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viernes, 8 de septiembre de 2017

Alejandro López: Caracas, entre complicaciones e ilusiones por @prodavinci


Por Cheo Carvajal


Alejandro López forma parte, desde su inicio en 2005, de Aceras y Brocales (Últimas Noticias). Está al frente del Centro de Estudios Estratégicos de la Gran Caracas constituido en el 2014 como una pieza de la Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales (Opppe). Es arquitecto de la Universidad Central de Venezuela, con maestría en vivienda para países en desarrollo en la Universidad de New Castle, Inglaterra. Fue profesor de diseño arquitectónico en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV durante 26 años. Asesoró en paralelo a Pdvsa y a Pdvsa La Estancia, y también apoyó en la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y luego dentro evaluando proyectos de investigación en la comisión que atendía temas de desarrollo urbano y riesgos ambientales.

En 2001, el expresidente Hugo Chávez declaró su intención de transformar la Base Aérea Francisco de Miranda en La Carlota como un parque. Seis años después se presentó en serio una propuesta, de la mano del arquitecto Fruto Vivas. Nos dice nuestro entrevistado que el Plan Maestro vigente también tiene algo de la mano de Fruto. La conversa la realizamos en las oficinas que tienen en la base de La Carlota.

—Estamos en lo que se supone debería ser un parque conectado con el del este. Desde hace muchos años existe esa expectativa. Lo último que vimos fue la construcción del puente Independencia, ¿cuál es el estatus en este momento?

—El puente está terminado, aunque le faltan detalles. Ya comunica al parque Francisco de Miranda con lo que pudimos tomar de La Carlota, que son 10 hectáreas de las 104, que eran las se podían desalojar, reubicando a sus usuarios. Ya el parque funciona y se supone que pronto debería inaugurarse la primera etapa.


—¿Pronto es cuándo?

—Era la semana pasada, y ahora está prevista para el 10 se septiembre.

—¿Las 10 hectáreas?

—No, de esas 10 hectáreas van a quedar algunas áreas en construcción.

—¿Por qué tanta demora? Recuerdo que cuando se construía el puente, a finales del 2014, Ernesto Villegas, quien estaba al frente del Ministerio de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas, anunció que se inaugurarían 12 hectáreas al año siguiente.

—Con Villegas anunciamos que se iba a inaugurar en diciembre de 2015. Arrancamos con muchos bríos, con recursos, pero desde esa fecha en adelante los recursos han sido muy intermitentes.

—¿Es por falta de recursos que no se ha logrado abrir el parque, o tiene que ver con que no se ha desafectado como base militar? Entiendo que la Comandancia de la Aviación se está construyendo en Ciudad Tiuna.

—En La Carlota operan varios componentes de la Fuerza Armada, Protección Civil, Ciencia y Tecnología, CICPC, y un largo etcétera. Vamos a tomar de esas 100 hectáreas lo que sea posible. Porque no podemos tomar toda la Base, porque esto requiere que la Aviación y los otros componentes tengan a donde mudarse. Entonces se inicia la construcción, bastante adelantada, de las sedes de las comandancias en Fuerte Tiuna: Aviación, Armada, Ejército y Guardia Nacional. Iban a entregar la Aviación en diciembre, pero por falta de recursos, no podrán culminar este año. Nosotros, con las 10 hectáreas, igualmente estamos atrasados porque ha habido falta de recursos. Este es un parque estratégico para la ciudad y tiene dos grandes funciones: la básica, como parque, pero en casos de emergencias como sismos, deslaves, guerra o cualquier cosa, funcionaría la pista con las instalaciones necesarias para que puedan aterrizar ciertos aviones. El día que haya necesidad de tomar La Carlota como centro de operaciones ante un desastre, se cierra el parque y este opera.

—¿Contemplan la permanencia militar en el parque?

—Solo en casos de emergencia. Nosotros hemos propuesto que debe haber siempre un componente militar, pero no fuerzas militares. Una sede administrativa, para cuando sea necesario tomarlo ante un desastre. Igual con Protección Civil y los bomberos. De hecho el acuerdo es que las instalaciones destinadas a ambos servirían para desarrollar la parte formativa y lúdica, como áreas temáticas, abiertas y atractivas para los visitantes.

