miércoles, 12 de abril de 2017

Ramón Guillermo Aveledo: inhabilitación de Capriles "más que un crimen es una estupidez" por @contrapuntovzla


Por Emma Sánchez Álvarez


La decisión contra el gobernador de Miranda es, a su juicio, "un cobarde abuso del poder arbitrario", pero que tendrá una eficacia "más bien breve". La Fuerza Armada debe "escuchar otras campanas", señala el exsecretario ejecutivo de la MUD

Los acontecimientos políticos en Venezuela parecen ir a la velocidad de un rayo. No bien termina una marcha, se conocen casos de detenidos, heridos, denuncias de agresiones, y cae la noche con sus "dimes y diretes" de lado y lado (oficialistas y opositores). Día tras día los venezolanos, y en especial los periodistas, desayunamos o almorzamos con una noticia sobre otra y otra sobre otras. Tanto así que se hace cuesta arriba llevar un pulso más decantado y analítico de lo que ocurre. Gajes del oficio reporteril.

Antes de entrar en la materia de esta entrevista, Ramón Guillermo Aveledo, exsecretario general de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), no podía dejar pasar por alto el caso de la inhabilitación política contra el gobernador de Miranda, Henrique Capriles. “Aunque no puede sorprender, dado que el régimen carece de límites legales y éticos, puede bien aplicársele la frase clásica atribuida a Talleyrand: más que un crimen es una estupidez”. dice Aveledo.

"Es un cobarde abuso del poder arbitrario, cuyo fin inmediato (ydesesperado) es desmoralizar a los millones de  venezolanos que aspiran a que se dé de manera urgente un cambio; pero tiendo a pensar que la eficacia de esta arbitrariedad será más bien breve. Por eso soy de los que opina que en estos tiempos tan duros, nos hará falta tanta serenidad como firmeza", apunta.

Para el político venezolano, curtido en las lides parlamentarias así como en las arenas movedizas de campañas electorales y partidistas, la crisis institucional y el conflicto de poderes ocasionado por las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) sobre la Asamblea Nacional (AN) “es una desembocadura de la crisis nacional”.

Considera Aveledo que el Gobierno utiliza el máximo tribunal de la República para mantener “esterilizada” la AN y sustraerle las funciones que le atribuye la Constitución. “Nos encontramos que, en lugar de tener un árbitro de los conflictos constitucionales, este gobierno convirtió el TSJ en una trinchera. La consecuencia lógica es esta crisis que estamos atravesando”, señala.



Desembocadura de la crisis nacional

–¿Qué opinión le merece la crisis institucional producida por la decisión del Tribunal Supremo de Justicia contra la AN?

–La crisis institucional y el conflicto de poderes es una desembocadura de la crisis nacional. Cuando el país sufre una gravísima crisis económica y social, la solución, normalmente, está en la política; a través de ella se encuentran los modos de dar salida, producir soluciones a esos problemas y facilitar el cambio en el liderazgo. Pero en Venezuela se han obstruido los caminos de cambio político; es decir, los previstos en la Constitución. Es como una olla de presión a la que le tapan las válvulas que, en nuestro caso, son las libertades públicas. A saber: las elecciones, la libertad de expresión y de información, la justicia, el derecho a la alimentación y la seguridad de las personas y los bienes. Por eso, cuando el orden constitucional, que está hecho para prevenir los problemas o resolverlos, lo usan solamente para mantenerse en el poder y evitar las soluciones, sucede lo que estamos viviendo en Venezuela.

–¿El Tribunal Supremo de Justicia es la herramienta del gobierno para enquistarse en el poder?

–Claro... este gobierno ha usado el Tribunal Supremo como una manera de esterilizar la Asamblea Nacional; es decir, quitarle las funciones que le establece la Constitución. El Parlamento no ha podido legislar porque, hasta ahora, las leyes aprobadas por los parlamentarios el TSJ las ha declarado inconstitucionales. Tampoco ha podido controlar los gastos del Ejecutivo como el presupuesto, créditos adicionales y endeudamiento. Igualmente le ha sido imposible ejercer la función de control político, a través del estudio de las memorias y cuentas de los ministros, las interpelaciones e investigaciones. Cuando esto sucede nos encontramos que, en lugar de tener un árbitro de los conflictos constitucionales, este gobierno convirtió al TSJ en una trinchera y en una guarimba.

