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domingo, 24 de julio de 2016

Gerry Weil: "Luché por ser un negro con swing... Sigo blanco, pero toco como negro"


Por Eileen Rada


"Los venezolanos son las personas más humanas y amorosas que he conocido. Yo no pienso irme pa’ ningún lado. Se está yendo demasiada gente talentosa. Yo me quedo aquí", dice el maestro

Yo era Gerhard Weilheim hasta que me monté en un barco en el año 1957 en Italia. Hice un viaje bien largo y duro y eventualmente llegué a La Guaira.

A los dos o tres años de estar en Venezuela, cambié el nombre. Yo soy Gerry Weil. Además, los nombres no son importantes, es la esencia del hombre la que cuenta.

Cuando empecé a trabajar como músico profesional en Caracas, como a la edad de los 23, 24 años, nos dimos cuenta de que Gerhard Weilheim, mi nombre austríaco, era muy complicado.



Mi abuela me llamaba Gerry, que es un apodo de Gerhard. Quitando el “Heim” quedaba Weil, como el nombre de un músico muy famoso que creó la Ópera de los Tres Centavos, de donde viene la famosa canción Mack the knife, que canta Rubén Blades, después llamada Pedro Navaja. Esa música es de un gran compositor alemán que se llama Kurt Weill.

Desde hace 50 años me llamo Gerry Weil para todo el mundo. Solamente cuando renuevo la cédula o cuando voy a un banco y tengo que firmar un papel o hago un cheque recuerdo que soy Gerhard Weilheim. Gerry es más pegajoso, suena más a jazz, es por eso. Yo soy Gerry Weil y no tengo ningún rollo con eso.

El maestro recapitula sonriente sus historias. Se levanta del asiento y muestra todos los reconocimientos con su nombre artístico: el Premio Nacional de Música, la Orden Simón Bolívar y el Botón de Oro, del Gobierno de Austria. Sus pies desnudos recorren el estudio musical.

Yo empecé a estudiar todo en Venezuela. En Austria no estudié mucho porque vengo de una familia muy humilde y cuando quise estudiar en el conservatorio, mi abuela me llevó, me hicieron un examen y resultó que le dijeron “ese niño no tiene oído, no tiene ritmo, ni es melódico ni armónico, aquí no lo aceptamos”. Entonces estudié por mi cuenta.


Me costó mucho, pero en un momento de mi vida yo dije: “Quiero ser músico", y empecé a estudiar muy fuerte por muchos años. Ahí me di cuenta de que, aunque no tengas oído, si te fajas 8 o 10 horas diarias puedes llegar a ser un gran músico, o lo que tú quieras.

Todo es constancia, humildad, paciencia, pasión, amor a lo que hagas. Más nada. Hoy en día puedo componer una pieza frente a un público en una sala llena porque desarrollé algo que no tenía por naturaleza, pero me vino poco a poco.

Yo creo que en algún momento se abrió esta brecha y se descubrió que sí tengo talento. A veces pienso que me mandaron para acá sin talento como castigo por una vida anterior o algo así. Pero al tiempo dijeron: “mira, se faja, vamo’ a ayudarlo”.


En algún momento me apareció la inspiración y puedo componer una pieza sin problema, ya después de mucho trabajo.

Cada palabra de Gerry es una dosis de motivación. Tras más de 50 años en el mundo de la música y una carrera llena de disciplina y esfuerzo, dice con propiedad que si se quiere y se hace el esfuerzo suficiente, se puede; sobre todo si se lleva humildad y paciencia en la maleta.

Ser el maestro del jazz en Venezuela es una responsabilidad. Yo me considero un eterno estudiante. Nunca paro de estudiar. Cuando atiendo a un nuevo alumno, en su primera clase, le digo: “estás hablando con el alumno más avanzado de esta escuela”.

No me considero nunca graduado, ni maestro. Soy estudiante. Y pienso ser estudiante hasta el último día de mi vida. No sólo de música: de la vida, de los idiomas. Soy un hombre al que le gusta aprender de todo. Sé muy poco y tengo que vivir todavía muchos años porque hay mucho que aprender. Es un secreto de juventud ser un eterno estudiante.


Es interesante. No tengo título de conservatorio. Yo me he formado mucho en la calle. Toqué muchos años en un club de jazz en Altamira, he tomado clases privadas con muy buenos profesores pero no he hecho una carrera formal. No obstante, en 2011, me otorgaron con toga y birrete el título de maestría como una especie de Doctorado Ad Honoren. Lo agradezco, pero en realidad no tengo ni bachillerato.

