Sergio Rubin 03 de septiembre de 2017
Con el
mayor sigilo, el Vaticano cuanto menos respaldó una más que reservada gestión
ante Raúl Castro para que Cuba le retire el apoyo político y la asistencia
militar al régimen venezolano para debilitarlo y posibilitar que se allane a
tratativas para una salida. Además, se le pedía a Castro que su país le
concediera el asilo a Nicolás Maduro y sus principales colaboradores.
A
cambio, se le ofrecía el compromiso de que un eventual nuevo gobierno
venezolano seguiría proveyendo de petróleo a La Habana, entre otras
concesiones. Pero las gestiones hasta ahora naufragaron por la falta de
respuesta del líder cubano.
No
está claro quienes le hicieron la propuesta a Castro. Si fueron diplomáticos de
varios gobiernos o de organismos internacionales como la OEA, e incluso si
intervino algún alto dignatario eclesiástico. O si fue una iniciativa directa
del combativo episcopado venezolano, que tiene una fluida relación con sus
pares de la isla comunista.
Es que
el hermetismo en el Vaticano es total. Ello se explica porque la Curia siempre
trata de preservarse como recurso de última instancia. Pero las fuentes
diplomáticas consultadas por Clarín insistieron en que las gestiones
existieron. Y precisaron que es una alternativa que sigue abierta.
El
papel eclesiástico de marras no es inverosímil. Francisco tiene una especial
ascendencia sobre el máximo dirigente cubano luego de que, hace dos años,
participara junto a Canadá en el deshielo y restablecimiento de relaciones
entre Cuba y Estados Unidos tras meses de secretísimas negociaciones.
Ese
hecho lo llevó a que, en su visita a los Estados Unidos de setiembre de 2015
incluyera a Cuba en la gira. A su vez, Castro le facilitó al Papa el histórico
encuentro con el patriarca ortodoxo ruso Kirill, el primero de un pontífice con
un jefe de la Iglesia rusa, en el aeropuerto de La Habana, en febrero del año
pasado, en una escala del viaje de Francisco a México.
En
rigor, aquel encuentro tuvo un contexto facilitador más amplio: la buena
relación que el Papa construyó con el presidente ruso, Vladimir Putin. De
hecho, Putin lo visitó en junio de 2015. A partir de allí el vínculo -que
incluyó llamados telefónicos- fue fluido, con eje sobre todo en Medio Oriente,
donde Rusia es un jugador relevante y los cristianos sufren una cruel
persecución. Y, además de la influencia que Rusia tiene sobre Cuba, también
sostiene a Maduro.
Por
eso, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, cuando
estuvo días pasados en Moscú, le pidió ayuda a Putin para una salida a la
crisis venezolana.
Las
fuentes consideran que Castro sería partidario de acceder a la propuesta, pero que
tropieza con los sectores más duros de su partido. Y, sobre todo, de los
asesores militares que envió a Venezuela. En todo caso, las gestiones ante La
Habana podrían cobrar renovada vigencia si la posición venezolana logra
enhebrar un acuerdo de un gobierno de unidad nacional con los chavistas
disidentes.
Evalúan,
sin embargo, que esa probabilidad es hoy baja ante lo que juzgan como cierta
incapacidad de los opositores para negociar una salida.
El
Vaticano buscó siempre favorecer negociaciones con el régimen venezolano. El
Papa recibió el año pasado a Maduro y la Santa Sede coordinó luego con tres ex
presidentes una mesa de diálogo. Con la participación del experimentado
diplomático monseñor Claudio Celli como delegado de Roma, quien viajó varias
veces a Caracas, las tratativas terminaron en fracaso luego de que el régimen
se negara a cumplir uno por uno los acuerdos.
Entre
ellos, la convocatoria a elecciones y la liberación de los presos políticos. El
propio Parolin –que fue Nuncio en Venezuela- le envió una dura carta a Maduro
quejándose por el incumplimiento.
A su
vez, la Iglesia venezolana es muy crítica del régimen de Maduro. En marzo, el
Episcopado llegó a decir en una declaración que “es hora de preguntarse muy
seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la
desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los
poderes públicos y/o internacionales y las protestas”.
Al mes
siguiente, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urusa, fue agredido por chavistas
durante la misa de Domingo de Ramos. Y en junio, la cúpula fue recibida por
Francisco, quien les dijo que “en la voz de los obispos venezolanos también
resonaba la mía”.
Finalmente,
a comienzos de agosto, en la víspera de la instalación de la oficialista
Asamblea Constituyente, votada en elecciones fraudulentas, el Vaticano pidió su
suspensión en un duro comunicado en el que afirmaba que iniciativas como esta
“más que favorecer a la reconciliación y la paz, fomentan un clima de tensión y
enfrentamiento e hipotecan el futuro”. Y demandaba “a todos los actores
políticos, y en particular al Gobierno, que se asegure el pleno respeto de los
derechos humanos y de las libertades fundamentales, como también de la vigente
Constitución”.
Ahora,
ante la visita a Colombia, que iniciará este miércoles, el Papa recibirá en
Bogotá a un grupo de obispos venezolanos. Se espera que en algún momento del
periplo, se refiera a la convulsionada situación en ese país.
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