Por Daniel Fermín
Polítika UCAB, la
página del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés
Bello, es una de las fuentes de consulta más valiosas de Venezuela a la hora de
analizar el convulso panorama político de este país suramericano. Y Daniel Fermín,
sociólogo y editor de la página suele ser uno de los referentes más
equilibrados de este grupo de estudiosos.
Por eso, sorprende que Fermín
haya lanzado, en estos días, una serie de cáusticos tuits anunciando
prácticamente el final del régimen de Nicolás Maduro. PanAm
Post conversó con este experto sobre las perspectivas políticas de
Venezuela, a la distancia, y sobre la manifestación de hoy, que todo el mundo
prevé será un punto de quiebra en la situación venezolana.
Este tuit prácticamente
es un punto final al Gobierno de Maduro, y ustedes suelen ser bastante
comedidos. ¿En qué basa su afirmación?
El chavismo, y en especial el
régimen de Nicolás Maduro, ha ido pasando de un autoritarismo competitivo, con fuertes rasgos
populistas, que podía hacer elecciones cuando le eran favorables, con una arena
electoral restringida pero abierta, ha ido derivando, en estos últimos años y
en la medida en que Maduro ha perdido esa ventaja electoral, a un régimen de
autoritarismo hegemónico, que no admite competencia ni elecciones.
Eso lo hemos visto de manera
evidente con el aborto del referendo revocatorio, con
la no convocatoria de las elecciones regionales que están
vencidas, con la no convocatoria del Consejo Nacional Electoral para las
elecciones municipales, entonces, está claro que el Gobierno ya no quiere hacer
elecciones. Cuando hacía elecciones estaba claro que era porque su principal
apoyo era la gente, era el apoyo popular.
Hoy, los pilares del régimen
están en la Fuerza Armada Nacional, fundamentalmente; en una Fuerza Armada que
violando el artículo 328 de la Constitución se
declara chavista, toma partido por el Gobierno, etcétera; y en las
instituciones que están cooptadas por el Ejecutivo, sobre todo por el CNE y
ahora, más que todo, por el Tribunal Supremo de Justicia.
La pregunta es, ¿puede
sostenerse este tipo de autoritarismo en Venezuela?
La gran pata coja que tiene
este tipo de regímenes es que dependen de la lealtad absoluta de sus cuadros.
No tienen propensión a la estabilidad de largo plazo, sobre todo cuando han
encontrado la resistencia activa de la gente en la calle.
Fíjate cómo se han cerrado las
brechas entre el liderazgo político y las aspiraciones ciudadanas: Hay una
unidad mayor, no solo de la Mesa de la Unidad Democrática, que
es un sector dentro del gran descontento que existe en el país; hoy la
polarización, que antes marcaba toda la política venezolana, se ha ido
desdibujando, ante el reclamo unánime por el cambio, por más calidad de vida,
por mejora económica, y también, y eso no se puede dejar en un segundo plano,
por mayor libertad y mayor democracia. La gente reivindica el derecho a
expresarse, a disentir, a manifestarse.
Entonces, no son regímenes que
tengan mayor estabilidad cuando encuentran la resistencia organizada de la
gente; cuando no, cuando la gente se torna pasiva, sucede lo que hemos visto en
otros países, como en Cuba. Pero en Venezuela el Gobierno se ha topado no solo
con la que ha sido su oposición tradicional en estos 18 años, la gente
que nunca votamos por ellos; sino que en las propias entrañas del chavismo hay
un gran descontento y se ejerce una oposición muy fuerte a lo que está
sucediendo hoy y a las pretensiones del régimen.
La semana pasada vimos
protestas con un fuerte acento de descontento social en Catia, Petare,
Caricuao… zonas donde el chavismo hasta hace poco era mayoría fortísima. ¿Es el
peor miedo del Gobierno de Maduro que a la protesta política se le sume la
protesta por hambre, por todas las cosas que sabemos que
están pasando en Venezuela?
