Por Eileen Rada
"Los venezolanos son
las personas más humanas y amorosas que he conocido. Yo no pienso irme pa’
ningún lado. Se está yendo demasiada gente talentosa. Yo me quedo aquí",
dice el maestro
Yo era Gerhard Weilheim
hasta que me monté en un barco en el año 1957 en Italia. Hice un viaje bien
largo y duro y eventualmente llegué a La Guaira.
A los dos o tres años de
estar en Venezuela, cambié el nombre. Yo soy Gerry Weil. Además, los nombres no
son importantes, es la esencia del hombre la que cuenta.
Cuando empecé a trabajar
como músico profesional en Caracas, como a la edad de los 23, 24 años, nos
dimos cuenta de que Gerhard Weilheim, mi nombre austríaco, era muy complicado.
Mi abuela me llamaba Gerry,
que es un apodo de Gerhard. Quitando el “Heim” quedaba Weil, como el nombre de
un músico muy famoso que creó la Ópera de los Tres Centavos, de donde
viene la famosa canción Mack the knife, que canta Rubén Blades, después
llamada Pedro Navaja. Esa música es de un gran compositor alemán que se
llama Kurt Weill.
Desde hace 50 años me llamo
Gerry Weil para todo el mundo. Solamente cuando renuevo la cédula o cuando voy
a un banco y tengo que firmar un papel o hago un cheque recuerdo que soy
Gerhard Weilheim. Gerry es más pegajoso, suena más a jazz, es por eso. Yo soy
Gerry Weil y no tengo ningún rollo con eso.
El maestro recapitula
sonriente sus historias. Se levanta del asiento y muestra todos los
reconocimientos con su nombre artístico: el Premio Nacional de Música, la Orden
Simón Bolívar y el Botón de Oro, del Gobierno de Austria. Sus pies desnudos
recorren el estudio musical.
Yo empecé a estudiar todo en
Venezuela. En Austria no estudié mucho porque vengo de una familia muy humilde
y cuando quise estudiar en el conservatorio, mi abuela me llevó, me hicieron un
examen y resultó que le dijeron “ese niño no tiene oído, no tiene ritmo, ni es
melódico ni armónico, aquí no lo aceptamos”. Entonces estudié por mi cuenta.
Me costó mucho, pero en un
momento de mi vida yo dije: “Quiero ser músico", y empecé a estudiar muy
fuerte por muchos años. Ahí me di cuenta de que, aunque no tengas oído, si te
fajas 8 o 10 horas diarias puedes llegar a ser un gran músico, o lo que tú quieras.
Todo es constancia,
humildad, paciencia, pasión, amor a lo que hagas. Más nada. Hoy en día puedo
componer una pieza frente a un público en una sala llena porque desarrollé algo
que no tenía por naturaleza, pero me vino poco a poco.
Yo creo que en algún momento
se abrió esta brecha y se descubrió que sí tengo talento. A veces pienso que me
mandaron para acá sin talento como castigo por una vida anterior o algo así.
Pero al tiempo dijeron: “mira, se faja, vamo’ a ayudarlo”.
En algún momento me apareció
la inspiración y puedo componer una pieza sin problema, ya después de mucho
trabajo.
Cada palabra de Gerry es una
dosis de motivación. Tras más de 50 años en el mundo de la música y una carrera
llena de disciplina y esfuerzo, dice con propiedad que si se quiere y se hace
el esfuerzo suficiente, se puede; sobre todo si se lleva humildad y paciencia
en la maleta.
Ser el maestro del jazz en
Venezuela es una responsabilidad. Yo me considero un eterno estudiante. Nunca
paro de estudiar. Cuando atiendo a un nuevo alumno, en su primera clase, le
digo: “estás hablando con el alumno más avanzado de esta escuela”.
No me considero nunca
graduado, ni maestro. Soy estudiante. Y pienso ser estudiante hasta el último
día de mi vida. No sólo de música: de la vida, de los idiomas. Soy un hombre al
que le gusta aprender de todo. Sé muy poco y tengo que vivir todavía muchos
años porque hay mucho que aprender. Es un secreto de juventud ser un eterno
estudiante.
Es interesante. No tengo
título de conservatorio. Yo me he formado mucho en la calle. Toqué muchos años
en un club de jazz en Altamira, he tomado clases privadas con muy buenos
profesores pero no he hecho una carrera formal. No obstante, en 2011, me
otorgaron con toga y birrete el título de maestría como una especie de Doctorado
Ad Honoren. Lo agradezco, pero en realidad no tengo ni bachillerato.
Quiero aprender más sobre la
música suramericana, más de nuestro folclor, de Venezuela y sus ritmos. También
me interesa muchísimo la poesía. Me interesan los idiomas. Conozco como 7, algunos
muy bien, otros regularmente. Tengo 8 años estudiando japonés. No me preguntes
por qué. Me gusta. Hablo inglés, alemán, por supuesto. Tuve 17 años en Austria.
