RAFAEL LUCIANI 08 de abril de 2017
@rafluciani
El
testimonio de los que han vivido antes que nosotros puede ser, en muchos casos,
iluminador para el discernimiento de nuestra fe en medio de situaciones adversas
y deshumanizadoras. Este es el caso del teólogo Dietrich Bonhoeffer, quien se
dio cuenta de la tendencia autoritaria y deshumanizadora del proyecto del
Führer. Tomó posición desde su fe y siempre decía: “creer significaba
decidirse”.
El 9
de noviembre de 1923, Adolf Hitler había participado en un fallido intento de
Golpe de Estado, liderando el proyecto nacionalsocialista alemán. Tras su
derrota fue encarcelado, pero posteriormente liberado con un indulto en
diciembre de 1924. Hitler supo convertir dicha fecha (9-11) en un
acontecimiento mítico que le permitió ir creando un imaginario sociopolítico,
de talante religioso, que penetrara con gran facilidad en las mentes de tantas
personas que buscaban un cambio en la conducción del país.
El
nacionalsocialismo se comprendía a partir de una ideología de luchas,
estructurada en torno a tres elementos fundamentales: la centralidad de los
distintos poderes en el Führer, el odio a ciertos grupos socio culturales y el
nacionalismo patriótico como base de un proyecto expansionista. Para ello
concebía al Estado como ente totalitario y absoluto que debía garantizar la
supervivencia de la raza aria y estructurar toda relación socio política,
económica y religiosa posible, según su noción de hombre y sociedad.
Abuso
La
práctica de esta nueva ideología se caracterizó por el rechazo frontal a los
intelectuales y universitarios más críticos, el uso abusivo de las asambleas de
masas aprovechando la ignorancia de muchos, y la expropiación abusiva de
propiedades y bienes que pertenecían a judíos. Muchos cristianos se plegaron
desde el inicio al proyecto nacionalsocialista anhelando nuevos cambios en la
deteriorada Alemania de entonces.
Los
discursos del Führer despertaban una gran sensibilidad social por los
desposeídos. Durante los primeros años de su liderazgo, muchos no pensaron en
las consecuencias que generarían sus políticas, sino en los sueños
nacionalistas enmarcados en sus discursos sociales, que harían renacer una
nación de bienestar y poder. Sin embargo, la honestidad intelectual y la
libertad de espíritu con la que personas como Bonhoeffer vivieron su fe, siendo
fiel a la praxis de Jesús de Nazaret, ayudó a entender que cualquier práctica o
sistema socio político no era aceptable para un creyente, aún si el fin era
realmente noble y lo merecía.
Bonhoeffer
inició una continua crítica a la pseudolegalidad construida por el régimen Nazi
para legitimar sus acciones mediante el control del Parlamento. En sus escritos
encontramos estas célebres palabras: “la decisión está a las puertas:
nacionalsocialista o cristiano”. Su posición como creyente lo llevó a padecer
la persecución. Le prohibieron vivir en Berlín en 1938, hablar en público en
1940 y publicar sus escritos en 1941, hasta que en 1943 fue encarcelado,
muriendo asesinado por el régimen en 1945.
El
testimonio de este teólogo que vivió en tiempos de totalitarismo y persecución
nos enseña que no podemos permitirnos que, a lo largo de las luchas diarias,
perdamos lo más precioso que tenemos, que es nuestra propia dignidad de ser
hijos(as) del mismo Dios y hermanos(as) unos de otros. Desde la fe, podemos
encontrar la fuerza para resistir a todas las situaciones deshumanizadoras que
responden a principios ideológicos y que se alejan del auténtico seguimiento de
Jesús, el único Mesías.
Rafael
Luciani
Doctor
en Teología Dogmática
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
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