FERNANDO EGAÑA 18 de abril de 2017
Es
mucho más que un anhelo o una aspiración: es una determinación determinada,
como sabía decir el inspirador principal del papa Francisco. Desde San Félix
hasta San Cristóbal, desde Maracaibo hasta Carúpano, pasando, claro está por
todas las regiones y sus ciudades, comenzando por Caracas, una voluntad recorre
a todo el país: Venezuela quiere que Maduro se vaya…
No es
un por un capricho o por un descontento puntual. No. Es porque Maduro y los
suyos están terminando de convertir a Venezuela en un montón de escombros, y
encima le siguen negando al pueblo su derecho a la democracia, es decir a
expresarse en elecciones libres, justas y transparentes, para legitimar el
cambio de fondo que se necesita con premura. Nada de lo cual, por cierto, tiene
que ver con en esas “votaciones regionales” que, en hora undécima, Maduro alega
que está ansioso de que sean convocadas.
Pero
además, Maduro y lo suyos viven en una nebulosa completamente alejada de la
realidad, tan incapaces de entender los horrores que padecen los venezolanos,
que hasta despilfarran millones promoviendo exposiciones sobre lo que ellos
llaman “la Venezuela potencia”. Un chiste cruel. Por ello, entre tantos otros
motivos, es que gran parte de la población está enardecida, y no sienten temor
de demostrarlo, incluso al propio Maduro y ante una amplia representación del estamento
militar, tal y como ocurrió en San Félix. Los militares que presenciaron la
reacción popular no deben ignorar lo ocurrido: las maldiciones proferidas no
los apartaban…
De
allí que Maduro y sus patronos castristas, estén ordenando reprimir de forma
despiadada a quienes con todo derecho protestan la ristra de desmanes que se
perpetran desde las barricadas del poder. Mucho tardaron la mayoría de los
sectores opositores en reconocer que la “revolución bolivarista” era una
hegemonía despótica, depredadora y envilecida. Pero al fin lo reconocieron –con
esas u otras expresiones similares– y lucen dispuestos a luchar en
consecuencia. Y repito “la mayoría”, porque aún hay ciertos grupos de
autocalificada oposición que claman por el diálogo y la negociación. Como se
dice: piensa mal que pecarás pero acertaras…
Por
otra parte, el panorama internacional, y en especial el latinoamericano, ha
cambiado, quizá de manera irreversible, para la hegemonía de Maduro. De la
aceptación entusiasta o cómplice, se ha pasado a una crítica cada vez más
sonora. El socialista Luis Almagro, secretario general de la OEA, tiene mucho
mérito al respecto. Ha sido como un colirio que ha despejado la vista a muchos
gobiernos de la región.
Y por
si todo esto fuera poco, ya no está el viejo Fidel recomendando u ordenando con
tino qué hacer para garantizar el continuismo. A Maduro no lo quieren ni lo
respetan una gran parte de los tradicionales partidarios del predecesor. Y el
país opositor se está galvanizando a favor de su salida, de su renuncia, de la
convocatoria de elecciones libres, de una nueva etapa en la vida venezolana.
¿Será una lucha dura? Sí lo será. Pero hay condiciones que ayudan a que esa
lucha tenga éxito. Venezuela quiere que se vaya Maduro y lo que se le asemeje.
Y lo quiere no para futuros sin calendarios, sino cuanto antes mejor.
No se
puede seguir viviendo en una crisis humanitaria, ensangrentada por la violencia
criminal y la represión del poder establecido. La voluntad que recorre a la
nación tiene razón. Hay que fortalecerla para que triunfe.
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