Por Simón García
El objetivo más importante de
todos los demócratas, apoyen a la oposición o al gobierno, es frenar el plan de
anular a la Asamblea Nacional y gobernar sin partidos ni elecciones. No es un
propósito exclusivo de los ciudadanos que se expresan a través de la MUD,
aunque ellos constituyan la fuerza más activa de enfrentamiento al proceso de
disolución regresiva que está poniendo en evidencia la línea de violencia de
Maduro o las preocupantes amenazas de sangre y balas de Kalasnikov.
Las razones para exigir cambios
no son sólo políticas. Influyen, desde motivos macroeconómicos hasta la
indignación que produce la muerte de personas por falta de medicinas. El
abanico de insatisfacciones, frustraciones y castigos a la población ha
contribuido a cuajar un nuevo consenso sobre una salida electoral. Pero Maduro
y su cúpula sufren de un pánico votofóbico.
La amplitud del rechazo al
barranco autocrático de Maduro mostró su emblema más reciente y relevante en el
señalamiento de la Fiscal General sobre la ruptura del Estado de Derecho
perpetrado por la irregular Sala Constitucional. La Fiscal no está sola: en el
ámbito del PSUV y en el Polo Patriótico aumenta la disidencia que, sin
renunciar a sus ideales, pide a la cúpula que se mantenga dentro del marco
constitucional. Muy pocos están dispuestos a defender una tiranía y a respaldar
aventuras fuera de la Constitución.
La falta de pan y libertad,
exponer la vida cotidianamente, ver cómo todo el país se hunde y no tener una
expectativa positiva de futuro afecta a todos por igual y nos obliga a examinar
cómo llegar a las soluciones que la cúpula no quiere permitir. Es un desafío
compartido, al margen del proyecto país que nos guste, porque lo primero es
tener país.
Maduro manipula el descontento
como un plan de la derecha, sabiendo que es la cosecha de una gestión
prepotente, incapaz, desbordada por una descomposición que lo está llevando al
aislamiento y por una defensa de privilegios que lo impulsa a cerrar los
caminos para que la mayoría decida sobre el modelo, el régimen y los dirigentes
para salir de la crisis y avanzar hacia una sociedad que combine bienestar y
justicia social, economía de mercado y libertad. Los Castro son el camino al
infierno.
Estamos en el fondo del
abismo. Sin producción interna ni dólares para sustituirla con bienes del
exterior. Sobre todos se cierne la amenaza real de la socialización del hambre
y del empobrecimiento, la quiebra progresiva de los servicios públicos, la
entrega a precios viles de nuestra riqueza a capitalistas rusos, la destrucción
de valores y la imposición de mitos ideológicos como que aplicar la Carta
Democrática Interamericana supone una invasión de marines. Los dictadores
siempre inventan enemigos externos para desviar la atención de la opresión
interna.
La única invasión que está
ocurriendo es la de guardias y policías que quieren expropiar la calle a los
ciudadanos, a los estudiantes, a los periodistas y diputados que están
reclamando un derecho por el que ya nadie lucha en este planeta. El derecho al
sufragio.
Para derrotar esta fase del
golpe continuado contra la democracia y la Constitución queda la calle, la
acción desde las organizaciones de la sociedad civil, el aliento espiritual de
la Iglesia, el coraje de los diputados que han validado su curul en la lucha,
la movilización de los partidos democráticos y la disposición a unir a todos
los sectores que en Venezuela quieran defender la democracia. Queda también la
presión y la solidaridad internacional brindada a una causa que terminará
triunfando, por acuerdos o confrontación, por obra de los venezolanos. Para eso
somos mayoría.
08-04-17
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