Miguel Méndez Rodulfo 01 de septiembre de 2017
El
régimen sustenta su poder en la explotación indiscriminada e inmisericorde de
las riquezas de Guayana, en el área que han denominado el Arco Minero, la cual
sería una réplica al sur del Orinoco de la Faja Petrolífera. Esta zona, al
norte del estado Bolívar, contiene grandes yacimientos de oro, plata, cobre,
diamante, coltán, hierro, bauxita, torio y otros minerales de alto valor
industrial. Para algunas fuentes del gobierno, el arco guarda las segundas
mayores reservas de oro del mundo. Para darle legalidad a este asalto de las
reservas naturales del país, el gobierno promovió una Ley para el Desarrollo
Productivo Minero 2016-2018 que reserva al Estado las actividades de
exploración y explotación del oro, así como de otros minerales estratégicos, en
tanto que además creó una Zona Militar Especial para protección de área minera,
con lo cual consolidó el modelo de explotación salvaje que el gobierno regional
había establecido en la zona de El Callao y Tumeremo, que se basa en la
protección militar de bandas dirigidas por pranes y garimpeiros. Recordemos que
fue el Gobierno el que promovió la formación de cooperativas mineras hecho que
explotó la actividad minera artesanal y sobre todo la ilegal, atrayendo la
presencia de 30 mil mineros, en su mayoría brasileños, colombianos y guyaneses.
Esta población incontrolada y codiciosa llevó a cabo una hecatombe minera con
el resultado de inmensas deforestaciones, y gran contaminación, todo lo cual
pone en serio peligro la Cuenca del Orinoco y la del Caroní. Esta última
afectación podría lesionar severamente Sistema Hidroeléctrico del Guri y las
otras represas aguas abajo. Hay que recordar que en una década 2/3 de la
humanidad padecerá de grandes carencias de agua y que la electricidad es más
importante para el desarrollo de un país que el petróleo.
Especialistas
ambientales han determinado, que “la inmensa deforestación en la Gran Sabana ha
alterado la biodiversidad y el ciclo hidrológico de la cuenca del Caroní; si
bien los efectos de El Niño han incidido en el clima y la frecuencia de las
precipitaciones en la región, los más graves efectos provienen de la tasa de
deforestación que sustituye bosque por sabana; de la minería que sedimenta y
envenena tanto los cursos de agua, como la cuenca y el embalse, además de las
quemas frecuentes de la sabana”. El torio no ha probado ser el combustible
nuclear que sustituya al uranio y al plutonio, de manera que su probable
explotación no garantiza los réditos que el gobierno promete. De la misma
manera, al igual que en el Congo con el coltán, la riqueza que produce el oro
no se traduce en mejor calidad de vida para los que participan de esta
actividad económica; por el contario, viven en poblados sin los más esenciales
servicios, expuestos a enfermedades endémicas y epidémicas como la malaria y
con el peligro permanente de arriesgar la vida a manos de bandas armadas que
controlan el negocio a través de la extorsión.
Reducir
a estos grupos irregulares que son tan grandes y violentos, acabar con la
corrupción militar y estatal, sustituir la minería ilegal por las grandes
compañías trasnacionales así como controlar el funcionamiento de éstas y
reducir significativamente la contaminación y deforestación, será un proceso de
años y nunca exento de retrocesos, daños ambientales, lesión a los pueblos
indígenas y arbitrariedades de las compañías. La verdad es que los países
desarrollados no han llegado a ese estadio porque se han sustentado en la
explotación de recursos naturales, mucho menos mineros; lo que si han hecho es
basarse en una educación de gran calidad y el en uso intensivo de la ciencia,
la tecnología y la innovación. La gran preocupación que nos embarga es que
algunos opinadores y ciertos políticos de oposición creen de buena fe que el
arco minero es una opción que puede sustituir al petróleo. No ven estos
desventurados que Venezuela no puede seguir insistiendo en el populismo
rentista que tanto daño nos ha causado.
Caracas
1 de Septiembre de 2017
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