Por Henrique Capriles
La última sentencia del
Tribunal Supremo de Justicia, la número 156, emitida entre gallos y medianoche,
como ya es costumbre de quienes gobiernan al filo de la legalidad, constituye
un golpe al Parlamento. Un golpe de Estado, un desconocimiento a la Constitución.
El fallo advierte que las competencias de la Asamblea Nacional serán ejercidas
por la Sala Constitucional o por el órgano que ella designe, por un supuesto
“desacato” del Poder Legislativo. En ninguna parte de nuestra Constitución dice
algo parecido y por ende esa posibilidad no existe.
La función de legislar solo la
puede ejercer el Parlamento y en el artículo 187 de nuestra Constitución las
competencias están bien claras. Con la sentencia del TSJ se está dando lo que
los mismos venezolanos empezaron a llamar el Madurazo.
Quienes se encuentran en el
poder actualmente han mostrado su incapacidad para gobernar, llevando a
Venezuela a la peor crisis que hemos vivido en la historia contemporánea, y sus
acciones siempre han estado marcadas de autoritarismo, pero en los últimos
meses las caretas democráticas se les han caído como nunca antes, mostrándose
como un régimen dispuesto a todo por mantener el poder, y con este episodio del
TSJ el gobierno terminó de cruzar la última delgada línea roja… En Venezuela se
dio un Golpe de Estado.
La crisis les ha sobrepasado,
no han sabido manejarla, porque quienes toman las decisiones tampoco están
capacitados para hacerlo. Eso lo saben los venezolanos, por eso el sentimiento
de cambio en la calle es mayoritario.
Nicolás Maduro no sabe asumir
la derrota, sabe que está vencido en la calle, que es incapaz de ganar una
elección y por eso decide apartarse aún más de la Constitución, con el solo fin
de mantenerse aferrado al poder.
Ponerse al margen de la
Constitución es sin duda gobernar a la fuerza, y cuando se desconoce la
voluntad del pueblo, se da un golpe de muerte a la democracia. La acción de
usurpar las funciones de la Asamblea Nacional es sin duda sepultar el pequeño
hilo democrático que aún quedaba en Venezuela.
Pero, ¿por qué el gobierno
quiere aniquilar al Parlamento usando como marioneta al TSJ?, simple, porque la
Asamblea es la piedra de tranca para que Maduro adelante acuerdos de
financiamiento con instancias internacionales, ya que la Carta Magna establece que
los créditos que se solicitan al exterior, deben ser aprobados por los
asambleístas para que tengan validez.
Lo que se persigue es mantener
una chequera en blanco para hacer y deshacer, para continuar celebrando
acuerdos viciados, para seguir llenándose los bolsillos, mientras nuestro
pueblo fallece víctima del hambre y por la ausencia de medicamentos.
Pero este no es el único
episodio de violaciones a la Constitución que hemos visto por parte del TSJ en
los últimos días.
Con la excusa de hacer todo lo
posible para evitar “un estado de conmoción”, días antes el TSJ ordenó a
Maduro, dándole súper poderes, retirarse del cumplimiento y observación de la
Carta de la OEA, para que si el organismo acuerda elecciones, liberación de
presos políticos y respeto a los DDHH o la aplicación de la CI/OEA, no se tenga
ninguna obligación de cumplirlas.
El caradurismo es de tal
envergadura que en esa sentencia se condiciona y quita la obligatoriedad a la
inmunidad parlamentaria, derecho que establece nuestra Carta Magna, y da a
Maduro la potestad de decidir quien “traiciona a la patria” según su criterio.
Pero el artículo 200 de
nuestra Constitución no establece límites ni condiciones para el goce de la
inmunidad parlamentaria, como lo pretende hacer ver ahora el Tribunal Supremo
de Justicia, es simplemente una acción para amedrentar a los diputados de la
Asamblea y justificar cualquier acción en su contra.
Todas estas acciones usurpan
un poder soberano y legítimo, más cuando la instancia legislativa es la mayor
representación democrática en el país, ya que los 112 diputados de la Unidad y
55 del oficialismo fueron electos por más de 14 millones de personas, una
votación histórica en nuestro país donde votó más del 65% de los venezolanos,
demostrando el firme talante democrático de un pueblo que actualmente tiene
secuestrado su derecho a elegir.
Y es que es eso lo que estamos
pidiendo los venezolanos… Nuestra Venezuela está atravesando momentos muy
difíciles. Hoy somos uno de los países más pobres de la región, pese a tener
las reservas de petróleo más grandes del mundo. No se justifica que tres
millones de venezolanos estén hurgando en la basura para poder alimentarse
porque sus ingresos no les alcanzan para comprar comida. Tampoco se justifica
los cientos de venezolanos que mueren por falta de medicamentos o insumos para
ser atendidos.
No pueden ocultar la
emergencia humanitaria que padecemos. Por eso lo que pedimos es que se abra un
canal humanitario que permita el ingreso de alimentos y medicinas a nuestro
país para evitar más muertes por hambre y mengua.
Los venezolanos también
queremos que se liberen a los presos por razones políticas cuyo encierro no se
justifica porque no han cometido ningún delito. Queremos que se restituyan los
poderes públicos y se respete la Constitución, porque cerrar el Parlamento de
un país es como bajar la Santamaría de la democracia. Y, por supuesto, queremos
elecciones, porque sabemos que si logramos un cambio a través de un proceso
democrático y electoral podemos solucionar el problema político y con ello lo
económico y social.
Llegó la hora decisiva, o
usted se pone del lado de los derechos de los venezolanos y la democracia o se
pone del lado del dictador. Algunos en el país parece que se han dado cuenta de
que hay líneas que no deben cruzarse. Aunque Maduro quiera lavarse la manos
hablando de un conflicto entre poderes, los venezolanos sabemos que su
intervención el día viernes se debe a la presión que los países han hecho por
la delicada situación que representa que en Venezuela se pierda la democracia.
El gobierno está jugando con el poder y el mundo entero ya lo sabe.
La democracia es un valor bien
apreciado en la mayoría de los países del mundo, por eso, cuando se da un golpe
a la institucionalidad los gobiernos democráticos deben mostrar su interés y
solidaridad en defensa del bien de los pueblos. La sola discusión del tema
Venezuela en el seno de la OEA, cosa que en otro momento era impensable que
sucediera, es una derrota para el gobierno, por mucho que quieran tratar de
venderlo de forma contraria.
La Constitución es el camino y
debemos aferrarnos más que nunca a ella. ¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!
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