Por COFAVIC
La democracia no es solo un
sistema electoral o una forma de gobierno. El filósofo estadounidense John
Dewey, fue un poco más allá y dijo que la democracia, más que una forma de
gobierno, es primordialmente un modo de vida asociada a esa forma de
organización social, que se puede ejercer en cualquier ámbito, además de en el
Estado.
En efecto, la democracia no se
puede medir solo en la forma de gobierno de un país, sino en el grado de
democracia con que viven los ciudadanos. La participación, el control de los
representantes, la militancia en proyectos políticos son factores fundamentales
y para que el poder resida efectivamente en el pueblo, el pueblo debe ser parte
de la cosa pública: participar, preguntar, reclamar, apoyar.
Otros elementos esenciales de
la democracia son la libertad y el respeto por los derechos humanos y el
principio de celebrar elecciones periódicas y genuinas mediante el sufragio
universal. De hecho, la democracia proporciona el medio natural para la
protección y la realización efectiva de los derechos humanos y todos estos
principios están incorporados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y
han sido desarrollados aún más en el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos que consagra una multitud de derechos políticos y
libertades civiles en que se basan las democracias significativas.
Con la idea de revisar la
vigencia de todos esos conceptos se celebra en todo el mundo, cada 15 de
septiembre, el Día Internacional de la Democracia el cual proporciona una
oportunidad para examinar el estado de la democracia en el mundo. La democracia
es tanto un proceso como una meta, y solo con la plena participación y el apoyo
de la comunidad internacional, los órganos nacionales de gobierno, la sociedad
civil y los individuos puede el ideal de democracia ser una realidad.
El tema de este año es:
“Democracia y prevención de conflictos”, que se centra en la necesidad de
reforzar las instituciones democráticas para promover la paz y la estabilidad.
La creación de sociedades resilientes exige, además, un enfoque más integrador
para lograr gobiernos democráticos efectivos e inclusivos que respeten los
derechos humanos y el imperio de la ley.
Las sociedades resilientes son
capaces de dirimir sus disputas a través de la mediación, el diálogo y un grado
razonable de legitimidad de sus instituciones. Desarrollar infraestructuras y
mecanismos para la prevención de conflictos provee el fundamento para resolver
las injusticias y mantener la paz. Procesos tales como los acuerdos de paz, las
elecciones y las reformas constitucionales, pueden ayudar a mantener un
equilibrio entre intereses contrapuestos, así como reducir la fragilidad y la
violencia.
Un liderazgo fuerte que apoye
la democracia, mejore la sociedad, empodere a las mujeres y mantenga el Estado
de derecho, son condiciones que preservan la estabilidad y la paz.
Por todo eso es tan importante
preservar el nexo entre democracia y derechos humanos. Teóricos han planteado
que la democracia necesariamente va de la mano de la garantía de los derechos
humanos, y de hecho figura en el artículo 21(3) de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, el cual establece que:
“La voluntad del pueblo es la
base de la autoridad del poder público; esta voluntad se debe expresar mediante
elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio
universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice
la libertad del voto”.
Sin embargo, en el mundo
siempre hay expresiones de la debilidad de la democracia, y las
instituciones débiles son algunos de los principales problemas para el respeto
de los derechos humanos. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos trata de abordar esos problemas mediante sus
servicios consultivos y su programa de cooperación técnica, que se centra en el
fortalecimiento del marco jurídico para la protección de los derechos humanos
(reforma institucional y jurídica), y la promoción de la conciencia y educación
en derechos humanos.
En las democracias en
transición y en los países que salen de situaciones de conflicto, la Oficina
del Alto Comisionado colabora con los gobiernos y otras entidades nacionales
para restablecer la confianza y restaurar la paz y el imperio de la ley.
La Oficina del Alto Comisionado se ha concentrado en combatir la impunidad, y
ha apoyado activamente programas de justicia transicional en más de 20 países
en todo el mundo durante la década pasada. Su apoyo incluye garantizar que
factores de derechos humanos y justicia transicional se reflejen en acuerdos de
paz; participar en el diseño e implementación de consultas nacionales globales
sobre mecanismos de justicia transicional; apoyar el establecimiento de
procesos para descubrir la verdad, mecanismos de responsabilidad judicial, y
programas de reparaciones; y mejorar la reforma institucional.
COFAVIC, por su parte,
recuerda el derecho que tienen las personas para participar políticamente, sin
presiones indebidas y en el marco de la Constitución, en procesos electorales.
Votar es un derecho humano fundamental y una condición insustituible e
indispensable para la existencia de la democracia.
El desconocimiento de los
principios democráticos establecidos en nuestra Constitución no solo profundiza
la crisis institucional, sino que configura una violación contundente del
Estado de Derecho, lo que constituye una ruptura del orden constitucional y
democrático.
COFAVIC insiste en que la
democracia no puede funcionar si no hay elecciones libres. Por tal razón, las
instituciones del Estado y todos los factores de Poder deben tener siempre
presente fórmulas electorales que dentro de la vigencia de la Constitución
permitan al pueblo, en condiciones justas y equitativas, tener la última
palabra sobre su futuro.
14-09-17
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