–Esto alzó el volumen de la comunidad internacional. ¿Qué peso puede tener esa presión internacional?

–Desde afuera nos reclaman todos los países del mundo que se cumpla la Constitución. Y la reacción del gobierno frente a esto es acusarlos de injerencia. El Gobierno firmó un tratado en el cual le reconoce a los demás el derecho a solicitar que cumplan las normas y la Carta Magna. Insisto: si usas a un órgano del poder para impedir que otro funcione, y no reconoces límites ni frenos, se produce un conflicto.


La soberbia embrutece

–¿Usted cree que el Gobierno pensó realmente que el país, y la comunidad internacional, iban a tolerar la decisión de quitarle las funciones a la Asamblea Nacional?

–La respuesta corta sería: la soberbia embrutece. A la larga, ellos (el gobierno) confiaron en su impunidad. En la idea de que aquí todo el mundo aguanta, en que la comunidad internacional considera un riesgo mayor que haya un cambio en Venezuela a que no lo haya. Sintieron que tenían el control del poder y de la Fuerza Armada “porque somos los que levantamos el teléfono en Miraflores”. Cuando empezó a impacientarse la comunidad internacional, los del gobierno pensaron: “Aquí la dureza paga, vamos a ponernos más duros”.

Pero en realidad, "si se quitan estas dos sentencias (155 y 156), hay 42 sentencias más que, una a una, le fueron quitando competencia a la Asamblea Nacional. El Gobierno fue haciendo estas cosas de a poquito, y pensaron 'podemos hacer lo que sea'; los magistrados, por su parte, tomaron la decisión de aprobar las sentencias 155 y 156. Yo no creo que ellos lo hayan hecho solos. Maduro celebró ese estado de excepción inventado, de origen judicial y que no existe en la Constitución. El TSJ le regaló al Presidente, disfrazado de orden, unos poderes indeterminados que no tiene y que no le corresponden. De ñapa, le otorgó autorizar la aprobación de contratos de interés nacional sin que pasen por el control parlamentario, que es otra violación de la Carta Magna. Pero además, el TSJ se toma para sí las 24 competencias de la Asamblea. Esto no solo es inconstitucional sino que es una ridiculez".

Aveledo se pregunta: "¿Ustedes creen que los siete magistrados de la Sala Constitucional van a poder con todo eso solos? Por supuesto que no. El Parlamento tiene unos poderes de delimitación que son los que les permiten hacer las leyes. Marcar el terreno hasta donde llega cada quien. Tiene la atribución de control, que permite que el ejercicio del poder no se salga de esos límites, y la función de reivindicación de la oposición, mediante los debates políticos para que puedan criticar a los que están y plantear sus proyectos alternativos. Esto no lo puede hacer el TSJ, porque no está diseñado para eso".


El verdadero conflicto

–¿Y las declaración de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz? ¿Cómo las interpreta usted?

–Ante esta pregunta hablaré de ella sin conocerla personalmente. Mi opinión se basa en las cosas que ha hecho, las que ha dejado de hacer y en la que hacen otros actores del sector público. La lista de casos con los cuales yo no estoy de acuerdo con la acción que ha tenido el Ministerio Público es larguísima, como la de cualquier venezolano que quiere un cambio. Dejan mucho que desear las actuaciones de este organismo. Pero, por ejemplo, a mí me llama la atención que, en un país que desaparecieron las cifras oficiales de criminalidad, todos los años el Ministerio Público da unas cifras de impunidad que son terribles para el Gobierno. Un reconocimiento de la cantidad de delitos que no se castigan en Venezuela. Da la impresión de que ese organismo de Estado, con cuyas actuaciones no estamos de acuerdo, se viene cuidando en algunos aspectos.

Aclara, no obstante, que su tarea "no es defender a la Fiscal. Lo que yo constato, porque veo los acontecimientos, es el impacto que causaron las declaraciones de Ortega Díaz, que pienso que sacudieron las bases del mundo del oficialismo. Tuvieron que convocar esa sesión del Consejo de la Defensa Nacional que, entre gallos y medianoche literalmente, decidió que había que resolver el conflicto entre el TSJ y la Fiscal, y no el conflicto entre el TSJ y el país, que es el verdadero conflicto. Y en ausencia de la Fiscal, tomaron la decisión de rectificar, echar para atrás, borrar dos sentencias que, hasta horas antes, venían ponderando como una demostración de patriotismo y de defensa de la Constitución".