—Hablas de un Plan Maestro que no ha tenido mayor difusión. La Alcaldía Metropolitana de Caracas convocó a un concurso de ideas para transformar en parque verde la base aérea (2012), y allí se generaron ideas muy potentes.

¿Hay algo de lo que se generó allí en el Plan Maestro del que hablas?

—Directamente, que agarrara de allí y pasara para acá, no. Primero, porque ese concurso lo hace la alcaldía de manera abierta, sin ningún tipo de premisa, de determinante. La inmensa mayoría de las propuestas no respetan la pista. Ya por allí colide totalmente con el enfoque que tenemos nosotros. Caracas es una ciudad muy vulnerable, y aunque no sea de uso cotidiano debe existir la posibilidad de utilizarla cuando sea necesario. Luego, por supuesto, hay usos, conexiones de vialidad que tanto en ese concurso como en nuestra propuesta están incorporadas, ellos desviaban el río y lo incorporaban adentro, nosotros no pensamos en eso porque el río aún no estaba para eso, pero sí planteamos un lago. Hay coincidencias, aunque formas diferentes de plantearlas.

—Esa desconexión expresa el tema político y administrativo de la ciudad, el de la gobernabilidad. ¿Cómo pensamos la ciudad a futuro, desde dónde la proyectamos, cómo la gestionamos? Has expresado en diversas ocasiones que defiendes una idea más centralizada de las políticas en torno al desarrollo de la ciudad. De hecho la creación del Ministerio para la Transformación Revolucionario de la Gran Caracas no tenía conexión con las alcaldías. 

¿Cómo ves la gobernabilidad de la ciudad, su proyección a futuro con la estructura existente?

—El lenguaje es bien importante. Tú acabas de decir que tengo una visión “más centralizada”, minimizando las alcaldías. Yo diría que eso es medio verdad. En cualquier circunstancia una nación necesita unas directrices generales de desarrollo, en todos sus ámbitos. ¿Qué son las alcandías hoy? Pequeños feudos. ¿Para qué sirven los concejos municipales? No tienen sentido porque allí no están representados los intereses de la gente. Yo estoy en contra de la estructura de funcionamiento actual de las alcaldías y concejos municipales. Primero porque hay falta de direccionalidad y coincidencia de grandes objetivos que deben cumplirse en el país. Segundo, lo que existe ahora es corrupción, egoísmo, politiquería, entonces, sí, creo que debe haber una direccionalidad que se pueda ajustar, metabolizar en función de las realidades de las comunidades. No es lo mismo Catia que El Hatillo, no es lo mismo Petare que los barrios del 23 de Enero. Creo que hay que romper con la inercia. Para algunos Caracas es el municipio Libertador, para otros los cinco municipios. Para otros cada municipio por su cuenta, “nos reunimos y negociamos”. Tiene que haber un gran plan de lo que debe ser la ciudad, y en una transición de los municipios estos deben formar parte de esa direccionalidad. Hay que oírlos, interpretarlos, porque esta “direccionalidad” no es una imposición. No solamente a los municipios como instituciones, sino a la gente de las comunidades.

—Existe el Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, de la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Se hizo una consulta a mucha gente, más enfocada en especialistas, y a partir de allí recientemente se desarrolla el Plan de Desarrollo Urbano. Está bien tener directrices nacionales sobre hacia dónde van nuestras ciudades, pero no veo “direccionalidad” clara arriba sobre lo que debemos desarrollar en la ciudad. El desarrollo, desde el Ministerio de Transporte Terrestre y Obras Públicas, de las “soluciones viales” contradice la idea de una ciudad para la gente, y van a contracorriente del cuidado ambiental: tomaron el cauce del río Valle, eliminaron árboles, ocuparon parte de la ciclovía que hizo la Alcaldía de Libertador frente a la Bolivariana, obstaculizaron con tres puentes el proyecto de bulevar peatonal en la Río de Janeiro. Desde arriba siguen pensando la ciudad para los carros.

