Por Simón García
Existen opciones a favor de
las cuales decidirse, a pesar de que exijan crear las condiciones para hacerlas
viables. Es una de las misiones de la política: abrir agujeros para cruzar el
portal donde lo imposible termine por dejar de ser un muro inexpugnable.
La interrogante, en nuestra
muy complicada situación, es si hay políticos que puedan influir para que sus
partidos acepten pagar los costos de popularidad que implica asumir un arreglo
para que oposición y Gobierno intenten abrir una transición.
El país está llegando al final
de la cancha. Más allá es previsible un estado de disolución del Estado y la
feroz destrucción de los soportes de la existencia civilizada. La constatación
de que el hambre está asomando su guadaña, no es retórica.
John Magdaleno, el
investigador venezolano que ha estudiado con mayor detenimiento los procesos de
transición en el mundo, afirma que sólo hay dos formas para que ellos se
produzcan: la fractura o la negociación. Parte de la oposición venezolana ha
puesto casi todos los huevos en la canasta de la fractura y nos ha legado un
mal revoltillo.
Hace falta alguien que, con la
misma determinación de Henry Ramos para señalar hacia la elección de
gobernadores, aclare que el desarrollo de una estrategia democrática,
constitucional, pacífica y electoral contiene, necesariamente, la opción de una
negociación con el poder dominante o sectores de él.
Si se están reiniciando las
conversaciones entre partidos de la MUD y Gobierno, ¿qué sentido tiene negarlo?
Este culposo síndrome del avestruz revela el temor de que tal anuncio afecte el
apoyo de los sectores más radicales de la oposición a los candidatos de la
unidad.
Los dirigentes de la MUD, que
han mostrado valentía en las extraordinarias acciones por el restablecimiento
de la democracia y la Constitución, no deben incurrir en manejo instrumental de
la verdad. Actuar como alternativa es practicar una política desde la verdad y
persuadir al país de que está adoptando el rumbo más eficiente para evitar que
el régimen acelere su tendencia a pasar de la restricción de las libertades a
su extinción definitiva.
Es un contrasentido
desempolvar discursos que favorezcan a las corrientes que en el seno del poder
están empujando, para conservar su diversificado stock de negociados ilegales,
al oficialismo a consolidarse como una dictadura.
No hay oportunidades de
victoria suma cero destinadas a derrocar a Maduro, especialmente ante los
incentivos para poner fin, progresivamente, a un sistema al que el uso de las
bayonetas le va a resultar más costoso que retornar a la Constitución.
Avanzando en esa dirección la sociedad democrática, incluyendo componentes del
actual bloque de poder, puede derrotar al Estado autocrático. ¿Por qué no
asumirlo claramente ante el país y asumir la creación de una nueva cultura
política junto con los ciudadanos?
18-09-17
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