Por Edward Rodríguez
Un mal sabor. Eso es lo que
deja en los venezolanos la palabra “diálogo”, y si es pronunciada por
algún dirigente político, el sabor es comparable con la mismísima hiel.
Si mañana el Papa Francisco anunciara que las reuniones serán en el Vaticano, en el mero centro de la capilla Sixtina; de inmediato nos invadiría la duda o le buscaríamos un pero debido a la falta pulcritud en el proceso.
No está mal tal desconfianza
porque no es más que el resultado de tantos engaños por parte
del Gobierno; y peor aún, por las increíbles “novatadas”, para no decir,
metidas de pata de la oposición tal como ocurrió la semana pasada
cuando el canciller de Francia anunció la reunión en República Dominicana.
Luego de las palabras del
diplomático, nos dieron la primera cucharada amarga: los voceros de la MUD
negaron el encuentro; pero el Gobierno lo daba por hecho; al tiempo que
dirigentes como Julio Borges; Luis Florido, sin pasaporte; y Manuel Rosales,
con prohibición de salida del país; iban rumbo a la isla del Caribe a
encontrarse con los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, entre otros convocados.
Un meme de Borges y Rosales
práctica y tímidamente asomados en el salón de algún hotel u oficina gubernamental
de República Dominicana, confirmaba a los venezolanos que sí había reunión.
No existió información clara,
veraz y creíble de dicho encuentro, como diríamos en el periodismo no
se logró responder las seis Wh: qué, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué.
En mi opinión, esta es una de las principales fallas que tiene la oposición
venezolana cuando trata el tema del diálogo: tiene una ineficiente forma de
COMUNICAR.
La comunicación es vital en la
estrategia para la negociación, la opinión pública y los ciudadanos
deber recibir una batería de mensajes, por demás creíbles en su contenido. Eso
no quiere decir que se tenga que comunicar todo.
Si nos remontamos a 2002, a la
mesa de diálogo del gobierno y oposición, todas las tardes recibíamos un parte
informativo con el vocero calificado para ese conflicto, el expresidente César
Gaviria, quien con su peculiar entonación informaba brevemente y sin muchos
detalles sobre las reuniones, y a medida que el tiempo se prolongaba, unas
veces subía el tono y otras daba más detalles de lo acordado.
Al final de lo que se trataba
era de llegar a acuerdos; en ese entonces se logró el Referendo Revocatorio que
ganó Chávez con todas las de la ley.
Es mentira que se va una
negociación de manera voluntaria, tal como suele suceder en la vida personal,
usted va al médico cuando se siente mal, usted acude a un abogado cuando quiere
finalizar un contrato inmobiliario; así ocurre desde hace más de un año con el
Gobierno de Maduro, un sector quiere negociación, pero pide llegar al 2018, año
de las elecciones presidenciales; otro no quiere absolutamente nada sino la
permanencia en el poder, sin embargo, la crisis los ha obligado acudir a la
negociación.
Sin comunicación, del tipo que
sea, no hay negociación. El control de la comunicación es, por consiguiente,
una habilidad necesaria para controlar el curso del proceso negocial, tal como
lo señala Alfred Font Barrot en su libro “Curso de negociación
estratégica”.
Cierro este artículo
recordando que el silencio también comunica, solo que en el caso venezolano no
ha sido el silencio sino las contradicciones de los voceros, los engaños y la
falta de asertividad lo que le ha ganado a la comunicación. Si se pierde el
control de la comunicación, se pierde el control de la negociación.
19-09-17
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