Quiero aprender más sobre la música suramericana, más de nuestro folclor, de Venezuela y sus ritmos. También me interesa muchísimo la poesía. Me interesan los idiomas. Conozco como 7, algunos muy bien, otros regularmente. Tengo 8 años estudiando japonés. No me preguntes por qué. Me gusta. Hablo inglés, alemán, por supuesto. Tuve 17 años en Austria. El español lo aprendí aquí. El italiano, el francés y el portugués siempre estoy tratando de mejorarlos.

Me gustan la filosofía, la playa, los deportes. Soy un apasionado estudiante de las artes marciales. Me sigue interesando el karate y llegué a cinta negra en la tercera edad y quiero seguir practicándolo. No importa la edad. La edad para mí no existe. Y cuando esté un poquito mejor de mi recuperación de la prótesis que tengo de una pierna, pienso volver al karate. Practico Tai-Chi, meditación. Me gusta nadar, me gusta la playa.


La visión de futuro de Gerry es contagiosa. Ríe con emoción cuando habla de sus planes. La edad no lo frena. Cumplirá 77 años este 11 de agosto y ha dedicado, al menos, la mitad de su vida a la enseñanza.

Virtuosos músicos venezolanos han pasado por su estudio, aprendido sus lecciones y hecho vida en el mundo de la música. Sin embargo, asume sus conocimientos con gran sencillez.

Ya tengo incluso nietos de alumnos míos. Le he dado clases a mucha gente que ha hecho carrera internacional y que son considerados músicos importantes como Luis Perdomo, que está en New York; Silvano Monasterios, en Miami, entre muchos otros. Ilan Chester, Yordano, Evio Di Marzo, Sergio Pérez..., se me olvidan los nombres. Pero todos los méritos son de ellos mismos. Lo que he hecho yo es poner un granito en su formación y, sobre todo, siento que les he sembrado el amor por la música.

Creo que esa es la labor más importante de un pedagogo: sembrar amor por el arte que se está estudiando. Las técnicas se pueden aprender, pero es muy importante sembrar el amor, la pasión y la humildad necesaria para llegar lejos.


Es muy importante la perseverancia combinada con humildad, poner mucha pasión, paciencia y se puede llegar a donde sea. Creo y lo sé. Todo se puede lograr. Eso es lo que les enseño a mis alumnos: "Pa’ lante, pa’ atrás ni pa’ coger impulso".

Al enseñar, combino los conocimientos académicos serios, de armonía, técnica clásica con la espontaneidad de la música popular y la capacidad de improvisar. Cultivo la academia y la guataca, que es tocar por oído. Un músico tiene que saber tocar sin papel y dejar que surjan las ideas de una manera natural y sin temor. Enseño las reglas, pero también enseño cómo romperlas.
No hago exámenes de admisión. Todo el que viene a estudiar conmigo tiene la puerta abierta. Si yo, que no tenía talento, y no fui aceptado en el conservatorio, logré ser Premio Nacional de Música en Venezuela, ¿cómo voy a hacer un examen y rechazar a una persona? Todo el mundo tiene derecho a desarrollar el arte de la música.

El talento puede ser un impedimento. He notado en mi carrera como profesor que gente muy dotada no ha llegado lejos, porque todo se le hace fácil, por lo tanto no hacen el esfuerzo y al final no llegan a la meta, y personas que no tienen mucho talento, pero tienen una gran pasión y deseo de aprender, desarrollan una férrea disciplina que les puede llevar lejos. El talento es un don, que si alguien lo tiene, debe desarrollarlo.


Cuando Gerry llegó a Venezuela, empezó desde cero en la música. Su destreza en el piano fue resultado de su esfuerzo. El músico fue cultivando poco a poco sus habilidades.

El talento, dice, llegó con el tiempo, pero lo que sí llegó de inmediato fue el amor por Venezuela y sus ritmos. Con los años, logró hacer de su música una mágica fusión entre los ritmos latinos y su esencia austríaca.

Llegué al litoral. Ahí me enamoré del mar para siempre. Vivía cerca de Caraballeda. Yo estuve muy metido también con el surf, hacía bodyboard. Me metí en olas grandes en Hawai. En una época fui director del equipo de surfing. Durante 8 años, era el Maradona de la selección venezolana. Parte de mi vida estuvo dedicada al surf.


Cuando llegué a La Guaira, si se metía una tumbadora cuando yo tocaba, perdía el ritmo. Como austriaco, recién llegado, me costaba muchísimo la música latina, pero me enamoré de esto y me metí a fondo.
Estudiaba tumbadora, subí al Barrio Marín de San Agustín, tomaba clases con Mandingo, me metí en la religión Yoruba por un tiempo, le cantaba a Changó, después me separé de esta religión. Me metí por la música, para agarrar negrura, para agarrar tumbao’. Toda mi vida en Venezuela luché por ser un negro con swing... Sigo blanco, pero toco como negro.