—Así como hay contradicciones entre lo que desde el gobierno nacional se ejecuta y lo que en algunos discursos se dice sobre lo que debe ser la ciudad, hay algo que no has dicho: los cuatro municipios del este muchas veces no están haciendo la ciudad que está en los discursos de los propios alcaldes, ni en lo planteado por la Alcaldía Metropolitana. Zonas como Las Mercedes, El Rosal, Altamira o La Castellana, diseñadas en su momento bajo una visión de la ciudad a escala humana, hoy están siendo aniquiladas con cambios de zonificación y usos. Están destruyendo un patrimonio de la ciudad. Eso lo están haciendo con la venia y apoyo de las alcaldías. No se logra articular una visión compartida de lo que debe ser el desarrollo urbano, del territorio, de la gran capital. No hay disposición, ni de tirios ni troyanos, a ser firmes y consecuentes con lo que se plantea. Esa es una debilidad nuestra, casi un venezolanismo: decir una cosa y hacer otra.

—El caso de Las Mercedes es emblemático. Ciertamente estas operaciones contradicen el espíritu del Plan Estratégico Metropolitano. En cierta forma me parece que coincides con las líneas de este plan. ¿Dónde está la ruptura entre esas directrices de la centralidad y las seis líneas del Plan Estratégico?

—Hay que reconocer que la llegada de Chávez al gobierno produjo un movimiento telúrico en nuestra sociedad. Estamos en una transición agresiva, en donde están tratando de surgir ideas, sueños, ilusiones, por un lado, de gente que estaba apartada, segregada, olvidada, tratando de incorporarse al país, y hay otros que están en contra de eso, y están defendiendo sus intereses más individuales o corporativos. Es un momento muy duro. Este año lo que hemos vivido es una guerra interna, no convencional. Hay una fuerza que trata de hacer un nuevo país, con sus errores, y otro que se opone a que sea ese y quiere imponer otro, eso está pasando también afuera.

¿Por qué hay tantas contradicciones entre las dos fuerzas? ¿Por qué no se ponen de acuerdo? Porque están en pugna. Por eso digo que el gran esfuerzo que tenemos que hacer, aunque se caigan a golpes arriba, es ver cómo abajo tratamos de llegar a consenso, de hacer cosas que podamos compartir. Yo me acuerdo que le propuse a Pdvsa La Estancia prolongar el bulevar de Sabana Grande hasta Chacaíto, conectar desde los museos, en Los Caobos, hasta plaza Brión, porque después Chacao tenía desarrolladas unas aceras con ciertas cualidades en la Francisco de Miranda, y así crear un gran eje. La respuesta en ese momento fue: “es que es la Alcaldía de Chacao”. Y yo decía que no importaba. “Lo más grave es que Chacao diga que no”. Pero no se logró.

—¿Por qué no se logró?

—Por la cuestión política de ambos lados. En ese momento, si mal no recuerdo, el alcalde era Leopoldo López. No se pudo. Entonces pensé: vamos a invitar a la gente de la AMC para conversar al respecto. Fue duro y eso era lógico. Quizá debió intentarse más, pero no hubo voluntad de las partes. Uno trata de hacer las cosas con cierta ilusión, sabe que no se van a dar, pero igual hay que intentarlo.

                          Alejandro López retratado por Mauricio López

—Hablaste que unos quieren imponerse sobre otros, son años en que hemos escuchado la palabra “hegemonía”. Abajo, probablemente haya más acuerdos que desacuerdos en materia urbana. Ese eje del que hablaste, está en el Plan Estratégico Metropolitano, y de eso hablan muchos académicos y profesionales. No me ha tocado nadie que diga lo contrario. Hay acuerdo abajo, pero la visión de una hegemonía del control político y administrativo no lo permite.

—Pero no todo es culpa del gobierno. Aunque todos estemos de acuerdo y queramos esos espacios, esos ejes, en paralelo se promueven unas densidades, unos usos de oficinas, como se está haciendo en Chacao y Baruta, que también contradice esa visión.

—Durante muchos años hubo acuerdo en que había que aumentar la densidad en algunas zonas, incluso en vías como la avenida Libertador. Pero la Gran Misión Vivienda Venezuela implantó las viviendas sin coordinación, sin generar ciudad. ¿Se puede adecuar lo ya hecho sin los gobiernos locales? Con el bulevar se levantó un muro de los dos lados, pero quienes caminamos ese bulevar somos nosotros. Se niega esa continuidad, se destroza Las Mercedes, se imponen “soluciones viales”. Estamos en un momento de crisis y reconfiguración, ¿cómo hacemos para conectar lo que artificialmente se desconectó?

