MIGUEL BAHACHILLE 17 de abril de 2017
Mucho
se ha dicho y escrito sobre la conducción curvada del Estado venezolano a lo
largo de los últimos 18 años. Y es así porque durante ese período se cambió el
escenario dónde se movía la sociedad venezolana. Se han puesto de manifiesto
los rechazos latentes; se ha modificado la fe ciega en el progreso; los conflictos
son crecientemente ostensibles y se han abierto enormes grietas sociales. En
otras palabras, se intentó reconducir al siglo XXI una especie de anarquía
social análoga a la del siglo XIX.
Venezuela
ha entrado en crisis consigo misma. Aquellos que utilizaron al pueblo a manera
de prueba para imponer una ideología fracasada en lo que concierne a una
sociedad de masas controlada coercitivamente, se vino abajo. Las minorías
estadísticas tocadas por la pobreza se han convertido en mayorías reales. El
suburbio domina la ciudad y la explosión del gueto se ha hecho casi
incontenible mientras el gobierno visiblemente inservible está contra la pared.
¿Quién
elige a los presidentes? Vale retrotraerse sólo como referencia a la década de
los treinta del siglo XX en Europa. El ciudadano fue inculpado, por carambola,
de una guerra que atentó contra la paz mundial. Hitler, escogido como fiel
representante de su pueblo, fue electo canciller de Alemania en 1933 y, como
todo líder absolutista, le molestaba la alineación de la Asamblea con la cual
estaba obligado a concertar decisiones de Estado. El 24 de marzo del mismo año
pidió que el Congreso le aprobara una Ley Habilitante para dotarlo
“temporalmente” de plenos poderes a efectos de actuar sin “trabas” impuestas
por las prácticas constitucionales. Luego se produce el misterioso capítulo
conocido como “El Incendio del Reichstag” (Parlamento), feb-1933, cuya autoría
aún no ha sido aclarada.
La
división del poder molesta a los absolutistas y a veces hasta “aburre” a
algunos demócratas obligados a aceptarla sin opción. La lección de ciudadanía
que dieron al mundo los legislativos estadounidenses al negar la recisión del
llamado Obamacare refleja el carácter liberal de Los Estados Unidos. Miembros
del mismo partido del presidente Trump, Republicano, se opusieron a su capricho
de campaña de derogar una ley que ampara a 25 millones de personas.
Volviendo
al país. ¿Quién es el culpable de la catástrofe social y económica que hoy vive
Venezuela? Sería una simplificación inculpar sólo a los que votaron por Chávez.
Sin embargo la falta de conciencia cívica, luego de elegir a genuinos
demócratas durante 40 años, llevó al pueblo a desestimar el historial punible
de un militar que actuó como cabecilla de un golpe de Estado contra un
Presidente legítimamente electo. Gana la presidencia en 1998 con el 56,5%.
Luego se relegitima en la elección general del año 2000 con el 60% de los
votos. En 2006 con casi el 63%. Repite en el 2012 con 55%.
Dolorosa
y costosa experiencia para un pueblo que fascinado por el discurso de un
populista se llenó de falseadas expectativas que hoy lo tiene haciendo
colas en las panaderías y caminando con temor de ser acometido por el hampa
desatada. Lo cierto es que el actual gobierno, heredero del patrón populista de
Chávez, ha hundido aún más al país, entre otros factores por la corrupción,
ineptitud y merma de los ingresos petroleros.
Lo
cierto es que el oficialismo utiliza la crisis para coartar derechos. Cuando
ello ocurre de manera reiterativa se desata la angustia pública y paralelamente
la represión oficial de modo desaforado. Hay que insistir en la protesta cívica
para exigir elecciones como único camino para enmendar parte del costoso error
que significó elegir a Chávez. ¡Si, el pueblo se equivocó y llegó la hora de
corregir!
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