El español lo aprendí aquí. El italiano, el francés y el portugués siempre
estoy tratando de mejorarlos.
Me gustan la filosofía, la
playa, los deportes. Soy un apasionado estudiante de las artes marciales. Me
sigue interesando el karate y llegué a cinta negra en la tercera edad y quiero
seguir practicándolo. No importa la edad. La edad para mí no existe. Y cuando
esté un poquito mejor de mi recuperación de la prótesis que tengo de una
pierna, pienso volver al karate. Practico Tai-Chi, meditación. Me gusta nadar,
me gusta la playa.
La visión de futuro de Gerry
es contagiosa. Ríe con emoción cuando habla de sus planes. La edad no lo frena.
Cumplirá 77 años este 11 de agosto y ha dedicado, al menos, la mitad de su vida
a la enseñanza.
Virtuosos músicos
venezolanos han pasado por su estudio, aprendido sus lecciones y hecho vida en
el mundo de la música. Sin embargo, asume sus conocimientos con gran sencillez.
Ya tengo incluso nietos de
alumnos míos. Le he dado clases a mucha gente que ha hecho carrera
internacional y que son considerados músicos importantes como Luis Perdomo, que
está en New York; Silvano Monasterios, en Miami, entre muchos otros. Ilan
Chester, Yordano, Evio Di Marzo, Sergio Pérez..., se me olvidan los nombres.
Pero todos los méritos son de ellos mismos. Lo que he hecho yo es poner un
granito en su formación y, sobre todo, siento que les he sembrado el amor por
la música.
Creo que esa es la labor más
importante de un pedagogo: sembrar amor por el arte que se está estudiando. Las
técnicas se pueden aprender, pero es muy importante sembrar el amor, la pasión
y la humildad necesaria para llegar lejos.
Es muy importante la
perseverancia combinada con humildad, poner mucha pasión, paciencia y se puede
llegar a donde sea. Creo y lo sé. Todo se puede lograr. Eso es lo que les
enseño a mis alumnos: "Pa’ lante, pa’ atrás ni pa’ coger impulso".
Al enseñar, combino los
conocimientos académicos serios, de armonía, técnica clásica con la
espontaneidad de la música popular y la capacidad de improvisar. Cultivo la
academia y la guataca, que es tocar por oído. Un músico tiene que saber tocar
sin papel y dejar que surjan las ideas de una manera natural y sin temor.
Enseño las reglas, pero también enseño cómo romperlas.
No hago exámenes de
admisión. Todo el que viene a estudiar conmigo tiene la puerta abierta. Si yo,
que no tenía talento, y no fui aceptado en el conservatorio, logré ser Premio
Nacional de Música en Venezuela, ¿cómo voy a hacer un examen y rechazar a una
persona? Todo el mundo tiene derecho a desarrollar el arte de la música.
El talento puede ser un
impedimento. He notado en mi carrera como profesor que gente muy dotada no ha
llegado lejos, porque todo se le hace fácil, por lo tanto no hacen el esfuerzo
y al final no llegan a la meta, y personas que no tienen mucho talento, pero
tienen una gran pasión y deseo de aprender, desarrollan una férrea disciplina
que les puede llevar lejos. El talento es un don, que si alguien lo tiene, debe
desarrollarlo.
Cuando Gerry llegó a
Venezuela, empezó desde cero en la música. Su destreza en el piano fue
resultado de su esfuerzo. El músico fue cultivando poco a poco sus habilidades.
El talento, dice, llegó con
el tiempo, pero lo que sí llegó de inmediato fue el amor por Venezuela y sus
ritmos. Con los años, logró hacer de su música una mágica fusión entre los
ritmos latinos y su esencia austríaca.
Llegué al litoral. Ahí me
enamoré del mar para siempre. Vivía cerca de Caraballeda. Yo estuve muy metido
también con el surf, hacía bodyboard. Me metí en olas grandes en Hawai. En
una época fui director del equipo de surfing. Durante 8 años, era el
Maradona de la selección venezolana. Parte de mi vida estuvo dedicada al surf.
Cuando llegué a La Guaira,
si se metía una tumbadora cuando yo tocaba, perdía el ritmo. Como austriaco,
recién llegado, me costaba muchísimo la música latina, pero me enamoré de esto y
me metí a fondo.
Estudiaba tumbadora, subí al
Barrio Marín de San Agustín, tomaba clases con Mandingo, me metí en la religión
Yoruba por un tiempo, le cantaba a Changó, después me separé de esta religión.
Me metí por la música, para agarrar negrura, para agarrar tumbao’. Toda mi vida
en Venezuela luché por ser un negro con swing... Sigo blanco, pero toco como
negro.