—Esa es una pregunta muy complicada. Es como cuando un ser humano tiene una enfermedad: tú necesitas tener conciencia de tu enfermedad para poder superarla. A mí me da la impresión de que no hay todavía, en los grandes niveles decisorios, la conciencia sobre la importancia que tiene la ocupación del territorio y las ciudades. La ciudad refleja la sociedad que somos. Si no nos ponemos de acuerdo, la ciudad es entonces lo que somos ahora: un caos.

Los primeros intentos del gobierno de Chávez en relación con la Misión Vivienda, fueron puros fracasos, hasta que afortunadamente llega Ricardo Molina que no siendo arquitecto se había empapado de las ideas de Henrique Hernández, Alfredo Roffé, Alfredo Cilento, y las mías, del programa experimental de gestión habitacional, que lo hicimos en todo el país. Ricardo Molina las lleva al Gabinete, por eso arranca la Misión Vivienda, pero chucuta. Nosotros no podemos seguir fomentando edificios de gran altura. Nosotros tenemos que construir El Silencio. Esa concepción de comunidad, de patios, de comercios, de servicios, eso no se tomó en cuenta totalmente en la Misión Vivienda.

—Ciudad Tiuna es un horror.

—Yo no participé, pero Juan Pedro Posani que participó estuvo peleando para que le bajaran la altura, porque los chinos tienen todos los reales del mundo y siembran miles de edificios altísimos en dos segundos. Ahí había una necesidad política, estratégica, con los chinos. Yo apoyo muchas cosas de este proceso, hay otras que no. Para mí la alianza internacional, diversa, es fundamental. Lograr tener “otros amigos”, que no sean los mismos de siempre, es demasiado importante para la vida como nación. Pero llegas a acuerdos con los turcos, los rusos, los bielorrusos, ¿y qué hacen los niveles profesionales nuestros? No expresan claramente que está muy bien la alianza, pero no la tecnología impuesta.

—Cambiando el foco… ¿Cómo entra el barrio en esta historia? Mucha gente aún dice: “ Voy a bajar a Caracas”, porque no se siente parte de la ciudad, inclusive hoy después de estas dos décadas.

—El barrio es una forma de vida. Es la expresión que encontró la gente para resolver sus problemas durante décadas. En una sociedad en la que las grandes mayorías no tenían las oportunidades para resolver sus necesidades de techo, tuvieron que hacerlo a la macha: invadir, tomar, ocupar las tierras que pudieran. Si hubiésemos tenido una sociedad que considerara a esa población, y la hubiese asistido técnicamente, con recursos, no tendríamos barrios como los que tenemos. Tendríamos quizás, zonas difíciles, por las pendientes, pero no estarían en el nivel de carencias y de déficit de servicios que hoy tienen. Han creado sus propios lazos, han resuelto bastante bien a su manera. Aquellos sectores de barrios que están en un riesgo inminente, porque se ha deteriorado el suelo, a esa gente hay que mudarla. Pero creo que la mayoría de los barrios, en Caracas y en el país, hay que habilitarlos más que rehabilitarlos. Ahí entra, en buena forma, lo que Federico Villanueva y Josefina Baldó, también Teolinda Bolívar, han planteado, desde hace tiempo. Hay que evaluarlos, uno por uno, y con su gente reconstruirlos.

—Esa evaluación es la que justamente hicieron Villanueva y Baldó en el Consejo Nacional de la Vivienda.

—Bueno, se empezó a hacer. Creo que esa experiencia fue muy buena, lamentablemente no fue más extendida. Creo también debe cambiar su enfoque, trabajar más con la gente directamente. Incluso, que salgan de la propia gente, ingenieros, arquitectos, que ahora está pasando. Muchas de las iniciativas en barrios están siendo asesoradas por gente que se formó en las universidades nuestras y regresaron a sus barrios, en vez de venir de las alcaldías vienen de adentro. Uno de los principales problemas es la accesibilidad. No solo a pie, sino con el camión de basura, con emergencias, con policías, bomberos. Eso es costoso, también socialmente, porque abrir espacio implica sacar gente y reubicarla. Nosotros somos muy machistas e inmediatistas. Tenemos que iniciar proyectos que no vamos a ver nosotros, sino nuestros nietos.

