PABLO ORDAZ 28 de julio de 2016
Nada
más despegar de Roma con destino a Cracovia, donde participará hasta el domingo
en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el papa Francisco quiso
referirse al
asesinato, el martes en Francia, del sacerdote Jacques Hamel. Insistió en
su teoría de que el mundo está en guerra –“una tercera guerra mundial a
pedazos”--, pero aclaró que no se trata de una “guerra de religiones”. Y
añadió: “Hay guerra por intereses, hay guerra por el dinero, hay guerra por los
recursos de la naturaleza, hay guerra por el dominio de los pueblos. Esa es la
guerra. Alguno puede pensar que estoy hablando de guerra de religiones. No.
Todas las religiones queremos la paz. La guerra la quieren los otros.
¿Entendido?”.
Bergoglio
habló con pesadumbre por el asesinato del
padre Hamel, pero también con cierta vehemencia para evitar que pudiera
parecer que daba más importancia al último mártir católico por ser sacerdote y
europeo. “Este santo sacerdote”, explicó el Papa, “murió justo en el momento en
el que se recogía en las oraciones por la Iglesia. Es uno, pero ¡cuántos
cristianos, cuántos inocentes, cuántos niños…! Pensemos en Nigeria, por
ejemplo... Ah, pero aquello es África…”. Y agregó: “No tengamos miedo a decir
esta verdad. El mundo está en guerra porque ha perdido la paz.
Desde
su primer viaje al extranjero –precisamente a la JMJ de Río de Janeiro--, el
papa Francisco tiene la costumbre de conceder una rueda de prensa en el vuelo de
regreso, dedicando unos minutos en el de ida para saludar uno a uno a los
periodistas y pronunciar unas frases protocolarias. Pero, en este caso,
Bergoglio quiso referirse al atentado del martes en Francia. “La primera
palabra que se nos viene a la cabeza es inseguridad”, dijo, “pero la verdadera
palabra es guerra”. El mismo martes, justo después de conocerse el asesinato
del padre Hamel, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, emitió un
comunicado en el que se evitaba hacer cualquier referencia a la religión de los
asaltantes o a su posible pertenencia al Estado Islámico. Si la primera
impronta del pontificado de Bergoglio es su apuesta por las periferias –“cómo
desearía una Iglesia pobre y para los pobres”—, la segunda puede ser su
búsqueda del diálogo con otras religiones.
Durante
su viaje a Tierra Santa en mayo de 2014, Francisco arrancó el compromiso de los
presidentes palestino e israelí, Mahmud Abbas y Simón Peres, a acudir al
Vaticano para rezar juntos por la pez en Oriente Próximo. El encuentro se
produjo un mes después. Sabedor de que aquel gesto de buena voluntad sería
acallado enseguida por las armas, Jorge Mario Bergoglio quiso dejar unas
palabras sobre las que construir el diálogo: Para conseguir la paz se necesita
valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al
encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la
negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las
provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita
valor, una gran fuerza de ánimo”. La respuesta del Vaticano en el actual
momento de crisis, con sus templos amenazados directamente por la barbarie del
ISIS, quiere ser la misma. De ahí que el Papa agradeciera ayer la llamada telefónica
de condolencia que recibió del presidente francés, François Hollande: “Me ha
transmitido su pesar como un hermano”.
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