Por Cheo Carvajal
¿Motivos para celebrar? Sí,
pero también para sentirnos en deuda (¡que conste que aquí ni siquiera hablamos
de la cola como pan nuestro de cada día!)
Apenas falta un año para que
Caracas cumpla sus 450. Y hoy, miércoles 20 de julio, apenas cinco días para
sus 449. Entonces las redes digitales se llenan de espuma.
Aparecen flyersinvitando a múltiples eventos: foros y conversas, acciones
de calle, conciertos, cuentos, degustaciones. El catálogo de opciones es más o
menos el mismo siempre, sin mayores variantes. Y, mientras ese programa se
lleve a cabo, la ciudad de todos los días seguirá su cauce, bajo una inercia
imposible de celebrar. No en balde casi todos estos eventos ocurrirán en lugares
emblemáticos, algunos de ellos en relativas buenas condiciones.
Pero toca preguntar, y no
por aguafiestas: ¿celebrar que tenemos una plaza Bolívar recuperada, pero que
para llegar a ella desde la avenida Urdaneta hay que tener una exigente
experticia en caminar sin meter el pie en un bache? ¿Celebrar que tenemos una
plaza Francisco de Miranda cuyo horizonte inmediato es un mamotreto de
concreto, de los bautizados como “elevados”, sobre el que vuelan automóviles,
motos, microbuses y camiones?¿Celebrar que tenemos una plaza de Los Palos
Grandes hiperactiva y a dos cuadras no tengamos un paso peatonal decente para
entrar al Parque del Este? ¿Celebrar que tenemos una plaza Sucre animada,
viva, y que un par de cuadras al sur nos hacemos los locos con un río Guaire
que arrastra porquerías y que otro par de cuadras al norte hay una batalla
campal para cruzar la calle frente a la estación Petare del Metro?
Complejo deportivo Mesuca,
parte del proyecto desarrollado por la Alcaldía de Sucre (cortesía de Arepa
Arquitectura)
¿De qué sirve celebrar en la
plaza Bolívar de El Hatillo si está sitiada bajo la presión de los automóviles,
si una cuadra más allá caminar es un acto que exige mucha cautela, sobre todo
si se camina con niños o personas mayores? ¿De qué sirve celebrar a Caracas en
la plaza Alfredo Sadel, cuando todas las aceras a su alrededor son el reino de
la impunidad de conductores y parqueros, si a dos cuadras no se ha movido ni un
cincel para la construcción del paseo peatonal proyectado y, por el contrario,
lo que se ha movido nuevamente son las máquinas del Mppttop para imponer
compulsivamente otra “solución vial” sin mayor oposición de la Alcaldía de
Baruta?
¿De qué sirve ufanarse de
los miles de metros cuadrados del bulevar del Cementerio o del de Antímano, si
ni siquiera en las entradas de los barrios que se conectan con estos hay
atisbos de este discurso urbanizador y permanecen condenados a formar parte de
esa “otra realidad”, desconectados, como fragmentos de una ciudad paralela,
subsidiaria, segundona? ¿De qué sirve celebrar una Misión Vivienda si
sabemos que como línea general apenas fueron “soluciones habitacionales”, que
en muchísimos casos reproducen la idea del muro y el aislamiento en el espacio
urbano? ¿Hasta cuándo aguantará el bulevar de Sabana Grande sin
convertirse nuevamente en un hervidero de buhoneros o en territorio
definitivamente motorizado?
¿Se han transformado
significativamente algunos espacios? No hay dudas, pienso en el complejo
deportivo de Mesuca o en algunos micro espacios reseñados en el Urban
Forces del pabellón de Venezuela en la Bienal de Venezia, y se me dibuja
una sonrisa en el rostro. Pero sé que esa contentura es simple “alegría de
tísico” si éstas no vienen eficazmente encadenadas a otras actuaciones. Por
ahora siguen siendo intervenciones esporádicas, espasmódicas, lentas,
desconectadas, por eso estas transformaciones no terminan de impactar su
entorno. Por eso esas transformaciones envejecen rápidamente, se vuelven laxas,
y los territorios reconquistados van cediendo ante la presión del entorno
(sobre todo de invasión de los espacios de la gente por los vehículos a motor o
como territorios de y para el delito). Recuerdo lo que decía el amigo
arquitecto Ignacio Cardona, palabras más, palabras menos: estamos haciendo arquitectura
“guachimán”, para resguardar espacios que un día tendrían que ser de veras
públicos, realmente integradores.
No digo que no celebremos
nuestra ciudad, digo todo lo contrario. Pero digo que lo hagamos bajo una
estrategia conjunta y sostenida, que vaya mucho más allá de esos espacios
públicos que se asumen como emblema y razón de ser de la ciudad, y vaya a la
esquina de lo cotidiano, al espacio cercano, inmediato. Que conecte el espacio
privado, íntimo, con el espacio público, social. Que nos permita celebrar
ese gesto maravilloso de abrir la puerta de la casa o del edificio para salir a
la calle, cada uno de nuestros días, cada uno de los días de nuestra ciudad.
20-07-16
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