Pero el veterano dirigente opositor enfatiza que hay "una parte de la historia que yo no sé. Pareciera que lo de la Fiscal es como la punta del iceberg, que es mucho más lo que está sumergido bajo el agua".

Agrega: "Vamos a estar claros: esto demuestra que en el seno de esa coalición del oficialismo no hay monolitismo, que no todo el mundo está de acuerdo con el modo como el madurismo viene haciendo las cosas y que a los señores magistrados no les basta ponerse en las buenas con Maduro sino que van a tener que explorar más allá... Claro que el conflicto no es entre el tribunal y la Fiscal, sino con el país entero. Para decirlo en términos malandriles, la culebra de ellos es con Venezuela, porque tienen una manera de gobernar que le sirve a un grupito y no a un país entero".


La FAN debe escuchar las campanas

–¿Cree usted que algún día los magistrados deberán enfrentar responsabilidades penales por estas acciones?

–-La consecuencia de una ruptura del orden constitucional es una responsabilidad personal que es muy difícil de ignorar. Si ese acto de ellos ocasionó la ruptura del orden constitucional, esto no se remienda porque corrijan un texto o supriman unas palabras. Ya está roto, y eso tienen que sancionarlo. Soy partidario de que haya un proceso justo, porque los órganos del poder público venezolano, uno de los problemas que yo le critico es que no hace su tarea.

–Los otros actores del poder están en la Fuerza Armada. ¿Debería pronunciarse?

–Las Fuerzas Armadas son ciudadanos como todos nosotros. Yo no soy partidario de pedirles que con el uso de las armas resuelvan el problema, que es la vieja receta. Creo que este es un asunto de la sociedad civil. La seguridad de la nación es, según la Constitución Nacional, una corresponsabilidad civil y militar. Este concepto tiene distintas facetas, y la militar es uno de los siete ámbitos. La FAN, según el artículo 328 de la Constitución, “es profesional, sin militancia política, organizada por el Estado, organizada para garantizar la independencia y soberanía de la Nación”. Está sometida al servicio de la nación, y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna.

Si las actuales políticas públicas "están produciendo una situación económica y social gravísima, contraria al desarrollo nacional, de alta conflictividad, que si se sigue agravando va a terminar involucrando a la FAN por el orden público; si, además, hay una divergencia política en el propio seno del Estado, por la visión distinta que tienen la Asamblea Nacional y el Poder Ejecutivo, y el Poder Judicial toma una decisión que el Ministerio Público consideró una ruptura del orden constitucional, evidentemente hay un conflicto", subraya.

Si es así, se pregunta Aveledo, "¿no es lo lógico que la FAN oiga otras campanas? Es decir, escuche otras opiniones? Los están embarcando en proyectos como el CLAP, una política pública fracasada que lo que está produciendo es más hambre, pobreza, desolación e improductividad. Ellos están obligados a observar esto, porque hay una corresponsabilidad de civiles y militares en la seguridad de la nación".

La noción de colocar a la FAN al servicio de una parcialidad política "es contra la Constitución". Lo normal, añade, "es que la FAN sea permeable a escuchar opiniones distintas de todos los sectores, para poder colaborar más eficazmente en el desarrollo nacional. Eso les interesa cómo ciudadanos, porque son venezolanos que están sufriendo la crisis; y también como institución, dada la función que tienen en el Estado según la Constitución. Yo no llamo a la FAN como quien llama a los bomberos, para que vengan a apagar el incendio. No es eso. No creo que la solución política este allí. Lo que sí creo es que esa es una parte de la sociedad venezolana que no se puede ignorar, y ellos a su vez no pueden ignorar al resto de la sociedad. Este reconocimiento es necesario para pueda cumplir el papel que le otorga la Constitución".


Nadie lo resolverá desde afuera

–¿De qué forma los países pueden evitar o tratar de mediar en esta situación política, jurídica e institucional que vive Venezuela? Porque el venezolano siente, en general, que no pasa nada, que esa ayuda no tiene efectos internos.