Su peor miedo es que se
articule políticamente la protesta social. Cuando nosotros vemos el trabajo de
sistematización que ha hecho el Observatorio
Venezolano de Conflictividad Social, por ejemplo, las últimas
cifras que ha dado, que hablan de 19 protestas diarias, la mayoría de esas protestas
tienen que ver con el colapso de los servicios públicos: Que no hay agua, que
no hay luz, por la escasez, por las medicinas, por la comida, etcétera. Cuando
esas protestas no tienen carga política, por supuesto, persiguen sus propósitos
sociales pero no tienen relevancia política.
Cuando esas protestas se cargan políticamente y comienzan tener intencionalidad política –el Gobierno ha utilizado el término “politizar” como sinónimo de “partidizar”, y como algo que desvirtúa la protesta social-; cuando se le da dirección política a la protesta social, yo creo que es algo a lo que este tipo de regímenes tiene que temerle mucho: Porque cuando la gente dice “miren, hay escasez, pero yo no quiero que me llegue el CLAP, yo lo que quiero es que se vaya el Gobierno, que es el culpable de la escasez, yo quiero que haya elecciones para que haya un cambio político que permita cambiar el modelo económico”, entonces, ahí sí debe haber temor en un régimen, porque la cosa ya no admite medias tintas, ni paños calientes, sino un cambio político que permita que la toma de decisiones lleve a otra manera de gobernar.
Mucha gente se está planteando
este 19 de abril como una suerte de
“batalla final”, o de “último día” del Gobierno de Maduro. Pero eso no va a ser
así. ¿Cómo lidiar con esas expectativas, y con la subsiguiente depression?
Para la manifestación de este
19 de abril hay que tener unos objetivos muy claros, muy concretos: me preocupa
la amenaza de la violencia, no solo la amenaza directa que ha hecho el Gobierno
para intimidar, sino esta épica de la “batalla final” preocupa porque puede
deshacer todo el camino que se ha andado, incluso el de la articulación con
sectores sociales y políticos que vienen del chavismo o que no se habían metido
en política antes.
Yo creo que el liderazgo
político del país tiene la gran responsabilidad de conducir esto bien, y de
dejar un mensaje de contundencia, un testimonio para los venezolanos y para los
que están afuera, que exprese la determinación de los venezolanos a vivir en
libertad y a tener calidad de vida, pero esquivando, evitando el peine de la
violencia, que solo le hace el juego al Gobierno.
Hablando de pisar el peine de
la violencia. Este tipo de manifestaciones como las del lunes, de Maduro con los milicianos, ¿qué mensaje se le
envía al país y al mundo? Uno ve estas imágenes y es imposible no recordar a
Saddam Hussein, o a Manuel Noriega…
El Gobierno está apostando a
que frente a la erosión irreversible de la popularidad del PSUV, sean los
paramilitares, los llamados colectivos, y la Fuerza Armada, el nuevo
partido de Gobierno. Y hay que ponerle unas comillas a ese “nuevo”, porque la
Fuerza Armada lleva tiempo siendo el partido de Gobierno. Ante la pérdida de lo
electoral, el Gobierno intenta crear una plataforma militar, militarizada, que
no solo infunda miedo a la población, sino que logre el control social a través
de la militarización de la sociedad.
Eso también tiene patas
cortas, salvo que el Gobierno se las juegue con un enfrentamiento armado
atacando a un pueblo desarmado, con las consecuencias que puede traer eso, no
deja de ser también un anhelo, que, como dicen los llaneros, “deseos no
empreñan”. No van a ser los militares o los paramilitares los que van a
mantener de rehén a todo un pueblo que está pidiendo un cambio concreto y una
manera distinta de hacer las cosas.
Esta semana se están
cumpliendo 180 días desde que Tibisay Lucena, en su última presentación pública, habló de
un cronograma electoral con elecciones
regionales en el primer semestre. Falta menos de mes y medio para que se cumpla
el plazo, por lo cual es más que evidente que no va a honrar su palabra; ¿cómo
queda el CNE después de esto?
