Por Ángel Oropeza
Esta trama propia del teatro
del absurdo en que ha devenido nuestro país ha producido su más reciente puesta
en escena con la risible acusación de “traición a la patria” a miembros de la
oposición democrática. Nada menos que una írrita y fraudulenta “asamblea
constituyente”, que ha sido desconocida y repudiada por toda la comunidad internacional,
y que cometió traición a la Constitución nacional vigente, acusa de “traidores
a la patria” a los diputados de la Asamblea Nacional legítima y elegida por 14
millones de venezolanos, con el único propósito de proteger intereses
económicos de unos pocos privilegiados. Veamos por qué.
Recordemos algunos datos.
Nuestro país tiene hoy la mayor inflación del planeta, el decrecimiento
económico más severo de la región, la escasez de alimentos y medicinas más
aguda de América Latina, la tasa de homicidios más alta del mundo, y es la
nación más pobre en términos de ingreso de todo el continente, con un
escandaloso 82% de familias por debajo de la línea de pobreza, según cifras de
la UCAB, la UCV y la USB. Pero, mientras esta tragedia humanitaria se desarrolla,
la concentración de la riqueza en pocas manos avanza “a paso de vencedores”. En
la actualidad, el 10% más rico del país se queda con 32,2% del ingreso
nacional, mientras el 10% más pobre tiene que conformarse y subsistir con menos
de 12%. No en balde, nuestros niveles de desigualdad social han alcanzado sus
índices más altos en 20 años, y han venido acelerándose sostenidamente desde
2014.
Pero nada de esto es por azar.
Este insólito aumento de la desigualdad social a medida que la economía del
país decrece y los venezolanos se empobrecen se explica por el acceso
diferencial y discriminatorio de algunos afortunados a recursos públicos que
son de todos los venezolanos, y por su posibilidad de hacer negocios con
contratos de interés nacional y con el remate sin control de activos y riquezas
del país. Pues bien, cuando la Mesa de la Unidad Democrática y la Asamblea
Nacional alzan su voz para alertar sobre estos delitos y pedir que se actúe
contra ellos, los delincuentes gritan que eso es una traición a sus negocios.
En esto hay que ser claros: la
acusación de “traición a la patria”, que en boca de los inefables voceros de la
dictadura no quiere decir otra cosa que “traición a sus cuentas bancarias
personales”, es la respuesta a la exigencia de la AN y de la MUD de que se
respete la Constitución y se evite así el remate irresponsable de los activos
del país.
La Mesa de la Unidad
Democrática ha insistido en alertar a toda la comunidad internacional para que
nadie realice tratos financieros ni establezca contratos de interés nacional
con el régimen de Maduro sin que tales operaciones pasen por la Asamblea
Nacional, que es el órgano que la Constitución establece para revisar y
autorizar tales compromisos, a fin de asegurar que no perjudiquen a la
población ni se lesionen los intereses de la República. Esta exigencia al mundo
de que se respete la Constitución y a los venezolanos es, por supuesto, un
estorbo a los planes de endeudar al país sin control y de rematar sus riquezas
en beneficio de unos pocos. Este es el delito de “traición” que indigna al
régimen. Porque para las tiranías, cualquiera que pregone y luche por la
justicia es siempre un traidor.
La defensa de la patria es la
defensa de la calidad de vida de los venezolanos y no la defensa de los
negocios de los corruptos. Es la defensa de la alimentación, la salud, el
trabajo y la vida de los venezolanos concretos, de carne y hueso, y no la
defensa de falsas ideologías que se usan como excusas para enriquecerse y
reprimir. Porque, como decía Alí Primera por allá por 1977, “la patria es el
hombre”. Y ese hombre, ese venezolano que somos todos, es hoy la víctima del
gobierno más antipatriota en la historia de nuestro país. La lucha por
liberarlo, al mismo tiempo que una noticia de esperanza para la mayoría, es la
amenaza más peligrosa para quienes hoy ríen y disfrutan del sufrimiento de todo
un pueblo.
04-09-17
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