Yo me acuerdo de una vez en
la Plaza Las Palomas, en Macuto... tocaban Los Antaños del Stadium y Jacobo
Espinoza, que ya falleció, y era el director de Los Antaños. Entonces dijo:
"Y ahora tengo el gusto de presentarles al grupo del único negro blanco
que yo conozco: Gerry Weil y su banda municipal". A mí casi se me aguaron
los ojos cuando me dijo eso.
Toda la vida he estado
fajado aprendiendo música latina, joropo, golpe tuyero, salsa, tambor, todo
eso. Toda mi vida ha estado alrededor de eso, de agarrar tumbao y fusionarlo
con mi cultura traída de Austria. Con Bach, Mozart, Beethoven.
De Austria he mantenido la
vena melódica y armónica. De aquí agarré el swing rítmico. El jazz que yo hago
es una fusión de mis raíces europeas clásicas y mi experiencia de integración
con el país que me dio a mi familia, nietos, hijos, un nombre, una esposa. De
allá traigo la cultura, el amor a Bach, Mozart. Aquí agarré ritmo, sabor,
tambor, la espontaneidad del venezolano.
Este es un pueblo muy
especial. Con todo lo que está pasando, aunque hay que hacer una cola para que
te den un pan por 400 bolos, sigue siendo el mejor país del mundo. Los
venezolanos son los más humanos y amorosos que he conocido. Yo no pienso irme
pa’ ningún lado. Se está yendo demasiada gente talentosa. Yo me quedo aquí.
A pesar de las adversidades,
Gerry sigue apostando por la música hecha en casa. Sigue dedicando su vida al
ritmo que lo conquistó, pero lamenta la fuga de talentos.
Venezuela tiene buenos
músicos, ahora con El Sistema de Orquestas y de Coros. Con tantos músicos,
salen buenos intérpretes y algunos se pasan a la música popular. Tenemos una
generación de relevo muy preparada gracias a El Sistema y de allí salen algunos
jazzistas. Aquí hay buenos músicos, pero muchos se han ido.
Lo que falta es oportunidad
de trabajo y una remuneración aceptable. Hay músicos que tocan por dos o tres
dólares en la noche en cualquier sitio, o sea, 2.500 bolos. ¿Qué compras con
2.300 bolos?, ¿un sandwich? No me quiero meter en ese tema porque no me
concierne. Yo no soy venezolano nacionalizado. Austria no lo permite. No soy
venezolano, entonces no me puedo meter en política.
La modestia del maestro no
tiene límites. Aunque es considerado uno de los jazzistas más virtuosos del
país, dice que se conforma con poco. Su misión es aprender, disfrutar de la
playa, llenarse de experiencia, sembrar la semilla del amor por la música.
¿Qué te puedo decir? Ya mucha
gente está tocando mis composiciones. Quiero que el amor que yo le tengo a la
música se prolifere y que sea la motivación principal de los músicos
venezolanos.
No creo que soy tan
importante. Nadie es tan importante. Vinimos y nos vamos. Lo que dejamos es el
amor a la música. Todo está alrededor de esta energía creativa que se llama el
amor. El legado que yo quiero dejar es el amor a la vida y a la música. Que sea
desarrollado por futuras generaciones mejor de lo que yo lo he hecho. Estoy
seguro de que va a ocurrir. Haber puesto una semillita en esto para mí es una
gran satisfacción. Yo estoy feliz con lo que he tenido, con lo que tengo, y con
lo que me viene.
Me conformo con poco. Mi
concepto de la perfección es un piano bien afinado, un sitio con algunos
libros, unos escalones, una arena blanca a la orilla de una playa caribeña.
Todo lo demás que Dios se lo dé a tantas personas que faltan en el mundo. Yo
tengo suficiente con mi piano y con una playa. Esa es mi esencia. Que se me
recuerde como el loquito de Sabana Grande, que tocó merengues con armonías de
jazz y se va a la playa los sábados y domingos a flotar en el mar caribe.
Gerry Weil entre líneas
Este 31 de julio se
bautizará la biografía del maestro: Al ritmo de Gerry Weil, escrito por la
periodista Cristina Raffali. La publicación contó con el apoyo de La Fundación
para la Cultura Urbana y Guataca. Por su amplia trayectoria, el músico, junto a
Aldemaro Romero, es uno de los homenajeados en la V Edición del Festival
Caracas En Contratiempo.
El texto biográfico será
presentado en la Sala Experimental del Centro Cultural Chacao ubicado en la
Ave. Tamanaco de El Rosal, a las 3:00 pm. La presentación se realizará luego de
un conversatorio entre Weil, Raffalli y Alejandro Blanco Uribe. El evento contará
con la participación del maestro y la entrada es libre.
22-07-16
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