–Nosotros sí hemos hecho mucho en medio de grandes dificultades. Este gobierno no ha llegado a tener el control total de la sociedad, no porque no ha querido, sino porque los venezolanos no lo hemos dejado. Pensemos: si no hubiésemos ganado la Asamblea no estaríamos en esta situación. El mundo sabe cuál es la opinión de la mayoría de los venezolanos. La comunidad internacional no puede evitar una situación como la nuestra; lo que está haciendo es tratar de cuidarse de los efectos de lo que ocurre en Venezuela.

Durante un buen tiempo "los problemas de los venezolanos eran de los venezolanos, y nada más, y a nosotros nos corresponde resolverlos. Esto es indelegable. Pero cada vez más, empieza a ser un problema de los demás países. ¿Por qué? Porque hay una gran cantidad de venezolanos que se van a otros países, las empresas no pueden cumplir sus compromisos por la monopolización del gobierno de las divisas, un conflicto en Venezuela repercute en el ámbito geográfico inmediato latinoamericano y del Caribe.

–¿Esto es lo que está detrás de las actuaciones recientes de la OEA? ¿Qué piensa de las decisiones adoptadas por ese organismo?

–La decisión de la OEA no cambia las cosas en lo inmediato, pero es una demostración más de la preocupación de la comunidad internacional, y el comienzo de unas medidas diplomáticas. Ahora, el cambio en Venezuela siempre va a ser nuestra responsabilidad, porque no va a venir nadie a resolverlo desde afuera.


Los tiempos de la realidad no son los de los deseos

–Pasemos a otro tema. Por ejemplo, que buena parte de los venezolanos sienten que la oposición no ha llenado sus expectativas…

–Yo comprendo muy bien la impaciencia que hay en todos los sectores de la población. Pero esa aseveración de que "buena parte" no es así, no es mayoritaria porque así se observa en las encuestas. Pero sí, hay una porción intermedia que se siente desamparada, descreída y decepcionada. Esto ocurre, primero, porque sienten que la oposición tiene que hacer y decir, para que la gente se sienta acompañada, apoyada y con una esperanza clara. Esto se logra con mayor unidad y con coherencia.

En segundo lugar, piensa Aveledo, "otro factor que incide es la impaciencia de la gente, la sensación de que la situación debe resolverse ya. Los tiempos de la realidad siempre son distintos, son mucho más lentos que los tiempos de los deseos. No hay que confundir la realidad con los deseos. Ni con los deseos de los políticos ni con los de la gente. Uno tarda mucho más en conseguir lo que uno quiere, que quererlo. Esto vale para cualquier cosa en la vida. Pero naturalmente la gente se impacienta; es lógico".

En tercer lugar "hay una vertiente que indica que así como puede haber una insuficiencia en la coherencia, cohesión y asertividad de la oposición, y esto se refiere a la Mesa de la Unidad Democrática porque no hay ninguna otra política nacional alternativa, hay un plan del gobierno dirigido a lo siguiente objetivos: desanimarnos, tratan de producir desaliento con el axioma de que 'todo lo que hagas es inútil, a nosotros no nos entra ni coquito'. Sembrar desconfianza en el liderazgo opositor y dividirlo con la afirmación 'no pueden con nosotros porque estás en malas manos' o 'tiene que haber oposición pero no esta' y, por último, mantener su pedacito cohesionado a través de su políticas públicas: a saber, los CLAP, las misiones y la política habitacional".

–También algunos venezolanos piensan (y así lo puede leer una en las redes sociales) que algunos dirigentes de la oposición se vendieron…

–Una y otra vez repiten eso, pero nadie nunca ha mostrado los contratos. Este es un daño colateral que se va diciendo y que no requiere prueba, sino que lo dicen continuamente y se alimenta solo; es decir, “como tú lo dices yo lo repito”.

–Y el otro tema importante de que quisiera obtener su opinión es el de las elecciones. ¿Qué cree usted que se está buscando con la suspensión?

–Las elecciones no es que las pospusieron, es que no se sabe cuándo se van a hacer. Si el Gobierno hubiese querido parar lo de la OEA, con que apareciera el CNE anunciando la fecha de los comicios la discusión se acababa. Enseguida desinflaba a la OEA. Pero no lo hicieron, porque no es un riesgo que quieren correr. No quieren convocar elecciones hasta que no sientan que las puedan ganar. El Gobierno está arrinconado por las elecciones, sabe que la oposición las ganaría... sabe que cualquier candidato de la oposición se alzaría con el triunfo. Así lo dicen los números.

