
le interesan al lector pero deberían interesarle?
JY-
¿Qué es más importante para usted, el tema o el enfoque?
R.-
Hay colegas que encuentran temas fascinantes, pero los hacen inasequibles y
aburridos y le quitan vitalidad e interés. Otros compañeros encuentran la
manera de divertir al lector pero si uno escarba en su texto no encuentra nada,
solo un torrente de palabras. Ambos casos representan un fracaso y hay que
intentar estar en una posición intermedia.
JY-
¿Cuáles son sus objetivos respecto al lector?
R.-
Mis objetivos son invitarle a repensar lo que cree, invitarle a descubrir cosas
que no conoce, invitarle a dudar, sorprenderle…
JY-
Estas columnas se publican en diarios de todo el mundo, y usted tiene un gran
feedback con los lectores gracias a internet. ¿Cómo reciben los españoles sus
columnas respecto a lectores de otros lugares del mundo?
R.- Me
ha impresionado de los lectores españoles varias cosas, empezando por el hecho
de que son muy asiduos. Percibo dos creencias muy arraigadas entre ellos. La
primera es pensar que todo lo importante que pasa en el mundo es consecuencia
de una conspiración dirigida normalmente por un grupo clandestino de poderosos.
Y la segunda apunta a que alguien, ya sea una empresa, la CIA o la izquierda,
me paga para que tenga unas determinadas opiniones. A la gente le cuesta creer
que escribo algo porque realmente lo pienso y no porque me están dando un
incentivo.
España
desde el mundo
JY- La
corrupción es el principal problema que preocupa a los españoles. ¿Merece
realmente la pena luchar contra ella?
R.- La
manera de luchar contra la corrupción en muchos países está haciendo daño al
mundo, ya que el escándalo es su principal instrumento. Una vez que sale a la
luz un caso de corrupción y se lleva a los tribunales, como el proceso es
largo, enseguida el interés mediático desaparece y otros escándalos vienen a
copar los titulares. Esto genera la búsqueda del proverbial y mesiánico hombre
honesto, pero no debemos contar con que, de existir, vaya a estar en nuestro
gobierno. Lo importante es que haya instituciones y reglas que hagan imposible
la impunidad, que haya luz y trasparencia.
JY- En
España estamos a punto de repetir las elecciones porque los partidos no son
capaces de alcanzar acuerdos. ¿Esto solo ocurre aquí o es una tendencia en todo
el mundo?
R.- Mi
libro El fin del poder, de 2013, de alguna manera pronosticaba lo
que está ocurriendo ahora en España. El poder se ha hecho más fácil de obtener,
más difícil de usar y más fácil de perder. Tomemos de ejemplo el caso de
Podemos. Este partido hace unos años no existía y tuvo un auge impresionante.
Súbita e inesperadamente se convirtió en una potencia política capaz de
desbancar a los dos monstruos monolíticos, a las dos potencias políticas
españolas, el PSOE y el PJY. Por tanto el poder es fácil de obtener, pero de
pronto descubrimos que también es difícil de ejercer y fácil de perder. Es
obvio que Podemos tiene hoy una potencia política menor que la que tenía en su
apogeo. Con Donald Trump pasa algo similar. Quién podría haber imaginado que se
declararía candidato a la presidencia de EEUU por el partido republicano y que
vencería a sus adversarios. Pero al final ha ido malgastando parte de su poder
por los errores que ha cometido y es posible que lo pierda del todo y que su
carrera política sea efímera. A los Hermanos Musulmanes les pasó lo mismo en
Egipto.
JY-
¿Podemos y Donald Trump forman parte de eso que usted llama la necrofilia
ideológica?
R.-
Sí, ambos tienen mucho de esa pasión por las ideas muertas que han fracasado
una y otra vez en un determinado país o en varios países distintos. Sin
embargo, Podemos y la candidatura de Trump son propuestas muy atractivas porque
prometen exactamente aquello que la gente quiere oír. Son los grandes
simplificadores, ofrecen ideas políticas que disminuyen la ansiedad de la gente
ante los amenazantes cambios que estamos viviendo. Sin embargo sus ideas son
ideas zombis, parecen que están vivas pero en realidad están muertas. Las ideas
zombis y la necrofilia ideológica son dos enfermedades de nuestra actualidad
que no solo sufre la izquierda o la derecha, también están en el sector
privado, en la iglesia, en los equipos deportivos, en las universidades, en los
medios de comunicación… Nadie está a salvo de ellas.
JY-
¿El capitalismo por el contrario sí está vivo?
R.-
Depende. Evidentemente el sistema adolece de graves fallas: fragilidad
financiera, paro, desigualdad dentro de un país y entre distintos países… Pero
cuando Sarkozy dijo que había que reformular el capitalismo realmente estaba
enunciando una frase vacía. Desde luego atractiva pero solo útil en tertulias
de radio o para calmar a angustiados, no para ayudar realmente a la gente. Para
que funcione hay que dotarla con contenido específico: ¿Qué quieres hacer para
que haya más empleo y menos desigualdad? ¿Cómo podemos ayudar a los
inmigrantes? ¿De qué manera vamos a manejar la tecnología?…
JY-
¿Qué le parece la utilización de Venezuela para el juego político en España?