Yo me acuerdo de una vez en la Plaza Las Palomas, en Macuto... tocaban Los Antaños del Stadium y Jacobo Espinoza, que ya falleció, y era el director de Los Antaños. Entonces dijo: "Y ahora tengo el gusto de presentarles al grupo del único negro blanco que yo conozco: Gerry Weil y su banda municipal". A mí casi se me aguaron los ojos cuando me dijo eso.

Toda la vida he estado fajado aprendiendo música latina, joropo, golpe tuyero, salsa, tambor, todo eso. Toda mi vida ha estado alrededor de eso, de agarrar tumbao y fusionarlo con mi cultura traída de Austria. Con Bach, Mozart, Beethoven.

De Austria he mantenido la vena melódica y armónica. De aquí agarré el swing rítmico. El jazz que yo hago es una fusión de mis raíces europeas clásicas y mi experiencia de integración con el país que me dio a mi familia, nietos, hijos, un nombre, una esposa. De allá traigo la cultura, el amor a Bach, Mozart. Aquí agarré ritmo, sabor, tambor, la espontaneidad del venezolano.

Este es un pueblo muy especial. Con todo lo que está pasando, aunque hay que hacer una cola para que te den un pan por 400 bolos, sigue siendo el mejor país del mundo. Los venezolanos son los más humanos y amorosos que he conocido. Yo no pienso irme pa’ ningún lado. Se está yendo demasiada gente talentosa. Yo me quedo aquí.

A pesar de las adversidades, Gerry sigue apostando por la música hecha en casa. Sigue dedicando su vida al ritmo que lo conquistó, pero lamenta la fuga de talentos.

Venezuela tiene buenos músicos, ahora con El Sistema de Orquestas y de Coros. Con tantos músicos, salen buenos intérpretes y algunos se pasan a la música popular. Tenemos una generación de relevo muy preparada gracias a El Sistema y de allí salen algunos jazzistas. Aquí hay buenos músicos, pero muchos se han ido.

Lo que falta es oportunidad de trabajo y una remuneración aceptable. Hay músicos que tocan por dos o tres dólares en la noche en cualquier sitio, o sea, 2.500 bolos. ¿Qué compras con 2.300 bolos?, ¿un sandwich? No me quiero meter en ese tema porque no me concierne. Yo no soy venezolano nacionalizado. Austria no lo permite. No soy venezolano, entonces no me puedo meter en política.

La modestia del maestro no tiene límites. Aunque es considerado uno de los jazzistas más virtuosos del país, dice que se conforma con poco. Su misión es aprender, disfrutar de la playa, llenarse de experiencia, sembrar la semilla del amor por la música.

¿Qué te puedo decir? Ya mucha gente está tocando mis composiciones. Quiero que el amor que yo le tengo a la música se prolifere y que sea la motivación principal de los músicos venezolanos.

No creo que soy tan importante. Nadie es tan importante. Vinimos y nos vamos. Lo que dejamos es el amor a la música. Todo está alrededor de esta energía creativa que se llama el amor. El legado que yo quiero dejar es el amor a la vida y a la música. Que sea desarrollado por futuras generaciones mejor de lo que yo lo he hecho. Estoy seguro de que va a ocurrir. Haber puesto una semillita en esto para mí es una gran satisfacción. Yo estoy feliz con lo que he tenido, con lo que tengo, y con lo que me viene.

Me conformo con poco. Mi concepto de la perfección es un piano bien afinado, un sitio con algunos libros, unos escalones, una arena blanca a la orilla de una playa caribeña. Todo lo demás que Dios se lo dé a tantas personas que faltan en el mundo. Yo tengo suficiente con mi piano y con una playa. Esa es mi esencia. Que se me recuerde como el loquito de Sabana Grande, que tocó merengues con armonías de jazz y se va a la playa los sábados y domingos a flotar en el mar caribe.

Gerry Weil entre líneas

Este 31 de julio se bautizará la biografía del maestro: Al ritmo de Gerry Weil, escrito por la periodista Cristina Raffali. La publicación contó con el apoyo de La Fundación para la Cultura Urbana y Guataca. Por su amplia trayectoria, el músico, junto a Aldemaro Romero, es uno de los homenajeados en la V Edición del Festival Caracas En Contratiempo.

El texto biográfico será presentado en la Sala Experimental del Centro Cultural Chacao ubicado en la Ave. Tamanaco de El Rosal, a las 3:00 pm. La presentación se realizará luego de un conversatorio entre Weil, Raffalli y Alejandro Blanco Uribe. El evento contará con la participación del maestro y la entrada es libre.



22-07-16




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