—Esa transformación no está sucediendo en los barrios, y había grandes expectativas al respecto. Hay hechos puntuales, pero enmarcada en el discurso de estas dos últimas décadas la deuda es enorme. Ese discurso de inclusión no ha logrado que el barrio sea realmente incluido.

—Claro, porque seguimos en la guerra, en lo inmediato: la comida, la vivienda. Todo se ha convertido en una especie de objetivo inmediato. Comer, tener mi casa, esas son deformaciones que todavía se conservan. Por ejemplo, ¿por qué tener mi casa? ¿Qué es eso de “mi casa”? Lo que yo necesito es una casa, no mía, puede ser del Estado.

—¿Tú tienes tu casa?

—Yo tengo mi casa. Pero no tiene por qué ser mía. Yo lo que debo tener es la oportunidad de vivir en ella. Pero esa vivienda, cuando yo me muera debería pasar al Estado, para que otra familia tenga la oportunidad que tuve yo. La vivienda no tiene que estarse individualizando.

—Eso no lo puedes decretar.

—No tiene que decretarse, pero creo que esa cultura tiene que cambiar, y los cambios culturales son lentos. A lo mejor desde hoy, la política de vivienda debe empezar en que toda vivienda pública no es de la familia, sino que es de la familia por un tiempo, hasta que esa familia la necesite. Una revolución urbana tiene que empezar por los barrios. Ahora estamos haciendo una propuesta de espacios públicos, pero yo le daría prioridad a cómo atacar en la Gran Caracas, sus 27 municipios más o menos, el problema de todos los que viven en barrios. Hay que equilibrar la capacidad de trabajo, de producción, de salud, formación, recreación, en todos los grupos sociales. Eso es lo mínimo.

—¿Cuándo comenzamos a hacer eso?

—Eso tampoco se decreta. Creo que unas de las principales dificultades en este momento es que se tenga conciencia de eso.

—¿Se tiene conciencia de eso?

—Hay estadios en la conciencia: yo estoy consciente, pero no lo tengo tan internalizado como para priorizarlo, y si estoy distraído por otras cosas, porque me están atacando, me cuesta mucho. Hay que reestructurar la manera de direccionar a esta sociedad. Cada vez que algún amigo llega a un puesto clave, les repito y repito, y nadie me para ni medio: “Tú tienes que formar dos equipos, el bomberil y el pensante”. No es que uno sea mejor que el otro, los dos son necesarios. El bomberil es necesario, porque estamos en una emergencia, pero el pensante tiene que ir creando la estructura para que cada vez sea menos importante el equipo bomberil, que cada vez haya más previsión, anticipación, planificación. Que podamos construir de una manera estable, continua, permanente, y no dando brincos.

—Desde acá se gestó el Plan Maestro para transformar Caracas. ¿Cuáles son los ejes que se señalan en ese plan? ¿Se consultó a la gente en esos términos que estás hablando?

—Nosotros no hemos hecho el Plan Maestro de Caracas. Este Centro es creado en la época de Ernesto Villegas. Yo se lo propuse cuando él me buscó para apoyarlo en esta gestión. Con la idea de que fuese un ámbito de estudio, de investigación, de discusión, de debate, que fuese construyendo directrices para una visión urbana. Comenzamos con las mesas técnicas en las que reunimos a las instituciones nacionales, regionales, municipales, algunas comunidades, al Movimiento Pobladores. Recogimos, de acuerdo a un guion que propusimos, opiniones y recomendaciones. Ese material lo procesamos y existen hoy una serie de recomendaciones, pero algunas de ellas coliden, o no han sido totalmente desarrolladas, o son muy generales, o no han sido estabilizadas.

—¿Cuáles son las que están “estabilizadas”?

—Son líneas, la ambiental, la de movilidad y transporte, la de vivienda, de patrimonio, de obras especiales. Hay varias de esas que tienen recomendaciones, pero nosotros no hemos tenido la capacidad, no hemos tenido los recursos. No hemos tenido la comprensión de niveles de arriba. Lo que tenemos en este instante en el Centro son unas líneas estratégicas que las estamos tratando de reactivar, a ver si las mejoramos, si las actualizamos con nuevas consultas. Aplicando esos “principios” de lo que debe ser la ciudad a través de un proyecto concreto que a lo mejor satisface más al inmediatismo. Estamos tratando de que eso se pueda materializar en un proyecto que pueda construir la malla caminable de la ciudad. Que puedas recorrerla de manera cómoda, sin bajar escaloncitos de una acera para bajar a la calzada y subir nuevamente a otra acera, sino que sea continua.

