Por Ángel Oropeza
La gravedad de la situación
del país nos debe obligar a todos a abandonar, aunque sea por momentos, la
estrechez de miras –esa que no va más allá de cálculos mezquinos de intereses
particulares– para levantar la vista y prepararnos para los escenarios que se
nos avecinan.
Si intentamos un ejercicio,
solo con fines didácticos, de separar sus elementos principales, el escenario
por venir en las próximas semanas se presenta con las siguientes
características.
En primer lugar, la crisis
económica y social será con mayor fuerza la gran protagonista, producto de la
estupidez del gobierno en insistir con medidas que solo agravan tanto los
problemas macroeconómicos como la tragedia cotidiana de los venezolanos. A esto
se suman sus dificultades para conseguir financiamiento externo, debido a su
tozudez en querer imponer una ilegítima “constituyente” que no es reconocida ni
fuera ni dentro del país.
En segundo lugar, se avecina
el reforzamiento de una nueva estrategia de contención represiva, a través de
la espuria ANC, con la excusa cínica de la defensa de la soberanía, y por medio
de la cual se piensa perseguir y castigar con la amenaza de “traición a la patria”
cualquier señalamiento a la corrupción de la oligarquía madurocabellista o
cualquier acción orientada a la superación de las penurias de los venezolanos.
Esta contención represiva se expresará, adicionalmente y de manera particular,
a propósito de las elecciones regionales del 15 de octubre, mediante intentos
de inhabilitación de candidatos, eliminación discriminada de centros,
corrupción electoral generalizada e imposición de condiciones ilegales para
obstruir la expresión popular de cambio.
Un tercer elemento del
escenario que se nos aproxima es un seguro aumento de la conflictividad social
(acompañado o no de protestas masivas), producto del inevitable agravamiento de
la crisis económica, más las razones estacionales propias del último trimestre
del año, principalmente el reinicio de las actividades estudiantiles y el
aumento de las necesidades de consumo.
Frente a esto, veremos a un
régimen limitado solo a correr la arruga, incapaz de resolver ninguno de los
problemas de los venezolanos, y que va a privilegiar mantenerse en el poder
antes de generar gobernabilidad. De hecho, el gobierno es tan débil que solo
está allí, aferrado con las uñas al poder, escondido detrás de una tanqueta,
pero sin controlar ningún proceso económico o social. Se mantiene en el poder y
reprime, pero ya no gobierna.
Ante la segura agudización de
la crisis, y la pérdida progresiva de su ya endeble respaldo popular, el
régimen intentará una estrategia de radicalización y represión selectiva con
fines disuasivos, que le permita “protegerse” de eventuales compromisos que se
vería obligado a negociar con la oposición, producto de la enorme presión
externa que la Mesa de la Unidad ha logrado construir sobre la dictadura.
Como todo escenario, y más en
uno de equilibrio inestable como el que se aproxima, existen elementos
condicionantes que inciden en su evolución y desarrollo. En nuestro caso, hay
cinco variables claves: el resultado de las elecciones regionales del 15 de
octubre, el fortalecimiento de la relación MUD-país, el estado de las tensiones
internas en las estructuras de apoyo del régimen (especialmente la estructura
militar), los efectos de la presión internacional sobre la conducta del
gobierno y la viabilidad de una negociación MUD-régimen sobre la realización de
elecciones presidenciales y la construcción de una solución política a la
crisis.
Cada uno de estos cinco
condicionantes claves constituye a su vez un área específica donde la Mesa de
la Unidad y el país deben desarrollar una estrategia inteligente y sistemática de
incidencia. En la medida en que nuestras acciones afecten o repercutan
favorablemente en estas cinco variables claves, el difícil escenario que se nos
viene podrá ser enfrentado con el éxito necesario para convertirlo en el
preludio de eventos que nos acerquen a la meta del cambio político. Ese es el
reto.
18-09-17
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