Por Daniel Santolo
Solo basta con caminar en la
ciudad para que podamos sentir una extraña calma, la que solo es perturbada
por los enfrentamientos que se dan por el mantenimiento del orden en las
colas que se forman alrededor de los locales comerciales que venden los
alimentos regulados, llegándose a casos de manifestaciones y trancas de vías
por el reclamo de los alimentos que no llegan, del resto podemos decir que el
país sigue su curso “normal”.
Del otro lado nos
encontramos en el medio de un sector mayoritario del país que pide,
silenciosamente, la normalización de la vida ciudadana, entendiendo esta como
la posibilidad de ejercer la ciudadanía en sana paz, que no sea toda una
angustia el solo hecho de montarse en el transporte público para salir a
trabajar, que el mandar a los hijos al colegio no nos genere altos niveles de
ansiedad, el poder acudir a los locales de venta de alimentos sin que esto se
convierta en una lucha existencial, que no sintamos nostalgia por los hijos que
se van en busca de una vida mejor en otras tierras, que la inseguridad no sea
un tema diario de conversación y que los noticieros no sean partes de guerra; pareciera
que esto es mucho pedir para lograr la paz que tanto se añora.
En la actualidad
somos testigos de que algunos sectores del alto gobierno y de los diferentes
grupos de oposición comienzan a escuchar el reclamo silente que la gran mayoría
de la sociedad pide, los que claman por la posibilidad de vivir en paz, esto se
evidencia en las acciones que se adelantan hacia la posibilidad de encuentros
para el diálogo, tan necesario en los actuales momentos.
Frente la actitud
responsable de algunos dirigentes de oposición en la búsqueda del diálogo vemos
que los guerreros de las redes sociales se desatan, todo aquel que apoya o
impulsa el diálogo es defenestrado por un sector que se cree puro y dueños de
la verdad absoluta, muchos de ellos viviendo de lo mejor fuera de nuestras
fronteras, son los mismos que tienen más de 15 años llamando a la guerra, pero
no vienen a encabezarla, disfrutan campaneando sus vasos al ver el deterioro
acelerado de la economía en el país, creyendo con ello que se acerca el fin y claman
en medio de una epopeya redentora la gran batalla final. Son los mismos que
denigran de los militares, pero esperan de ellos a un salvador, a un nuevo
mesías que por intermedio de un golpe deponga los que hoy se encuentran
en Miraflores, pero eso sí, que los llame y los sienten a su diestra para
gobernar.
A éstos que creen en
la venganza, el pase de facturas, la persecución y la eliminación del
contrario, y que además se hacen llamar demócratas, hay que recordarles que
ningún país ha superado sus crisis sin el encuentro y el entendimiento de las
partes en pugna, que en el medio de las peores guerras la salida siempre ha
contado con episodios de diálogos, los que llevan anexos acuerdos para respetar
al vencido, garantizando el futuro de aquellos que son derrotados, sin el temor
de la persecución.
No puede haber acuerdo sin
respeto a la integridad de los participantes, a la garantía de que no habrá
retaliación política de ningún tipo. Aquellos que gritan por venganza hay que
recordarles que para ello están las leyes y los jueces, que el pase de factura
no tiene nada que ver con la justicia, y que lograr un estado de Justicia y de
Derecho pasa por el mismo diálogo, y debe estar incluido en los acuerdos que se
logren en la mesa de negociación.
En el diálogo debe
estar presente el rescate de las instituciones básicas de la democracia, lo que
debe ser prioridad, pero sin olvidar las angustias y los sentires de numerosos
venezolanos que hoy se encuentran en penuria, vencer esto y superar los altos
índices de pobreza, también deben ser prioridad en la mesa de negociación, para
de esta forma poder silenciar a los guerreros del twitter.
25-07-16
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