—Suena bien, pero eso ya está pensado por muchos otros, está en el Plan Estratégico Metropolitano. Veo con incredulidad ese planteamiento si desde un brazo importante de transformaciones concretas, como el de Pdvsa La Estancia, no se logró concretar algo tan obvio y relativamente sencillo como conectar el bulevar de Sabana Grande con Los Caobos.

—Hay experiencias negativas. Pero estamos los tercos, que insistimos, aunque nos digan ilusos. La Alcaldía de Libertador está creando lo que ellos llaman “corredores”, como desde la vieja cárcel de La Planta en El Paraíso, desde ese sitio que se está recuperando lentamente, está planteado poder caminar hasta la plaza Bolívar. En el municipio Libertador se están materializando una serie de espacios. Nosotros lo que estamos proponiendo, basándonos en esa experiencia, es extenderla a toda la ciudad. Porque yo creo que ya basta de que sigamos trabajando en el municipio Libertador. En Chacao, Baruta, Sucre y El Hatillo hay muy poco espacio público, comparado con lo que hay en Libertador, y es lógico: ha sido desarrollado de otra forma. Nosotros queremos aumentar en el este estos espacios, que es lo que vamos a hacer con el parque Simón Bolívar. Ver cómo peatonalizar mucho más a Chacao. Eso tiene que ir acompañado de otras políticas, como de movilidad y transporte. Tenemos que combatir la necesidad del vehículo, tenemos que eliminar carros, aunque no sea fácil. Uno debería poder caminar desde el centro de Caracas hasta el parque de Las cuevas del Indio, en El Cafetal.

—Estamos de acuerdo en esto que dices, pero la incredulidad viene porque las políticas del MTTOP contradicen eso. Frente a Ciudad Banesco se está construyendo una nueva locura.

—Eso viene inercialmente.

—Pero esa inercia afecta contundentemente esta idea de ciudad que estás expresando. Por otro lado, las demoras del parque La Carlota, que vamos a tener una parte de las 10 hectáreas, que son a su vez una pequeña parte de las 104 hectáreas. Y si a eso le sumamos el proyecto Guaire que en el 2005 lanzó el Ministerio del Ambiente, que incluía la conexión de todas las quebradas y los barrios, eso quedó en nada.

—Se han hecho algunas cositas.

—Las “cositas” casi ni provoca mencionarlas en comparación con la magnitud de lo que se vendió como proyecto, como visión.

—Hay una parte de ese trabajo que no se ve. Que son los colectores. Luego es que aflora el espacio público.

—Pero los colectores tampoco se han desarrollado lo suficiente.

—Es verdad, todo ha sido flojo. Aquí tenemos un problemita importante: creemos que todo es el gobierno. Normalmente la gente transfiere a otro sus problemas. Siempre estamos haciendo una crítica y nos volteamos hacia el gobierno central, pero ¿por qué cada vez que se hace un desarrollo en El Hatillo, de viviendas de lujo, tiran las cloacas a las quebradas? Eso no lo decimos. Decimos que el gobierno central no ha saneado las aguas de Caracas, pero en paralelo las alcaldías están permitiendo que suceda esto con los cursos de agua. Estamos en una sociedad desestructurada, por un lado existe ineficiencia, fallas, limitaciones, del poder central, pero el país debe desarrollar y valorar la capacidad de su estructura social, por eso creo tanto en las comunidades.

                          Alejandro López retratado por Mauricio López

—Muchas intenciones cruzadas, que chocan y se anulan. Para que esa base social pueda tomar decisiones sobre cómo ir moldeando la ciudad, su interlocutor parece ser el poder local. Pero ese poder local está en entredicho por la relación directa desde el poder central con la comunidad. La gente está resolviendo su día a día. Las alcaldías están amenazadas. Tenemos un gobierno con acciones contradictorias y arbitrarias sobre la ciudad. ¿Hacia dónde se dirige Caracas en medio de ese contexto?