El CNE ha perdido toda
relevancia una vez el Gobierno decidió que no quiere medirse electoralmente.
Está actuando de manera orwelliana: En vez de realizar elecciones, su función
es la de impedir elecciones. La doctora Lucena le hace un flaco servicio a su
institución y una burla a los venezolanos; le dio una “ñapa”
inconstitucional a los gobernadores y diputados regionales, no aparece por
ningún lado para procurar lo que establece la Constitución en materia de
participación ciudadana y eventos electorales. El CNE, lamentablemente, ha sido
una institución cooptada por el Ejecutivo y que además actúa de manera
profundamente vergonzosa para cualquier persona que se haga llamar demócrata.
En ese sentido, el CNE, que
debería hablar al país, no para ofrecer migajas, sino para garantizar los
derechos políticos de los venezolanos, ha seguido la estrategia del avestruz, y
ha hecho un papel verdaderamente vergonzoso, lamentable.
¿Usted aún piensa que la
salida del laberinto venezolano va a ser electoral?
Sí, lo pienso yo y lo piensa
la gente. Hemos tenido la oportunidad de realizar investigaciones no solo
cuantitativas, sino cualitativas: Hemos hecho entrevistas, focus groups, y
particularmente, no solo lo que uno podría esperar, entre los opositores, sino
también entre los que alguna vez apoyaron a Chávez y que hoy repudian a Maduro,
existe casi un coro unánime, que es que esto tiene que salir como entró, por la
fuerza de los votos.
Yo creo que además de las
razones éticas y morales para apelar a eso, hay una razón de efectividad
política: Una democracia duradera solo es posible si tiene legitimidad de
origen, y esa legitimidad solo es posible por elecciones, que son la expresión
de la voluntad popular.
¿Han traspasado Nicolás Maduro
y su grupo la raya? ¿Tienen la prisión en su futuro?
Esa es una pregunta muy
difícil de responder, no solo porque uno no sabe qué va a pasar, sino porque en
estos procesos, hay mucho de lo que se conoce como justicia transicional, y es
en estos escenarios que normalmente han sido más fuertes que este, hay siempre
tratos de impunidad negociada, que para el ciudadano común pueden sonar
terribles, porque el anhelo de justicia está latente y el pueblo quiere de
verdad que quienes han cometido crímenes paguen por esos crímenes, pero en la
realidad, lo vemos incluso en nuestra historia, ha sucedido.
Esto no es una apología de la
impunidad, pero en este tipo de procesos hay que ver la manera de avanzar, de
seguir adelante, sin revanchismos, sin odios. Por supuesto, hay gente que no va
a poder eludir a la justicia.
Estas graves violaciones a los
derechos humanos, como las que estamos viendo, a estos muchachos inocentes,
como los hermanos Sánchez. Con esto y con los casos
de narcotráficoyo veo muy difícil que haya alguna negociación
o justicia transicional. Los que hoy están incursos en este tipo de delitos
tendrán que responder a la justicia, y lo que estoy seguro de que no puede
pasar, por el bien de la nación venezolana, es una especie de retaliación
sistemática contra quienes alguna vez formaron parte de esto.
¿No son estos mismos grupos,
los que no pueden eludir a la justicia, los que tienen a Maduro de rehén?
Lo que sucede con estos casos
es que las acusaciones de narcotráfico, de violaciones de derechos humanos,
cohesionan a las filas del régimen, sobre todo cuando se hacen al más alto
nivel; esta gente sabe que los costos de su salida del poder son infinitos, no
pueden dejar el poder porque su futuro está en la cárcel, habiendo perdido
privilegios y prebendas. Por supuesto, son esos grupos los que tienen a Maduro
de rehén, y no se trata, como se trató en el pasado reciente, que estén presos
del dogma o de la ideología, sino que están presos de grupos que responden a la
ilegalidad.
19-04-17
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