En este momento, a su juicio, "no se trata de una elección, sino de luchar para que se hagan. Esto es mucho más complejo, porque tienes que usar la búsqueda del voto, la tribuna parlamentaria, la opinión pública, la protesta cívica pacífica en la calle, el activismo internacional y el diálogo político. Todas estas cosas, propias de la política, deben ser coherentes. Para que todo esto dé resultado no puede hacerse a pellizquitos, sino que cada una de estas cosas que se haga en esos campos sirva para hacer presión en la dirección de los objetivos; es decir, que haya elecciones, que se respete el estado de derecho y, por lo tanto la Asamblea Nacional, y que los presos políticos apresados injustamente queden libres. La comunidad internacional lo que solicita es que se realicen las elecciones, respeto a la Asamblea, libertad para los presos y diálogo".


Bueno para lo malo y malo para lo bueno

–¿Usted cree que se puede dialogar cuando se ha dicho que es el Gobierno el que ha desvirtuado esa opción?

–El gobierno es bueno para lo malo y malo para lo bueno. El diálogo es una de las herramientas de la lucha política, junto con las que ya enumeré. ¿Por qué esta puerta no se puede cerrar? Porque no sabes cuándo las vas a necesitar. A lo mejor la cierras, pero no con llaves. No la condenas con una tapia. La cierro, pero debo mantenerla transitable para cuando lo necesite, porque hay cosas que pueden lograrse con el diálogo, o a lo mejor no. Hay una diversidad de opciones que debe mantener abierta la oposición.

–¿Usted le dice esto a esa parte de la oposición más radical, que piensa que no se puede dialogar con el Gobierno?

–Lo digo para todo el mundo. Lo digo para ellos y también para el gobierno. Estos últimos creen que, vacilándose el diálogo, pueden aguantar eternamente. Y no pueden. Yo discrepo del término radical, que se usa mucho, porque radical viene de raíz, y la intolerancia de derecha no es radicalmente distinta a la intolerancia de izquierda. La intolerancia es antidemocrática. La negación del otro es antidemocrática. Alguna gente cree que esto es como un ring. Usemos una metáfora de este deporte. Hay boxeadores estilistas que son técnicos como Mohamad Alí o Leonard; hay boxeadores pegadores, que con una mano pueden solventar como el Morocho Hernández; y están los fajadores, tipos valientes que tienen que aguantar mucho pero que saben resolver. Se hace la pelea que convenga, y al adversario lo desgastas, cansas y trabajas para ganar. Hay gente, en términos boxísticos, que quiere ser noqueador sin tener pegada. Cuando uno va a pelear con un tipo grande y fuerte y no tiene pegada para noquear, el que va a salir noqueado es uno. Hay que saber administrar la fuerza.

Ramón Guillermo Aveledo mantiene su posición: "Los venezolanos que queremos un cambio somos más. Sí tenemos razón; estamos desarmados, también es cierto; no tenemos el poder gubernamental, por supuesto que no. Entonces, tenemos que ver cómo hacemos para movernos en esta realidad, y cómo vamos buscando los espacios para meternos. Por eso digo que es una presión que se va haciendo orquestadamente, y usas todos los recursos que ofrece la política. Desde afuera deben ver que en Venezuela hay una alternativa; es decir, que hay un grupo de hombres y mujeres responsables, y que mañana pueden ser interlocutores internacionales mucho más confiables que esto que está. Y esto es muy importante, porque el mundo no está obligado a creernos; tenemos que convencer".

El diálogo no es "una reunión para echar cuentos hasta el fin de los días", sino algo con metas. "El único pecado mortal en la política es no tener objetivos claros. Con el diálogo es como el pasodoble: se necesitan dos. No se puede dialogar solo. Tiene que haber otro dispuesto a conversar. Si no está, debes estar dispuesto para cuando él esté. No apurarte. No decir 'aquí estoy yo aunque tú no me quieras'. Estar cuando se esté dispuesto a dialogar; es decir, a explicar razones, a escuchar y a conceder para producir resultados".


08-04-17



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