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viernes, 22 de julio de 2016

¿Celebrar Caracas, a dos cuadras del desastre?


Por Cheo Carvajal


¿Motivos para celebrar? Sí, pero también para sentirnos en deuda (¡que conste que aquí ni siquiera hablamos de la cola como pan nuestro de cada día!)

Apenas falta un año para que Caracas cumpla sus 450. Y hoy, miércoles 20 de julio, apenas cinco días para sus 449. Entonces las redes digitales se llenan de espuma. Aparecen flyersinvitando a múltiples eventos: foros y conversas, acciones de calle, conciertos, cuentos, degustaciones. El catálogo de opciones es más o menos el mismo siempre, sin mayores variantes. Y, mientras ese programa se lleve a cabo, la ciudad de todos los días seguirá su cauce, bajo una inercia imposible de celebrar. No en balde casi todos estos eventos ocurrirán en lugares emblemáticos, algunos de ellos en relativas buenas condiciones.


Pero toca preguntar, y no por aguafiestas: ¿celebrar que tenemos una plaza Bolívar recuperada, pero que para llegar a ella desde la avenida Urdaneta hay que tener una exigente experticia en caminar sin meter el pie en un bache? ¿Celebrar que tenemos una plaza Francisco de Miranda cuyo horizonte inmediato es un mamotreto de concreto, de los bautizados como “elevados”, sobre el que vuelan automóviles, motos, microbuses y camiones?¿Celebrar que tenemos una plaza de Los Palos Grandes hiperactiva y a dos cuadras no tengamos un paso peatonal decente para entrar al Parque del Este? ¿Celebrar que tenemos una plaza Sucre animada, viva, y que un par de cuadras al sur nos hacemos los locos con un río Guaire que arrastra porquerías y que otro par de cuadras al norte hay una batalla campal para cruzar la calle frente a la estación Petare del Metro?

Complejo deportivo Mesuca, parte del proyecto desarrollado por la Alcaldía de Sucre (cortesía de Arepa Arquitectura)

¿De qué sirve celebrar en la plaza Bolívar de El Hatillo si está sitiada bajo la presión de los automóviles, si una cuadra más allá caminar es un acto que exige mucha cautela, sobre todo si se camina con niños o personas mayores? ¿De qué sirve celebrar a Caracas en la plaza Alfredo Sadel, cuando todas las aceras a su alrededor son el reino de la impunidad de conductores y parqueros, si a dos cuadras no se ha movido ni un cincel para la construcción del paseo peatonal proyectado y, por el contrario, lo que se ha movido nuevamente son las máquinas del Mppttop para imponer compulsivamente otra “solución vial” sin mayor oposición de la Alcaldía de Baruta?

¿De qué sirve ufanarse de los miles de metros cuadrados del bulevar del Cementerio o del de Antímano, si ni siquiera en las entradas de los barrios que se conectan con estos hay atisbos de este discurso urbanizador y permanecen condenados a formar parte de esa “otra realidad”, desconectados, como fragmentos de una ciudad paralela, subsidiaria, segundona? ¿De qué sirve celebrar una Misión Vivienda si sabemos que como línea general apenas fueron “soluciones habitacionales”, que en muchísimos casos reproducen la idea del muro y el aislamiento en el espacio urbano? ¿Hasta cuándo aguantará el bulevar de Sabana Grande sin convertirse nuevamente en un hervidero de buhoneros o en territorio definitivamente motorizado?

¿Se han transformado significativamente algunos espacios? No hay dudas, pienso en el complejo deportivo de Mesuca o en algunos micro espacios reseñados en el Urban Forces del pabellón de Venezuela en la Bienal de Venezia, y se me dibuja una sonrisa en el rostro. Pero sé que esa contentura es simple “alegría de tísico” si éstas no vienen eficazmente encadenadas a otras actuaciones. Por ahora siguen siendo intervenciones esporádicas, espasmódicas, lentas, desconectadas, por eso estas transformaciones no terminan de impactar su entorno. Por eso esas transformaciones envejecen rápidamente, se vuelven laxas, y los territorios reconquistados van cediendo ante la presión del entorno (sobre todo de invasión de los espacios de la gente por los vehículos a motor o como territorios de y para el delito). Recuerdo lo que decía el amigo arquitecto Ignacio Cardona, palabras más, palabras menos: estamos haciendo arquitectura “guachimán”, para resguardar espacios que un día tendrían que ser de veras públicos, realmente integradores.

No digo que no celebremos nuestra ciudad, digo todo lo contrario. Pero digo que lo hagamos bajo una estrategia conjunta y sostenida, que vaya mucho más allá de esos espacios públicos que se asumen como emblema y razón de ser de la ciudad, y vaya a la esquina de lo cotidiano, al espacio cercano, inmediato. Que conecte el espacio privado, íntimo, con el espacio público, social. Que nos permita celebrar ese gesto maravilloso de abrir la puerta de la casa o del edificio para salir a la calle, cada uno de nuestros días, cada uno de los días de nuestra ciudad.

20-07-16




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