—Tú planteas la pregunta tratando de obtener una respuesta concreta. Pero es un proceso muy complicado. Las cosas se dan cuando hay las condiciones. Lo único que puedo decir es que cada uno de nosotros debe hacer lo que le corresponde. No puedo esperar que el gobierno cambie y que elimine las contradicciones. Tengo que contribuir con lo que puedo a través de mi ejercicio profesional, a través de mi conversa contigo, a través de Aceras y Brocales, a través de reuniones con amigos, de estimular a Juan Pedro a ver si hacemos reuniones que generen cierta opinión. Cuando haya mayor conciencia en más gente. Mientras la mayoría espere que haya un cambio de gobierno, o que se refuerce al gobierno, estamos mal.

—Lo que me estás diciendo es que tenemos que ponernos de acuerdo, que nos encontremos en una visión de ciudad.

—Las diferencias enriquecen. En Venezuela hay que hacer un gran esfuerzo, así te llamen iluso. Como decía Cantinflas: “O nos tratamos como caballeros o como lo que somos”. Hay que seguir insistiendo. Isaías Rodríguez se reunió con comunidades de Guarenas-Guatire, y allí la gente planteaba ver ese eje como una región. ¡Qué bueno que la gente ya esté viendo de forma global el territorio, no solo la alcaldía, mi casa, el hueco de mi calle! Interesante que estén pensando en formar parte de una directriz, que luego hay que bajar a tierra. A Caracas llega cada día un millón de personas más que vienen a trabajar, estudiar, curarse. Si logramos evitar eso, el país mejora. Que la gente de los Valles del Tuy, de Vargas, no necesiten venir a Caracas sino para distraerse, visitar el parque Simón Bolívar, un teatro. No deberían depender de Caracas, sino ser autosuficientes. Eso lo está empezando a ver gente distinta a uno, que lo venimos viendo desde hace tiempo. Eso hay que resaltarlo. Cuando más gente distinta a la que está arriba comience a tomar esa conciencia, comenzará ese cambio.

—Mirando hacia lo concreto: se supone que este domingo inauguran una parte de las 10 hectáreas que han venido trabajando. ¿Alguna meta de tiempo para el resto?

—Es muy difícil precisarlo. (Ricardo) Menéndez está haciendo ahora el plan de obras públicas 2018-2019, desconozco qué peso tiene allí el parque. Lo que sí está claro es que para el gobierno nacional y la Opppe, el parque es de las obras prioritarias. Yo no quiero decir fechas, porque mentiría. Ya lo hicimos mucho, desde 2014, y en teoría había posibilidad de que esas fechas se cumplieran. Pero cuando comienzas a ejecutar, salta el país. Sale el contratista ineficiente y no hay manera de castigarlo.

—¿Por qué no?

—Así es la vida, siempre hay una excusa.

—Hablando de contratistas, ¿no hubiese sido mejor destinar los recursos que utilizaron para el “puente Independencia” en el desarrollo del propio parque?

—Esa fue una responsabilidad de quien estaba aquí en la Opppe. Yo hubiese empezado por hacer el parque y después buscar la conexión. Un buen paso, pero no de la magnitud del que se hizo. Pero no quise meterme en eso. ¿Qué hicimos? Rediseñamos el puente. Yo soy el responsable de que tenga un hueco hacia abajo, (Haiman) El Troudi no lo quería porque le daba vértigo. Yo creo que hay que centralizar ciertas cosas, aunque permitas la autonomía de acción posterior. Se terminó el puente y comenzamos a trabajar adentro, pero está el problema de los recursos. Ese puente salió más caro. Se lo dimos al Ministerio, y le hicieron cambios. Por ejemplo: hay cuatro astas de banderas que no estaban en nuestro proyecto, y se gastaron un dineral en esos cuatro elementos de acero. Yo propuse un concurso, a través de Pdvsa La Estancia, para que la baranda del puente sirviese como contención y fuese una obra de arte. Eso no se pudo. Quise que se hiciera un concurso para que esas cuatro astas sirvieran para diseñar una tenso-estructura, que diera sombra y un aspecto de espacio ferial, y tampoco. Esas son cosas de los ilusos, que vamos buscando y buscando, pero que a pesar de la incredulidad seguimos insistiendo. Ese es mi rol.

06-09-17

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