R.-
Realmente no estamos hablando de Venezuela sino de las ideas de Hugo Chávez,
esas son las que están sobre el tablero. Si hablamos de utilizar el modelo de
Chávez en España, regresamos al concepto de necrofilia política. La lista de
tragedias que ha legado Chávez a Venezuela es de sobra conocida: mortalidad
infantil, escasez de medicinas, inflación récord, una de las tasas de
asesinatos más elevada del mundo, corrupción desbordada, problemas de
abastecimiento para la población a pesar de contar con las reservas de petróleo
más grandes del mundo… Es una larga lista de evidencias. Quienes participaron,
se entusiasmaron, asesoraron, apoyaron, propagaron y promovieron las ideas de
Chávez tienen que estar en la palestra debatiéndolas porque ya tenemos los resultados
y son un fracaso. Y luego está la evidencia que ha dado Rafael Isea, exministro
de Hacienda de Chávez, de que el régimen donó millones de dólares a las
fundaciones asociadas a Podemos y que el presidente sabía que el dinero estaba
destinado a crear un partido. Creo que es legítimo que haya una conversación
nacional cuando un régimen como éste está contribuyendo a moldear el panorama
político de una democracia como la española.
Internet
y el fin del poder
JY- En
contra de lo que pueda parecer, ¿internet es una herramienta muy útil para la
censura?
R.- En
origen pensábamos que internet era una gran tecnología de liberación y de lucha
eficaz contra las tiranías y de hecho lo es, no hay duda. Pero ahora estamos
descubriendo que internet también es una potente arma de represión. Teníamos la
idea de que los gobiernos eran unos tontos cibernéticos expuestos a grupos de
jóvenes ciberinteligentes que se reúnen en plazas de todo el mundo utilizando
sus teléfonos móviles. Pero resulta que los cibertontos gubernamentales han
aprendido y ahora dominan todos los instrumentos de hackeo, control, censura y
coerción cibernética… Internet y las redes sociales son instrumentos
importantísimos, muy poderosos, pero requieren usuarios. Los instrumentos
tienden a ser neutros y si los usa un gobierno represivo, son instrumentos de
represión.
JY-
¿Va a haber algún liderazgo claro en el mundo en los próximos años?
R.- Al
igual que en la naturaleza, en la política los vacíos tienden a llenarse. Quién
llene el vacío de liderazgo mundial tendrá poder pero menos que su predecesor.
Podemos puede llenar ciertos vacíos que ha dejado el PSOE pero nunca será tan
poderoso como el PSOE en su apogeo, y eso pasa en todos los ámbitos. Los
liderazgos están más constreñidos. Hace tres años China parecía imparable y hoy
está sufriendo problemas de todo tipo: económicos, internos, políticos… Y a
Rusia le pasa igual. Hace poco pensábamos que Putin era el hombre más poderoso
del mundo y que podía hacer lo que quisiera y no es así. La economía rusa está
colapsada. La volatilidad del poder es evidente todos los días en los titulares
de los periódicos.
JY-
¿Esta ausencia de liderazgo complica la toma de decisiones a nivel global?
R.-
Efectivamente, y además han aumentado los problemas que requieren soluciones
colectivas. Ese déficit entre una gran necesidad de trabajar internacionalmente
de manera coordinada choca con la incapacidad de los gobiernos y genera lo que
yo llamo el déficit más peligroso del mundo. Lo estamos viendo claramente en la
crisis de los refugiados europeos o en la crisis económica europea.
JY-
¿Sirven de algo las grandes cumbres de políticos para solucionar los problemas mundiales?
R.-
Para darle más negocio a las compañías de festejos y de catering.
JY- A
pesar de todo, de este libro se desprende que en líneas generales las
condiciones de vida de la gente son mejores que en cualquier otro momento de la
historia…
R.- Y
esa es una idea difícil de hacer tragar a quienes están pasando por una época
de tanto sufrimiento. En Europa la economía es anémica, no crece mucho, no hay
dinamismo, los salarios están estancados o declinando, los jóvenes tienen
niveles de desempleo o de paro y cuando consiguen trabajo son trabajos
precarios… Decirle a una población que está pasándolo tan mal que el mundo está
mejor que nunca crea una disonancia cognitiva muy grande. Sin embargo, las
estadísticas demuestran que el mundo en muchos sentidos está mejor. Tenemos la
clase media más numerosa de la historia de la humanidad aunque en países
europeos o en EEUU esté disminuyendo y la desigualdad sea mayor.
JY-
¿Por qué parece que en el mundo hay una mayor conciencia de la desigualdad si
la clase media es mayor que nunca?
R.-
EEUU es muy eficaz exportando sus ansiedades. La desigualdad en EEUU ha llegado
a niveles que no había antes y esto ha provocado un gran debate que se ha
globalizado. Y es curioso porque aparece en lugares del mundo en los que siempre
ha habido una gran desigualdad que ahora se está atenuando.
JY-
¿El mayor problema que tenemos hoy en el mundo es el calentamiento global?
R.-
Sí, y estamos en una trayectoria catastrófica.
JY-
Con los grandes intereses económicos que hay y con la dificultad para llegar a
acuerdos globales entre los distintos países, ¿cree que algún día se tomarán a
este respecto las medidas necesarias?
R.- La
madre naturaleza nos está mandando señales, cada vez más estridentes. No hay
nada mejor para dejar de fumar que un infarto que no te mata.
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